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La vida después de Madrid: River - Boca ¿Qué cambió de aquella final de Copa Libertadores?

El Millonario superó a Cerro Porteño y el Xeneize a Liga de Quito por lo que se cruzarán nuevamente por las semifinales del certamen continental

30 de agosto, 2019 - 15:41

River y Boca volverán a enfrentarse luego de la final de la Copa Libertadores 2018. Esa serie que tuvo como último capítulo al Millonario levantando el trofeo en el verde césped del estadio Santiago Bernabéu que dejó secuelas para el perdedor y satisfacciones para el campeón. Pero ¿Qué cambios hubo desde aquel 9 de diciembre del año pasado a hoy?

Por el lado del Xeneize, tras la derrota dejó su cargo como entrenador Guillermo Barros Schelotto y se desmantelo parte del plantel de jugadores. Es prácticamente otro Boca. Se fueron Pablo Pérez a Independiente, Wilmar Barrios al Zenit de Rusia, Lisandro Magallan al Ajax de Holanda, Lucas Olaza al Celta de Vigo, Leonardo Jara al DC United, Edwin Cardona al Monterrey de México, Agustín Rossi fue cedido a Lanús y quedo libre Carlos Lampe.

Con el correr de los meses, la grieta de la derrota fue creciendo y el daño fue aumentando, a tal punto de que hubo un desgate por parte de algunos futbolistas con la dirigencia y terminaron partiendo rumbo a otros horizontes, entre ellos, Darío Benedetto al Olympique de Marsella, Fernando Gago recaló en Vélez, Cristian Pavón marchó a Los Ángeles Galaxy y Nahitan Nandez al Cagliari de Italia.

Frente a River, en Madrid, Boca había formado con Esteban Andrada, Julio Buffarini, Carlos Izquierdoz, Lisandro Magallán, Lucas Olaza; Sebastián Villa, Wilmar Barrios, Pablo Pérez, Nahitan Nandez; Cristian Pavón y Darío Benedetto. De ese equipo titular sólo se mantienen en el plantel Andrada, Buffarini, Izquierdoz y Villa.

En enero de este año fue presentado Gustavo Alfaro como nuevo entrenador y cambió Boca la manera de jugar. Comenzó a utilizar el clásico sistema 4-4-2 que tanto lo representa y llegaron nuevos refuerzos (Marcos Diaz, Kevin Mac Allister, Junior Alonso, Iván Marcone, Alexis Mac Allister, Eduardo Salvio, Daniele De Rossi, Franco Soldano y Jan Hurtado). Boca se tuvo que renovar casi por completo porque necesitaba cambiar la cabeza.

River, por su parte, se fortaleció. Siguió por el mismo camino que lo llevó al éxito. La unión entre jugadores e integrantes del cuerpo técnico fue creciendo, tomando más confianza y la salida de Gonzalo “Pity” Martínez no repercutió, ya que el equipo no lo extraña a pesar de que no encontró aún su reemplazante natural.

De ese plantel campeón del continente hoy no están Camilo Mayada, Rodrigo Mora (se retiró como profesional), Jonathan Maidana que se fue al Toluca de México y el mencionado Martínez al Atlanta United de los Estados Unidos. Se sumaron como refuerzos Robert Rojas, Matías Suarez y Paulo Diaz.

Marcelo Gallardo, en su tarde más gloriosa como entrenador, puso en cancha a Franco Armani; Gonzalo Montiel, Jonathan Maidana, Javier Pinola, Milton Casco; Leonardo Ponzio, Enzo Pérez; Exequiel Palacios, Nacho Fernández, Gonzalo Martínez y Lucas Pratto.

Luego de esa final que tuvo en vilo a todo el país y a gran parte del resto del mundo, volverán a encontrarse por la fecha 5 de la Superliga en un contexto diferente, pero siempre los superclásicos son partidos aparte.

Será un único choque y por el torneo doméstico que recién comienza, pero podría causarle daño a uno u otro. ¿Qué perjuicio podría sufrir el perdedor del encuentro?

Si el ganador es River, resaltará, aún más, la figura de Marcelo Gallardo como director técnico. Continuará la fiesta con un festejo interminable en el Monumental y cada vez se asentará más la estructura futbolística que arrancó hace casi cinco años con la llegada del Muñeco. Y Boca quedará dañado. Revolverá la herida que no

termina de sanar. Continuará el trauma, Los ánimos en el plantel cambiarán. El clima puertas adentro será hostil y el hincha pensará que es imposible ganarle a su clásico rival y hasta le tendrá pánico cada vez que se enfrenten.

¿Qué pasará si el vencedor es Boca en el Monumental? Aliviará el dolor sufrido en España, en diciembre pasado. No cicatrizará la herida porque no tendrá la misma importancia que una final de copa, pero recibirá una caricia al alma luego de tantos cachetazos recibidos.

Por lo menos, se dará el gusto de aguarle la fiesta en el Antonio Vespucio Liberti y frente a su gente. Y servirá para estimularse para lo que viene, sabiendo que posiblemente vuelvan a verse en las semifinales de la actual Libertadores. Los efectos de una victoria provocarán fortalecer el espíritu de un equipo que necesita madurar y sería un buen comienzo para encaminarse rumbo a ese objetivo.

¿Y si empatan? Un punto para cada uno y se van a sus casas sin preocupaciones ni miedos. Esperando lo que podría pasar si se cruzan en octubre.

¿Quién tiene más para perder? Boca, ya que una derrota profundizaría aun más la crisis ante el rival de toda su vida. El superclásico para el xeneize tiene más peso que para su clásico rival. Es un partido vital. Llega con mucha carga sobre sus hombros. Es más, se redefine el ciclo del entrenador Gustavo Alfaro en los clásicos. Como nunca en su historia tiene una exigencia muy grande de ganarle al Millonario porque sino termina dilapidando todo lo hecho por este cuerpo técnico hasta ahora.

Boca no podrá volver a fallar en lo que va del año. Perdió con Tigre la final de la Copa de la Superliga. Quedó eliminado por Almagro en los 16avos de final de la Copa Argentina. Todavía no encontró una manera de jugar como equipo. Y si encima cae ante River, sería un vacío total en cuánto a objetivos planteados hasta ahora, salvo el título que le ganó a Rosario Central (por penales) en la Supercopa Argentina.

Entre los argumentos para la elección de Alfaro, tras la salida de los Barros Schelotto, se puso sobre la mesa la llegada de un técnico de experiencia para sanar el sufrimiento padecido en Madrid, mantener al equipo competitivo en todos los torneos disputados, refundar el plantel de futbolistas y tratar de cortar con esta mal racha ante River. A cambio, la dirigencia le trajo los refuerzos que él pidió y le dio la llave del vestuario. Por ende, el domingo Alfaro tendrá la misión de cumplir con uno de los pedidos de la dirigencia: sanar por un tiempo la herida sufrida en Europa y que de a poco vaya cicatrizando.

Cuando el domingo Fernando Rapallini pite el comienzo del partido, pasarán 260 días de aquella final en Madrid y mucha agua por debajo del puente, especialmente, en el equipo que sufrió el resultado final de ese encuentro. Boca cambió su manera de jugar y mejoró como equipo. River mantiene la misma esencia, el mismo buen juego y su entrenador Gallardo pasa por el mejor momento de su carrera afirmando las bases de un equipo intenso y sólido en todas sus líneas. Pero un superclásico entre los dos equipos mas grandes de Argentina tiene un sabor especial y se juega de una manera diferente. Todo puede pasar a pesar de que algo cambió desde aquel día en Madrid