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En modo campaña

Parece que la campaña definitivamente será, más que de seducción, mostrar los errores ajenos. Quien logre denostar más y mejor a los contrincantes parece que aumentará sus chances.

15 de julio, 2019 - 07:28

En la semana que culminó, finalmente, la eterna campaña electoral que lleva meses tomó sus formas definitivas. Con los spots en el aire y la incertidumbre que genera el escenario político, todos juegan sus fichas de la manera en que managers, publicistas y estrategas deciden y los candidatos acatan al pie de la letra, salvo excepciones.

En este contexto no sorprende entonces que por el lado de los oficialismos, tijeras en mano, se dediquen a cortar cintas e inaugurar obras, y del lado opositor sean todas críticas y anuncios catástrofe.

Nada nuevo bajo el sol entonces.

Lo cierto es que a Mendoza, tal vez por la necesidad de asegurar los bastiones propios, le ha ido muy bien en el reparto. Si hace poco se destrabaron los fondos para Portezuelo del Viento, obra clave para fortalecer el sesgo de proveedora de energía que ya tiene la provincia y que como recurso es estratégico, los anuncios de YPY con cifras aún mayores para potenciar la refinería y multiplicar la explotación petrolera sureña se pueden anotar como otro logro importante.

En este esquema se anota la visita presidencial de mañana, donde Mauricio Macri inaugurará el nuevo tramo de la Ruta Nacional 40 entre Pareditas y El Sosneado, obra clave para la conectividad y logística de ese sur donde brilla como un nuevo Eldorado la parte mendocina de Vaca Muerta.

Por el lado de la oposición, debieron afrontar una decisión difícil frente a las cuatro obras de infraestructura para el desarrollo que envió el Gobierno a Legislatura, y que los colocó en un brete. Aprobar significaba anotarle un poroto a Cornejo a meses de su salida del poder.

Negarse era pagar un alto precio ante las comunidades que esperan esas obras, y a las que poco le interesa saber de deudas contraídas, máxime cuando las condiciones de endeudamiento son muy favorables. En ese brete, aprobaron una y patearon tres, como para salvar las formas, y nadie se anima a estimar si pagarán el costo político en las urnas.

Encima, a nivel discurso, no aciertan con elaborar una crítica de consistencia. Ilardo critica a Cornejo por no hacer obras, por el endeudamiento, y Fernández Sagasti publica un tweet que parece inspirado por Durán Barba: “Quiero ser socia de todos los empresarios de Mendoza”, escribió, y la respuesta de algunos hombres de negocios, sotto voce, fue “¿Como Boudou de Ciccone? ¿Como Néstor de Lázaro?.

Los terceros en el orden de preferencia, desde Protectora, se alinearon con Lavagna, cuya candidatura parece diluirse en la fuerte polarización y no alcanza a entusiasmar a los independientes, y parece que tampoco a los propios.

Fuera de las fronteras provinciales, el escenario que se roba todas las miradas es la provincia de Buenos Aires. Es que las mediciones dicen que Vidal se acerca a Kicillof, pero cuando se le pega Macri el ex ministro de Economía se le aleja, y ahí tratan de pergeñar una campaña donde maximicen las ganancias y minimicen las pérdidas, sabiendo que el destino nacional pasa en gran parte por ese territorio.

La otra perla en disputa es Córdoba: el gobernador Schiaretti coquetea con todos pero a ninguno le acepta el anillo de compromiso. En el macrismo quieren sumar ahí todo lo que se pueda, sabiendo que fue clave en el balotaje contra Scioli.

Por el lado K lo mandan a Alberto a seducir, pero sabiendo que su fuerza nunca pudo hacer pie en la Docta, y que además sufrió las consecuencias del maltrato durante años. Sacan a relucir aquel pedido de La Cámpora de que nadie vacacione en Córdoba luego de que Cambiemos arrasara en las presidenciales, y con esas credenciales les dicen 'minga'.

Así las cosas, la campaña de un lado y de otro está sostenida en un fino límite. Para el Gobierno, el frágil equilibrio que está logrando en la economía, con paz cambiaria, con números de reactivación en algunos sectores, con reservas fortalecidas y una decidida inyección de fondos para el consumo, parece ser el único camino de aumentar sus chances.

Para la oposición, todo eso significa pérdida. Haciendo un revival del setentista “cuanto peor, mejor” juegan a aventurar la debacle total, y anunciarse como el único antídoto contra el hambre de los argentinos. Pero también tienen sus riesgos: mostrar a Cristina es espantar a los moderados, de ahí que su figura aparezca con dosis homeopáticas –salvo casos puntuales como el de La Matanza, donde la campaña es de los locales con ella y excluyendo a Alberto–.

Y por el lado de Alberto la complicación aparece por el lado del archivo. Se ha cansado de pelearse con la prensa cada vez que le recuerdan sus dichos. Perder su cariz de componedor ante la opinión pública es no jugar el partido para el que lo llamaron, así que cada día camina más por arenas movedizas.

En este estado, entonces, parece que la campaña definitivamente será, más que de seducción, mostrar los errores ajenos. Quien logre denostar más y mejor a los contrincantes parece que aumentará sus chances.

Las ideas quedarán para otra oportunidad.