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La Argentina descalza | Capítulo 1

“El reciente diagnóstico electoral en las urnas abre una incertidumbre en lo concerniente al Acuerdo entre ambos Bloques”. ¿Qué deberíamos hacer? 

23 de agosto, 2019 - 11:37

Al imaginar la política exterior de Argentina impera en mi imaginación una idea de ver a los gobiernos de turno como un caminante que no decide o no sabe elegir qué “tipo de calzado le sienta mejor” para transitar los acontecimientos cada vez más vertiginosos y polifacéticos de la agenda internacional. En algunas ocasiones nuestro país optó por calzarse lo que demandaba la alineación con Washington y las corrientes del conservadurismo; en otros con el concierto populista que predominó en diferentes momentos en América Latina. E inclusive se embarcó, en contadas ocasiones, con un aparente “progresismo a la europea”.

Lo acontecido en las PASO sitúa el posicionamiento de nuestra Nación en el concierto mundial bajo un halo de enorme incertidumbre que, en los próximos meses, nos pondrá bajo la lupa de los mercados foráneos y también en los entretelones de los posicionamientos geopolíticos estaduales con una singular particularidad. En este contexto de indefinición la Argentina se mueve descalza en el contexto global. No muestra señales claras de cuál va a ser su “paso y ritmo” venidero porque, ante el mundo, no hemos elegido el calzado aún. No saben si se mantendrá una cierta coherencia con el último modelo usado o será un estilo completamente nuevo. He aquí la problemática planteada y las posibilidades o riesgos subyacentes; ya que una orientación clara y a corto plazo de la política exterior determinará la proyección de inserción y de socios afines en el concierto cosmopolita; y si nos seguimos manteniendo con los “pies al descubierto” todos nuestros pasos serán a través de una senda incorrecta, cualesquiera fuese, y acompañados del constante peligro de pisar una dolorosa espina que nos imprima secuelas por largo tiempo.

En este contexto, a través de diferentes capítulos se intentará analizar los diferentes escenarios de acuerdos, posicionamientos y visiones de la actualidad de nuestra política exterior; desde una perspectiva lo más racionalista posible.

Acuerdo Mercosur – Unión Europea

A mi entender, el acuerdo de comercio entre ambos bloques es el hito en materia de logros de la política exterior del Estado argentino más importante en la última década y, sin dudarlo, la iniciativa más clara de los miembros del Mercosur para inyectar “aires renovados” a la Zona de Libre Comercio sudamericana y darle una nueva importancia estratégica. No quiero redundar en las enormes posibilidades de este Tratado con el “Club de los 28”; sin embargo considero de importancia esencial que, en caso de asumir un nuevo gobierno, debe trazarse una hoja de ruta para que el acuerdo no se estanque en interdictos burocráticos o ideológicos y quede como un mero compromiso de voluntades disipándose con el paso del tiempo.

Hay que recordar que el Acuerdo, de ser ratificado por las partes recién tendría funcionamiento pleno para 2030. No obstante, es de importancia capital avanzar sobre la modificación del Arancel Externo Común a corto plazo y empezar de forma paulatina y creciente el intercambio comercial en las áreas de implementación más ágil como son la industria farmacéutica, insumos médicos de alta tecnología, industria pesada y exportación cárnica de diferente tipo.

Estas acciones fortalecerían en los próximos dos/tres años el Acuerdo a través de una implementación parcial y permitiría zanjar escepticismos de tipo ideológico entre las partes; también allanaría la mesa de negociaciones para tratar puntos sensibles que han causado resquemor como son un intercambio de bienes equilibrado en lo concerniente a consumo hogareño e industrial, (ropa, derivados del plástico, siderurgia aplicada), producción automotriz y proteccionismo en materia agrícola, entre otros.

Comparto lo que se sostienen algunos críticos: “Comerciar más no implica siempre comerciar mejor”.  A tal efecto, habrá que prestar atención a los importantes porcentajes de ganancias que deben ser de tipo distributivo y que una mayor liberalización del mercado no devenga en un cuadro de ganadores y perdedores.

En todo este esquema es neurálgico comprender que la Unión Europea es un mercado por demás competitivo y toda negociación equilibrada dependerá de un factor indiscutible que será ofrecer productos y servicios de gran calidad; en consecuencia la formación en el "know how" de nuestros trabajadores técnicos y profesionales será diferenciador. Todo lo expuesto será lo que determine firmar un acuerdo sin sustento y firmar un buen acuerdo que potencie significativamente haga competitiva a largo plazo a nuestra economía.

