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El día del padre

02 de julio, 2019 - 18:43

Una mañana de domingo, domingo de invierno, un domingo como otros pero distinto... andábamos en los años 91’ o 92’, creo, del siglo pasado... ¡¡¡del siglo pasado...!!! 

A la pucha que queda lejos; como muchas mañanas de aquellos domingos, la noche anterior ya se  sabía que había que levantarse temprano porque había una nueva fecha del torneo de los camioneros, y los tres hermanos (los dos más grandes se habían acostado como cada domingo un par de horas antes, con suerte...) eran parte del equipo que representaba al transporte de cargas donde trabajaba el padre de las criaturas…  

Así fue como a media mañana ya iban en el Rambler Classic llegando a las canchas del sindicato de los trabajadores del rubro camiones, ubicado en el Distrito Luzuriaga del departamento Maipú, y esperando a que terminara de llegar el resto de los compañeros y rivales de esa mañana. 

Arrancó el partido entre toques tímidos de uno y otro lado, los rivales vestían camiseta azulgrana, era como estar jugando contra el San Lorenzo de los camioneros. La memoria me juega mala pasada y ya ni recuerdo a qué empresa pertenecían, aunque estoy casi seguro que era de la que tiene la vaca atada y lleva leche tranquilísima a casi todos lados… 

Al ratito nomás de iniciado el partido, el 11 de los nuestros ( sí el 11, porque ese equipo jugaba con la camiseta de acuerdo a la posición y no como jugadores de NBA) ya se estaba haciendo un picnic por la punta izquierda y por la punta derecha iba y venía arrastrando rivales y gambeteando, por supuesto que se ligó en 15 minutos unas 16 patadas, gratis no era la jodita… y de pronto, ¡pum!: 1 - 0… y ahí seguían merodeando el área esa tropa de voluntades amateur, amateur hasta de la vida, la de los laburantes, ¿vio?, de los que toda la semana le daban duro a la carga de las cajitas y le ponían el hombro desde hacía años en la misma empresa, por un kilo y dos pancitos, esperando que algún milagro los sacara de la “mediabajanía” económica que les rodeó la vida desde purretes. 

Bueno, la cosa es que nadie supo en qué momento el cuervo lácteo clavó el empate… A arrancar de nuevo. El 11 seguía haciendo de las suyas, al mejor estilo René Orlando (justo contra los de camiseta azulgrana), el que hacía las veces de 10 en ese equipo, era como ver al mejor Ardiles, la pegada de Juan Román, el talento de Alonso y la ferocidad del Jefecito Masche, les juro que no exagero, tremendo jugador… pero la vida va yendo por donde la corrés y la corrieron para donde nada era recomendable para un talento deportivo como el de estos dos… el 10 y el 11 eran hermanos.

Después vino el 2 - 1 para los hermanos macana, ¡ah!, porque el 5 de ese equipo era el tercer fratello en cuestión; el gol, una pincelada de picardía, precisión y seguridad fue olímpico… del 11. 
El tercero fue una pared larga entre el 10 y el 9, este pone el centro corto atrás y casi a media altura, en el vértice del área chica, ahí definió el 5, de zurda y de volea, cordonazo cruzado a la izquierda del arquero, a la ratonera, golazo.

Segundo tiempo y ya era todo mas fácil para el equipo ganador, faltaban tres goles más que fueron convertidos por el 10 y el 11, resultado final 6 - 1, tres goles del 11, dos del 10 y uno del 5. Los carasucias lácticos se retiraban en perdedores, luego de haber sido bailados por estos muchachos, que se sabían encaminados a un nuevo título de aquella amateur liga. Era el Día del Padre ese domingo, no era un domingo más, era el día en que esos tres hermanos jugaron juntos en el mismo equipo y en esa fecha tan cara a los sentimientos, era el día en que el DT de ese equipo era el padre de estos tres. Y no fue un domingo más, fue ‘el día del padre’ para ese tipo, que miraba seguramente orgulloso desde la línea de cal el equipo que armó, ese tipo que mezcla una voluntad inclaudicable para no rendirse nunca, sana enseñanza sin palabras por el esfuerzo y el trabajo, cariño indisimulable y poco demostrativo por su familia y una personalidad extraña, machista –qué se le va a hacer–, de esas que no se sabe cuándo se es feliz y cuando no, pero que se lo sabe cabrero cuando está de mal humor, quizás sea un tipo parecido a un perro celeste (verdes hay y muchos), raro, sanguíneo, que supo lo que es lucharla sin nada en un país extraño, adonde no conocía ni siquiera la calle que estaba pisando, pero la pisó e hizo historia, a fuerza de laburo y vino tinto. Tragando la hiel del destierro y el desarraigo de su patria y poniendo todo lo que hay que poner en el partido más importante de su vida… y que al final hoy, 46 años después lo ganó por goleada, no sin sufrir algún gol en contra o algún foul de atrás, o un codazo en un córner, para hacerle saber que no estaba cabeceando en su área. 

No, aquel domingo no fue un domingo más, en la piel de ese DT, ni en la de esos tres hermanos, tampoco en el que escribe esta crónica, y que ese día lucía la 5 y marcaba terreno en la mitad de la cancha, la crónica de un domingo frío de invierno, donde fui feliz con mis hermanos ‘jugando a la pelota’, convirtiendo un gol, y festejando con mi viejo al final del partido… definitivamente no fue un día más en nuestras vidas, ese domingo fue el DÍA DEL PADRE…