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Cadenas de valor y precios: por qué duele el bolsillo

La distorsión de los precios es uno de los tantos temas que causan desvelo en las exhaustas economías de los argentinos. Según todo indica, el tema irá ganando protagonismo ante las anunciadas revisiones que auguran desde diferentes sectores de la política con posibilidades ciertas de llegar al poder.

23 de septiembre, 2019 - 07:13

Ha sido recurrente en este último tiempo la mención de las distorsiones de precios creados por las cadenas de valor de los diferentes productos, al punto de que suele ser titular de los noticieros la diferencia entre lo que recibe un productor por determinado ítem y el precio en góndola del mismo producto, exhibiendo una multiplicación insólita y, en algunos casos, injustificada.

Es uno de los tantos temas que causan desvelo en las exhaustas economías de los argentinos, y según todo indica, el tema irá ganando protagonismo ante las anunciadas revisiones que auguran desde diferentes sectores de la política con posibilidades ciertas de llegar al poder.

La expresidente Cristina Fernández lo anunció en su última aparición pública en la Universidad de La Matanza –la misma casa de estudios sobre la que ironizó desde Harvard-: "Hay que discutir la formación de precios. Nos hemos dado cuenta de que el problema no era la emisión. Tenemos que ir a la formación de precios y a la dolarización de la economía".

"Y a los márgenes de ganancia también, sobre los alimentos y todo aquello que constituye primera necesidad para la gente", agregó.

Las cadenas de valor son complejas en la economía argentina. Cada eslabón tiene su esquema de costos, ganancias, insumos, y en todos ellos una presión tributaria asfixiante–fruto de un fisco insaciable por obligación, ya que debe contener y subvencionar a millones- que mutila rentabilidades y pone a cada actor al borde de la extinción.

Un novedoso estudio de la Fundación Argentina para el Desarrollo Agropecuario toma como eje el análisis de esas cadenas de valor, arrancando con tres fundamentales: carne, leche y pan.

Lo explicitaron señalando en sus fundamentos: “Con el objetivo de contribuir a la transparencia y a reducir la desinformación sobre cómo se conforman los precios de alimentos básicos de la canasta alimentaria, FADA comenzó a elaborar indicadores para leche, carne bovina y pan".

"Desde el enfoque de cadenas de valor, el objetivo es mostrar cómo se conforman estos precios, a través de los eslabones que la componen, desde la producción primaria hasta el producto final a disposición del consumidor. Se busca identificar la participación de cada uno de los eslabones, de los costos y de los impuestos, con el fin de tener una clara imagen de por qué los alimentos valen lo que valen, y de identificar dónde pueden estar los principales problemas de cada cadena”, expresa.

Cuando se refiere al sector lácteo, indica que “la cadena de la leche presenta un resultado global negativo de -1,64 $/litro. Todos los eslabones de la cadena presentan pérdidas: el tambo y la industria -0,30 $/lt y -0,67 $/lt, respectivamente. Comercio también tiene perdida por sachet de leche equivalente a -0,67 $/litro. La diferencia entre los eslabones es que tanto la industria como el comercio recuperan la pérdida en el sachet con los productos de mayor valor, mientras que el tambo es el único producto que vende".

Y agrega: "El 9% del precio de la leche que paga el consumidor son fletes. Y el costo laboral acumulado en la cadena representa el 22,58%. Del precio final pagado por el consumidor, el 78,7% son costos, el 26,1% impuesto y - 4,8% son pérdidas. El productor tambero debe vender 3,24 litros de leche para comprar un sachet en el supermercado”.

En lo referente a la carne, el estudio señala que “en febrero, la relación insumo (maíz) – producto (novillo) fue de 11,4, es decir que el engordador pudo comprar 11,4 kg de maíz con la venta de 1 kg de carne de novillo, mientras que 3 años atrás compraba 22,7 kg. La carne en febrero tuvo un precio "promedio de $215,56 por kilogramo, de ese precio los impuestos representan el 30,4% ($65,62), el feedlot el 27,5% ($59,32), ternero explica el 21% del precio final ($45,28), el frigorífico el 8,9% ($19,11), la carnicería el 12,2% ($26,24)".

Explica, además, que "el 77% de lo recaudado por impuestos queda en manos de Nación, 19% en provincias y 4% municipios. Los costos laborales son importantes en la carnicería, explicando el 8,35% del precio final. Del precio final de la carne, el 62,5% son costos de la cadena, 30,4% impuestos y 7,1% ganancias”.

Cuando el análisis se detiene en la cadena de valor del pan, los resultados también son llamativos: “El pan francés en febrero tuvo un precio3 de $68,43 por kilogramo, de ese precio el trigo representa el 11,4% del precio final ($7,81), el molino el 3,3% ($2,24), la panadería el 60,8% ($41,62) y los impuestos el 24,5% ($16,77). Los fletes de toda la cadena representan el 2,28% del precio al consumidor y el costo laboral el 35,2%".

"Si se analiza por eslabón, el flete del trigo representa el 11% del precio del trigo y el de la harina el 5% del precio de la harina. Del precio final pagado por el consumidor, el 57,9% son costos, el 24,5% impuestos y el 17,6% ganancias. El precio se multiplica por 7,2 desde que el trigo sale del campo hasta que se transforma en pan y se vende al público. Del total de impuestos que paga la cadena, el 82% son nacionales, 15,6% provinciales y 2,4% impuesto municipales”, analiza.

Estos números demuestran claramente que en todas las cadenas de valor no existe un protagonista que se lleve la parte del león, exceptuando tal vez al Fisco, con altísima participación en todos los rubros.

En algunos casos, todos los eslabones de la cadena están trabajando casi en quebranto, peleando el centavo para la subsistencia, lo que refleja una distorsión que difícilmente pueda encarrilarse rápidamente o solo con voluntarismo.

Es que, en una economía donde las tasas vuelan y la incertidumbre se acrecienta día a día, es muy difícil inspirar a alguien a que invierta su capital en esquemas productivos, industriales y comerciales como los analizados.

Producir en Argentina, hoy, es una cuestión de quijotes. Y el ingenioso hidalgo solo es literatura.