En esta sintonía, la industria vitivinícola nacional, que de antemano podría encontrarse entre las más perjudicadas recibió, en su mayoría, con buen agrado este acuerdo y empezó a idear un plan de instrumentación y así estarse preparados y ¿por qué se animó? Porque su industria es competitiva; en igual consonancia se mostró favorable la industria agrícola y también las PYMES que han sido un sector muy perjudicado en su manutención este último tiempo pero que se han caracterizado por una enorme creatividad en la calidad de sus servicios y productos, comercialización y supervivencia financiera; y que podrían encontrar un nuevo impulso a través de un esquema con menor carga impositiva y logísticamente ágil.

La retórica inculcada a la diplomacia es un aspecto que genera predisposición o negación política con quienes negociamos y, sin dudarlo, una frase como la de Axel Kicillof diciendo: "Este acuerdo condena a la Argentina a un proceso de desindustrialización y va a ser una tragedia" no contribuye a darle un cariz constructivo a las tratativas.

Se pueden manifestar reservas a aspectos del futuro Tratado pero solo tendientes a lograr un ansiado esquema “Win-Win”. A esto quiero añadir que denostar o ponderar este acontecimiento desde una lógica electoral carece de responsabilidad, lo relativiza y dificulta su abordaje como política de estado que se sustente más allá del color político que nos gobierne.

A nivel intra - bloque sudamericano deberán buscarse canales de solución para la crisis político - social venezolana; su suspensión genera dudas sobre futuras trabas una vez que se reincorpore como miembro en pleno ejercicio de sus derechos y no se sienta en conformidad con la “letra chica” y obviamente por lo que puede aportar el país bolivariano desde sus potencialidades; en concordancia Argentina y el MERCOSUR, de forma particular y conjunta, deben acompañar desde una actitud conciliadora el proceso de salida del Reino Unido de la UE (Brexit); por otro lado es importante ratificar el Acuerdo en un tiempo razonable ya que los euroescépticos que aumentarán su presencia en el Parlamento europeo tras los resultados de las últimas elecciones pueden mostrarse reticentes y dificultar una implementación acorde.

 

Por último, se sabe que en materia de mirada internacional e integrando el denominado Grupo Callao, un “Think tank” creado por Alberto Fernández a principios de 2018, se sitúan como referentes tanto el excanciller Jorge Taiana como el ex embajador en Portugal Jorge Argüello y, también, un pequeño grupo de intelectuales del mundo diplomático en comunión con el Frente de Todos. Quién llevará adelante las negociaciones es un aspecto de vital importancia y testigo de este hecho fue que el actual Canciller Jorge Faurie, conociendo en detalle la política interna de la Unión y  teniendo una muy cordial relación con el Presidente de Francia Emmanuel Macron, pudo establecer un canal estrecho y eficiente de comunicación con los principales referentes del Bloque europeo. A su vez, el jefe de Estado deberá tener un rol activo para comunicarse con sus pares y destrabar cualquier situación que pueda ser disruptiva.

Entre los antedichos referentes, creo que Argüello sería la decisión de Fernández como posible canciller y sería importante sumar a Faurie como asesor ya que es un diplomático de carrera y conoce esa arena tan particular como pocos y ha servido en anteriores presidencias sin verse ensimismado por los colores partidarios.

Me gustaría añadir que Jair Bolsonaro no tiene la mejor relación con algunos de los principales referentes del Palacio de Itamaraty, (Cancillería brasileña). Y no es bien visto por cuantiosos líderes del “viejo continente”; este hecho decantó en que Argentina fuera la principal protagonista de la construcción del Acuerdo. Este posicionamiento que nos da prestigio y mayor poder especifico no debe perderse porque nos permitiría acordar ciertas cláusulas de preferencia dentro del marco global de un futuro Tratado.

En definitiva: racionalidad, persistencia y negociación con búsqueda de consensos deben mantenerse y potenciarse para que este Acuerdo logre verdaderas ventajas de crecimiento económico para nuestra Nación y un desarrollo regional de gran envergadura; todo en un marco de una política de estado que se sostenga en el tiempo.