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Tiroteos y supremacismo blanco

Los primeros días de agosto estuvieron marcados por dos tiroteos que conllevaron más de treinta muertes en Estados Unidos, llegando a la cifra de 21 asesinatos masivos en lo que va del año

13 de agosto, 2019 - 09:07

En la ciudad de El Paso, Texas, el estadounidense de 21 años Patrick Crusius ingresó a un Wal-Mart y abrió fuego contra la multitud que se encontraba en el local. Posteriormente, fue detenido por la policía local, a los que se entregó sin oponer resistencia y se identificó como el autor de la matanza.

Otro tiroteo se produjo trece horas después en la ciudad de Dayton, Ohio, donde los muertos fueron diez y los heridos ascendieron a veintiséis personas. El tirador, Connor Betts de 24 años, fue abatido por las fuerzas de seguridad. Hasta ahora se desconoce la causa del altercado. A ésto se le suma el tiroteo de fines de julio durante el Festival del Ajo de Gilroy, California, donde murieron cuatro personas incluyendo al tirador.

A Patrick Crusius se le atribuye un polémico documento titulado “La Verdad Incómoda” que circula a través de diversos foros de internet. Es un manifiesto contra la “invasión hispana”. En el documento se anticipa la matanza, la cual habría tenido como objetivo matar a la mayor cantidad posible de mexicanos. El fiscal encargado de la cuestión ha catalogado al caso como “terrorismo doméstico” y crimen de odio. Por ello,  el autor podría ser condenado a pena de muerte.

El altercado se muestra como un reflejo del ataque a dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, durante marzo de este año, donde se produjeron cuarenta y nueve muertes y más de cincuenta heridos. El autor de esta matanza había publicado un documento de setenta y cuatro páginas en el que sostiene los principios del supremacismo blanco y acusa a los musulmanes de ser los gestores del "genocidio blanco" en Europa. La masacre de Christchurch es mencionada y elogiada en “La Verdad Incómoda” de Crusius.

El supremacismo blanco retoma fuerza en grupos marginales de ideologías neonazis en Europa, sobre todo en los países nórdicos. Por su parte, Estados Unidos tiene una propia historia de este movimiento que se encuentra presente en el país desde antes de su constitución como tal, pasando por la guerra civil y continuando después de la caída de los Estados Confederados en 1865. Ese mismo año se produciría el nacimiento del Ku Klux Klan, grupo supremacista blanco que continúa hasta hoy día.

El crecimiento de la violencia racial ha ido creciendo de forma constante en Estados Unidos a partir del 2001, con la caída de las torres gemelas. Mientras que Donald Trump niega esta ideología sea una amenaza significativa, el director del FBI asegura que el total de grupos de supremacismo blanco han aumentado en un 50%, llegando a contabilizar algo menos de mil. Por su parte, los demócratas han capitalizado el hecho con fines políticos, señalando al presidente y al resto del partido republicano como culpables de influenciar este tipo de actos por medio de su retórica anti migración.

Los medios estadounidenses aseguran que los agentes del FBI y otras autoridades federales tienen como objetivo identificar a posibles yihadistas en suelo norteamericano y fallaron en su intento de combatir a los grupos supremacistas blancos, ya que se le presta menos atención de la debida al extremismo de derecha.

El extremismo es un cáncer. Éste hace surgir los “tumores” del fanatismo que dañan y contagia a las demás células y son una amenaza constantemente de llevar a la muerte del cuerpo social en su conjunto. Como ocurrió, por ejemplo, en Alemania durante el gobierno nazi, donde los ciudadanos alemanes fueron arrastrados por una minoría de extremistas que llegaron al poder y terminaron siendo cómplices de éstos. Esta enfermedad puede presentarse en todas las sociedades del mundo, desde posturas radicalizadas que suelen surgir de las etnias, ideologías, religiones, y/o movimientos sociales.

Hoy en día la humanidad debe tomarse el trabajo de distinguir el pensamiento extremista presente en cada discurso; tarea que aparenta ser fácil pero no lo es en absoluto. Muchos movimientos modernos muestran una máscara que resulta positiva y amigable para la opinión pública, pero esconde una matriz radicalizada y extremista en el interior de sus mensajes y actos.