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El cristal con que se mire

08 de julio, 2019 - 07:15

Una semana intensa culmina con pocas certezas y un cúmulo de expectativas que, de la mano de acuerdos históricos, abren un compás de espera interesante que requerirá astucia y, definitivamente, fuerte vocación por el cambio.

El acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, producto de dos décadas de trabajo, por fuerza del egoísmo imperante y de una política que sigue jugando a las minucias, no es percibido como un logro del país y su bloque de pertenencia regional, sino como un mero anuncio del Gobierno, para ser reivindicado por unos y vituperado por otros, de acuerdo al cristal con que se mire.

Lo que debería ser entendido, entonces, como una política de Estado, que atravesó varios gobiernos, se desvirtúa en la hoguera del interés pequeño, de la chicana, del corto plazo. Así, lo que otrora fue vendido como esperanza hoy se critica como la ruina futura, pero todo puede cambiar en un par de meses, si cambia el escenario de poder.

En lugar de discutir que transformaciones impone ingresar a un mercado soñado, de consumidores de alto nivel adquisitivo y exigencias conexas con ese poder, considerando los años de gracia que se tienen para llevar adelante esas transformaciones, las discusiones van otra vez al barro, a la chicana, al anuncio catástrofe.

Por otra parte, los sectores de la producción mendocina consultados sobre el acuerdo sí se mostraron a la altura de las circunstancias. Claro, ellos no se juegan un cargo más alto o más bajo, sino el futuro y la prosperidad de sus empresas.

En todos los casos el optimismo y la cautela se ven por partes iguales: saben que una puerta muy grande se abre, y saben que necesitan una evolución notable en competitividad para afrontarla. Se saben dispuestos al esfuerzo, pero también saben que la política puede boicotear algunas reformas que son condición sine qua non para ser parte de esos mercados.

Para ser francos, la necesidad de mejorar la competitividad de la economía no es una imposición de los acuerdos de libre comercio, es la única opción posible para no naufragar en un mundo globalizado. Con regulaciones laborales inviables, un sistema tributario insostenible, y en un contexto de crédito y financiación adversos, las reformas son la única vía de salvación.

Pero a la hora de los bifes chocan con un Estado que necesita de esa presión asfixiante para hacerse cargo de solventar a la mitad de la población alcanzada por su asistencia. Y por supuesto con sectores sindicales que defienden con uñas y dientes los cuantiosos fondos que se llevan sin control ni justificación.

El el terreno provincial, por otra parte, dos hechos marcaron la semana: por un lado los anuncios de inversiones petroleras de YPF, tanto en la explotación de los yacimientos de Llancanelo, al sur de Malargüe, como en las obras de ampliación y actualización tecnológica de la refinería de Luján de Cuyo.

Con alrededor de 1.400 millones de dólares prometidos, la refinería se pondría en forma para procesar mucho de lo que se extraiga de la cuenca de Vaca Muerta, mientras que las distintas perforaciones del sur provincial, pese a la baja de regalías, aportarían recursos y trabajo a la economía provincial.

Desde el Gobierno lo graficaron explicando que es mejor el 6% de mucho que el 12% de nada, con respecto a las rebajas, y además resaltaron la calidad de empleo que crea el petróleo, con históricamente los salarios más altos de la economía.

Por otro carril fueron las cuatro obras de infraestructura para el desarrollo con que el gobierno quiere despedirse de su gestión. Obligadas a la ratificación parlamentaria de su financiamiento, la ley se empantanó ante una oposición que le puso freno, diciendo que necesitan estudiar cada caso en profundidad, y sabiendo que los plazos del BID –entidad que financiará gran parte de la inversión- se agotan en poco tiempo. Cada cual sacará sus conclusiones, aunque esto habla a las claras de cómo se puede gestionar un país donde, en un año de cada dos, se vive en campaña.

En el ámbito político, la semana cerró con la visita del candidato del Frente de todos, Alberto Fernández, que brindó una conferencia de prensa en un céntrico hotel cinco estrellas, y tomo parte en un acto partidario en San Martín para finalizar su viaje.

Paradójicamente, la medida de fuerza de su incondicional adherente Pablo Biro, titular de uno de los gremios aeronáuticos, le generó demoras de agenda, pero tal vez lo más sustantivo es que, en sus dichos, no se apartó un ápice de lo que vienen recitando desde hace tiempo Fernández Sagasti e Ilardo: su referencia a Mendoza sólo se centra en el endeudamiento. Poco le importa que sea con fines de obras y mejoras en la infraestructura o servicios de los mendocinos.

Para Fernández es lo mismo endeudarse para gastos corrientes que para obras, tal vez porque su desconocimiento es tan grande que sólo escuchó a sus anfitriones y en eso basó sus dichos. Nuevamente, todo es de acuerdo al cristal con que se mire.

La semana que comienza, ya con las campañas presidenciales lanzadas, promete nuevos cruces, y entre ellos el dictamen opositor sobre una de las cuatro obras que diseccionarán meticulosamente, la de la Ruta Provincial 82. De ahí podrá leerse la clave de cómo será la relación Gobierno - oposición, por lo menos en lo que queda del año.

Algunos querrán que sea muy mala. Otros muy buena, para mantener un hálito republicano que parece cotizar en alza. Depende del cristal con qué se mire.