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Esa Argentina democrática que reivindica métodos autoritarios

30 de septiembre, 2019 - 07:26

Hacer una valoración histórica del accionar guerrillero de los 70, amenazar a un escritor en plena vía pública por sus pensamientos y reiterar que debería imponerse una Conadep de periodistas, habla de una nación con problemas de convivencia ciudadana.

Graves problemas emanados de mentes enfermas que lesionan a esa democracia que tanto costó conseguir. La misma democracia que todo el pueblo de la nación, convencido, abrazó para siempre.

Sin embargo, pululan sectores que quieren imponer aquellos dolorosos métodos maquiavélicos y de mortal habilidad utilizados en el último régimen autoritario que sometió al país.

Pensar que todo método violento es bienvenido para imponer ideas no es democrático, es autoritario.

Quienes lo practican tienen absoluto desprecio por otras ideas, por las instituciones de la nación, la Constitución y a las libertades públicas que le asisten a cada ciudadano. Por sobre todo, desprecio a la vida de la gente que habita el país.

Ni guerrilla, ni dictadura, de eso se trata. Más allá de las no menos estúpidas expresiones, como la teoría de los dos demonios con la que se pretende investir al pensamiento de los millones de argentinos que han repudiado a ambos extremos.

Porque el único aporte que esos oscuros polos hicieron a la Argentina fue el asesinato de mujeres, hombres, niños, ancianos y familias enteras. Además del debilitamiento y graves lesiones a poderes e instituciones, donde aparecieron personajes oscuros que fueron funcionales a esos polos sectarios señalados.

Algo que fue palpable en la dictadura donde una gran parte de la estructura judicial fue cómplice de violaciones a los derechos humanos, seguidas de muerte. Mejor dicho, seguidas de genocidio.

Lo otro que por estos días brota, cual hongo venenoso, es aquella metodología que supo aplicar sistemáticamente la tenebrosa Triple A primero, la dictadura, después.

Perseguir, amenazar y atentar contra la vida de intelectuales o toda persona que haga pública sus ideas. Tal el caso sucedido hace poco con el escritor Marcelo Birmajer, cuando en plena vía pública un oscuro personaje le dijo de frente: “¿Vos sos Birmajer? ¡Qué fascista ¿eh?! No vas a poder caminar tranquilo por la calle nunca más”.

El reprochable muestrario de estos tiempos se adereza con nueva embestida hacia la prensa. Como siempre, la cosa proviene del que alguna vez se autotituló periodismo militante.

De allí se insiste con esa pestilente idea de crear la Conadep de periodistas, renovando la marea negra para acallar a los que nos ceñimos a informar con crítica.

Como lo hicimos con todo gobierno desde el regreso de la democracia hasta la actualidad. Sin conceder nada y siendo trabajadores de prensa con aguijones en todo momento con quienes defraudaron a la ciudadanía y al país. Teniendo sobre nuestras espaldas la Constitución y todo instrumento jurídico que nos indica el camino de nuestra digna tarea de informar.

 

¿Será que todo esto nos prepara para un resbaladizo terreno que deberemos transitar después del próximo mes de diciembre? Esperamos que no sea así, porque a los delicados problemas económicos y financieros de la nación, le deberemos agregar un condimento que no es menor. Sería como debilitar una vez más al país y a sus instituciones, como para que la democracia, en toda su concepción, desaparezca. Imponiéndose el sectarismo bañado de autoritarismo absoluto.  Una cuestión que ya conocemos, como también la historia de los argentinos conoce tanto, que sabe su final. 

 

Daniel Gallardo – Periodista de Diario El Ciudadano