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Una conspiración para asesinar al gobernador San Martín

Un capítulo de la historia del Padre de la Patria casi desconocida, escrita por el historiador Carlos Campana

24 de septiembre, 2019 - 08:40

Durante muchos años, varios historiadores –en especial los de fines del siglo XIX y mediados del XX– nos hicieron creer que la hazaña del Ejército Libertador de cruzar los Andes y liberar a Chile de los realistas fue por el espíritu patriótico de algunos militares y civiles que solamente anhelaban la independencia y forjar una gran nación.

Pero la realidad en aquel momento era muy distinta. Con sublevaciones militares en los frentes de guerra, políticos que no se ponían de acuerdo sobre cuál sería la forma de gobierno, una independencia que no estaba declarada contra el reino de España, sin la posibilidad de tener una constitución e internas de todo tipo, los territorios de las “Provincias Unidas” eran un caos y Cuyo, con Mendoza a la cabeza, no era la excepción.

En ese escenario, también el coronel José de San Martín, quien en ese momento era gobernador de Cuyo y comandante de las tropas de esa región, sufrió un complot ideado por sus propios jefes, que fue desbaratado por casualidad el 14 de junio de 1816, un día antes de su ejecución, un grave hecho que fue ocultado por más de 200 años.

Plaza Mayor de Mendoza, en la que se desarrollaron los acontecimientos.

Este hecho se mantuvo como un secreto de Estado hasta que en setiembre de ese año se les inició un juicio ante un Tribunal de Guerra a varios jefes y oficiales de los batallones Nº 11 y 8, quienes fueron acusados de intentar sublevar a la guarnición militar, tomar el poder político de las provincias de Cuyo y eliminar a San Martín.

La grieta de siempre

En aquel tiempo, la situación política como militar no era la mejor a partir de los hechos de mayo de 1810. Desde Buenos Aires, capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a partir de 1813 se hablaba de la independencia, pero sin que los políticos y militares se pusieran de acuerdo.

Durante ese periodo hasta 1816, sucedieron varios golpes de Estado y sublevaciones de distintos cuerpos militares, algo que era muy común.

Los dos partidos políticos que existían, intentaban imponer sus formas de gobierno –desde esos remotos tiempo existe la grieta que nos sigue aquejando en la actualidad- Además de varias provincias del Litoral que se unieron a la Liga Federal encabezada por el general Oriental José Gervasio de Artigas.

Otro de los males que existían en aquel momento eran los enemigos de la Patria: los realistas que avanzaban por el Norte, el Este y el Oeste, al igual que los portugueses, que atacaban las fronteras del norte de la actual provincia de Misiones.

Momentos difíciles para Cuyo

A principios de setiembre de 1814, el entonces coronel mayor José de San Martín se hizo cargo de las Provincias de Cuyo como gobernador intendente, y en menos de veinte días llegó desde Chile la noticia que el ejército patriota chileno fue aniquilado en la batalla de Rancagua el 2 de octubre de ese mismo año por las tropas realistas.

Inmediatamente, la guarnición de Mendoza se preparó para defenderse de una invasión desde el territorio trasandino.

En diciembre llegaron tropas de Buenos Aires para reforzar militarmente a la Provincia de Cuyo con el teniente coronel José María Rodríguez y Pedro Regalado de la Plaza a la cabeza de su batallón y regimiento. Allí, ambos se pusieron a las órdenes del gobernador intendente José de San Martín. A esta plaza militar se añadió el teniente coronel Juan Gregorio de Las Heras, jefe del batallón Nº 11, recién creado en Mendoza.

Rumores desde Buenos Aires

A principios de 1816 llegaron noticias desde Tucumán de que  el Congreso Constituyente se había instalado con el objetivo principal de declarar la independencia del reino de España y establecer una constitución que rigiera el destino de las “Provincias Unidas del Sud”.

En el mes de mayo, el entonces brigadier Juan Martín de Pueyrredón asumió en Buenos Aires como nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas, y se  realizaron algunos cambios y desplazamientos en la plana mayor del Ejército, lo que también produjo rumores sobre los cambios en las jefaturas militares en Mendoza.

Cabe destacar que el coronel mayor San Martín tenía muchos enemigos entre sus camaradas, inclusive un grupo de militares de las Provincias Unidas, pensaban abiertamente que era un espía encubierto de los realistas.

Aparte de los rumores que llegaron a Cuyo,  existían otras de las causas que causó el malestar local de algunos jefes. Se decía que el Libertador, beneficiaba a sus escuadrones de granaderos a caballos y despreciaba a los demás cuerpos de infantería establecidos en esta provincia. A todo esto, se le sumaba el atraso en los sueldos de jefes y oficiales.

