|30/06/19 09:20 AM

Tierra política arrasada por payasos y la borocotización

01 de julio, 2019 - 07:11

Múltiples hechos recientes, como así olorosos dichos, confirman a los argentinos en general y a los mendocinos en particular, que estamos rodeados de una clase política sin escrúpulos. Señal que deja claro que los delicados inconvenientes que actualmente precarizan el vivir de la gente, les importa un reverendo rábano, con el perdón de la hortaliza.

El sujeto devenido a cómico y con inclinaciones mesiánicas llegado a la política –especialmente al fanatismo kirchnerista–, conocido como Dady Brieva, con profesión poco difundida, profesor de educación física (¿?), en su protagonismo mediático permanente, porque le da contenido al amarillismo que aflora en muchos medios nacionales, tuvo otra pestilente expresión de su autoría: “nosotros le tenemos respeto al oficio del chorro, no es para cualquiera”. Algo por lo que todos se espantaron y no se detuvieron pensar que el tipo es coherente dentro de su torcida presencia en la sociedad argentina.

Brieva no puede tener una postura diferente ante la corrupción y por eso defiende con garras, insultos y prepotencia al esquema político que dominó el escenario del país durante 12 años. Entiende con su único tornillo cerebral, que lo que se le hizo a la Nación provino de chorros profesionales y a ellos se les debe respeto.

El otro dicho que no produjo tanto fanatismo popular y sí, dolor en sectores que vivieron y sufrieron el mortal paso de la dictadura militar, cuando el cómico expresó “debería existir una Conadep del periodismo”. El pedido es porque él tiene la visión que el trabajo del periodismo argentino se hace mal, por lo que deberían enfrentar juicios si su trabajo lo hace mal.

Dichos que salieron cuando comentó y, como no podía ser de otra manera, defendió al exsecretario de Obras Públicas José López, hoy con condena efectiva por los famosos bolsos con una millonaria cifra en dólares que pretendía ocultar en un convento.

Brieva cree y quiere hacerle creer a todo aquel que lo escuche, que en la Argentina hay presos políticos. Y que los trabajadores de prensa somos parte de esa maquiavélica máquina, tipo Gestapo, que persigue a los buenos. Esos buenos, que según él, conforman ese oscuro esquema que ejerció con mucho impunidad el poder del país desde el 2003, hasta el 2015.

A los cimbronazos de este tipo de exposiciones públicas que golpean el rostro de un país sufriente con todo lo que pasan sus ciudadanos, aparece Mendoza mostrando una vez más que la borocotización sigue más viva que nunca. Es decir que aquello que instaló en 2006 Eduardo Lorenzo Borocotó, cuando en el Congreso de la Nación, aceptó ser cooptado, sin ningún tipo de  decoro. En aquel entonces el flamante legislador había accedido a una banca por el macrismo y se fue al kirchnerismo, sin escala.

El caso de nuestra provincia el tema se ubicó en el Este, cuando un consagrado candidato a intendente en el municipio de La Paz por Protectora Fuerza Política, decidió renunciar a esta condición. El siguiente paso fue arrimarse a las filas justicialistas y apoyar la candidatura del hombre propuesto en las Primarias del pasado 9 de junio.

Un nuevo caso de borocotización, más no el único que sufrió la coalición política que lideró José Luis Ramón. Aquella que lo llevó a la diputación nacional con 250 mil votos y permitió ubicar concejales, diputados y senadores provinciales.

Sin embargo, a poco de andar la fuerza Protectora PI se fue diluyendo con el armando borocotizador de fugas o rupturas no muy bien explicadas al electorado que los apoyó en las urnas.

El primero en hacerlo fue el actual senador Héctor Bonarrico, quien hace poco presentó un libro denominado Una democracia enferma (¿?). A la salida del pastor sobrevinieron otros legisladores, inclusive  todos  del Partido Intransigente.

Estas son las señales que recibe la gente de parte de una dirigencia que está muy lejos que mostrar coherencia, respeto, sensatez y ese sentido común, hoy sepultado. Tan grave, como patético.