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Algunos apuntes acerca de la tercera posición

03 de junio, 2019 - 07:07

Coqueteos, insinuaciones, cintura, sí pero no, ni, hablo con vos pero miro de reojo al otro lado… Quienes observamos la política argentina de estos días parecemos espectadores de una mala novela televisiva que, por desgracia, involucra nuestro futuro, y lo tiñe de tonos oscuros.

Quienes practican esencialmente ese juego son aquellos que habitaron durante estos años la eufemísticamente llamada “ancha avenida del medio”. Aquellos en quienes sus prácticas desmienten sus declamadas intenciones.

Desde Robertos hasta Margaritas, y desde Sergios hasta Migueles, todos se definen como adalides del acuerdo, del consenso, del diálogo político. Pero su ficción se ha vuelto demasiado berreta.

En primera instancia correspondería preguntarles si, tan fanáticos de esas virtudes republicanas como se definen, no han tenido tiempo de practicarlo y perfeccionarlo como para, por estos días, presentar una propuesta formidable e irresistible.

Cuatro años, nada menos. Desde aquel lejano 2015 donde ya la grieta era un abismo, y quedaba claro quiénes estaban de cada lado, en una sorda batalla, estos señores podrían haber comenzado un lento, sano, paciente y virtuoso proceso de elaboración de esa “alternativa superadora” de la que son voceros.

Nada de eso hicieron. Jugaron a comerciar sus míseras porciones de poder pensando en cómo mantenerlo, acrecentarlo, negociarlo. Acomodaticios por naturaleza, hoy llegan al fin de esos cuatro años sin saber en qué tren subirse, que en algunos casos será un mísero bondi, o hasta un ciclomotor.

Como en aquel tango llamado “Tarde” que eternizó Julio Sosa, “ahora que no es hora para nada” se presentan con sus decálogos de coincidencias, con sus puntos de gran acuerdo nacional, y se ven bastante patéticos, más allá de las mediciones y los focus groups que posicionen o hundan a esta horda variopinta.

Algunos se salvaron. Alberto Fernández, por ejemplo, sin ponerse colorado, se fue de la avenida, eligió un lado de la grieta y curiosamente fue entronizado como el hijo pródigo, como Ulises de vuelta en Ithaca, que volvió a dibujar una sonrisa en aquel mustio rostro de una Penélope ya definitivamente agria.

Entonces, ante la evidencia, vale la pena preguntarse si realmente existe la tercera posición. Si hay en realidad una avenida del medio o son meros engendros políticos sin nada de contenido.

Y la verdad es que se trata de una mentira. Nuestro país lleva tres décadas donde dos ideas pelean por el todo, porque su vocación es del todo: el ala populista y el ala liberal. Falta en Argentina un proyecto de corte socialdemócrata, de respeto institucional y que valore verdaderamente el desarrollo social pleno (no me respondan con las dádivas populistas, con el pobrismo y la sacralización virtuosa de los pobres, para mantenerlos en ese estado y vivir de ellos, la discusión pretende ser superadora).

EL intento alfonsinista de los ’80, que tuvo su breve correspondencia en el peronismo de Cafiero, terminó como terminó. Los enemigos irreconciliables de hoy, el populismo y el liberalismo, se unieron en una operación de pinzas, Cavallo y Menem eran sus caras eminentes, y mediante saqueos y golpe de Estado económico derribaron el proyecto. Desde ahí dominan la política nacional y la frontera que los divide es tan lábil que fluyen de un lado a otro con comodidad. Poner ejemplos llevaría tanto espacio que no vale la pena. Sin ir más lejos, los Kirchner estuvieron de los dos lados.

¿Aparece en el horizonte argentino alguien capaz, en serio, de plantear la necesaria tercera posición? La respuesta es personal, en caso de que se coincida con el análisis. Pero para el escenario próximo no está, seguimos a merced de la misma trampa.

Vuelvo a Julio Sosa y su inolvidable tango, porque su sentencia es inapelable. “Tengo miedo que se vuelva a repetir, la comedia que me ha hundido en el sufrir”.