El enojo se generalizó por los uniformados de las provincias de Cuyo. La gota que llenó el vaso fue la noticia de que el teniente coronel José María Rodríguez iba a ser trasladado a otro destino. Este militar –quien odiaba a San Martín- pertenecía políticamente a la línea del destituido Director Supremo brigadier Carlos María de Alvear, acérrimo enemigo del Santo de la Espada.

General Enrique Martínez, fue uno de los conspiradores pero fue absuelto por el tribunal.

Al enterarse de este trascendido, Rodríguez, el teniente coronel Enrique Martínez y los capitanes Reyes y Francisco Bermúdez se reunieron secretamente en uno de los cuarteles y pergeñaron un plan con el fin de sublevar a la guarnición, destituir a San Martín del mando político y militar de las provincias de Cuyo y asesinarlo.

Militares golpistas

En los primeros días de junio, los militares que complotarían contra el gobernador se reunieron pasadas las 22. Se sabe –según el expediente judicial- que la reunión duró varias horas. Allí, Rodríguez, Martínez y Francisco Bermúdez comenzaron a planificar cómo debía ser el golpe de Estado.

Rodríguez señaló que primero había que eliminar a San Martín en la sala de la Academia Militar. Para eso, la forma de matarlo era muy simple; un oficial debía asestar varias puñaladas en su cuerpo y rematarlo con su pistola cuando se iniciara la instrucción.

Luego, Rodríguez manifestó que era necesario tomar el poder político, haciendo sublevar a los batallones y al Regimiento de Granaderos a Caballo. Para eso, él contaba con la ayuda de Martínez, Bermúdez, Reyes y también de Juan Gregorio de Las Heras quien se uniría al golpe.

Juan Gregorio Las Heras fue involucrado por algunos de los rebeldes pero no tuvo relación con el conato.

Estos estaban de acuerdo con el plan y se prepararon para ejecutarlo. En esta reunión se señaló el día, lugar y hora para la ejecución, que debía ser el 15 de junio de 1816 a las 20.30 en la sala de reunión acostumbrada. Los jefes se dirigieron a sus cuarteles para hablar con los oficiales de mayor confianza para cumplir su cometido.

Caen los cabecillas

Los conspiradores hablaron con sus subordinados que estaban de acuerdo en apoyar este complot. Hubo otra reunión para determinar los detalles en el mayor de los secretos. Así se hizo y todo se preparó para el día señalado.

Cuando todo estaba listo para llevarse a cabo la conjuración, ese día 15 de junio, el coronel San Martín recibió la noticia del mayor José Álvarez Condarco que un oficial de las milicias Cívicas Blancas, llamado Sotomayor, se había enterado que algunos jefes y oficiales estaban planeando una revuelta.

Ese mismo día, Sotomayor fue citado para explicar e informar quiénes eran los cabecillas de la rebelión. Al interrogarlo comentó que el principal responsable era el jefe del batallón Nº 8, teniente coronel José María Rodríguez, el segundo jefe del Nº 11, mayor Enrique Martínez, y los capitanes Francisco Bermúdez y Reyes.

Inmediatamente se dio la orden de detención de estos individuos. También fue sospechado el teniente coronel Juan Gregorio de Las Heras, pero quedó en libertad por no comprobarse ninguna participación directa con el conato.

Mientras tanto, José María Rodríguez, enterado que el plan había fracasado, esperaba en su casa con el arma en la mano y cargada para asesinar al coronel mayor San Martín. Tenía la certeza que su comandante en jefe pasaría a buscarlo, pero por otras razones el Padre de la Patria no fue con la comisión militar a arrestarlo y así salvó milagrosamente su vida.

Juicio y castigo a los culpables

En setiembre de 1816, mes en que se formó el Ejército de los Andes y se nombró a José de San Martín como general en jefe, convocó a varios jefes del Estado Mayor para formar un Consejo de Guerra y juzgar a los sediciosos que habían armado el complot de junio de ese año.

El General Bernardo O'Higgins presidió el tribunal que juzgó a los sediciosos.

Para aquella tarea, se nombró presidente del Consejo al brigadier Bernardo O'Higgins, como también, entre otros, al jurista santafesino Bernardo Vega y Pintado –creador del himno de Chile en 1819-, quien actuó como secretario del mismo.

Bernardo de Vera y Pintado participó en el juicio contra José María Rodríguez y sus secuaces.

Fueron varias las declaraciones que el tribunal tomó en esta causa a muchos de los jefes y oficiales de los distintos cuerpos del ejército en la ciudad.

El juicio duró más de un mes y se comprobó además que no solamente se planeaba asesinar al General José de San Martín y sublevar a Mendoza, sino también se planeaba un golpe de Estado a las provincias de Cuyo al encontrar vinculaciones con jefes militares de San Juan y San Luis.

El Consejo solamente declaró culpable a José Rodríguez de todos los cargos y absolvió a los demás por falta de mérito.

Rodríguez fue confinado a Buenos Aires y desapareció de la vida pública.