|03/05/19 07:30 AM

¿Cuánto falta para 1984?

George Orwell en su novela, a través de una intrincada trama, introdujo la posibilidad que mediante el lavado de cerebro y la manipulación del lenguaje se pudiera llegar al control político, social y cultural de una sociedadPor eso, ante los intentos de los gobiernos de controlar nuestras vidas, no hay mejor antídoto que un pueblo educado y bien informado

03 de mayo, 2019 - 15:03

Obviamente que el año 1984 ya pasó. Uno, por ejemplo, en el que disfrutamos de la primera versión de Los Cazafantasmas o que nos deleitamos con el video increíble de Michael Jackson, Thriller. También, uno en el que Argentinos Juniors obtuvo el Campeonato Metropolitano al vencer a Temperley por 1 - 0 y en el que Niki Lauda se consagró campeón de la F1 a bordo de un McLaren.

Nos referimos al libro 1984 del genial George Orwell, una novela editada en 1949, pero que ha vuelto a la consideración pública, tras el conocimiento que tenemos, por ejemplo, de cómo el Estado chino se prepara para controlar a su vasta población. Pues, no son pocos los que detectan paralelismos entre esa sociedad oriental y la que denominamos como orwelliana. Entendiendo por sociedad orwelliana a aquellas que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela.

Concretamente Orwell, a través de una intrincada trama, introdujo la posibilidad de que mediante técnicas como el lavado de cerebro y la manipulación del lenguaje se pudiera llegar al control político, social y cultural de toda una sociedad.

Particularmente importante en este montaje es el denominado “Ministerio de la Verdad". Uno que se dedica a manipular documentos históricos de todo tipo para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con el relato oficial sostenido por el Estado.

Pues como atestigua Orwell, a caballo de la Guerra Civil Española: “En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas ‘líneas de partido’".

En la novela, esta tarea de censura y manipulación estaba a cargo de un ejército de escribas que expurgaban millones de documentos en forma manual. Lo que no sabía Orwell es que la tecnología de la información haría que este hercúleo procedimiento sea algo posible hoy.

Desde siempre, pero especialmente con el advenimiento de las redes de noticias globales en los 90, un grupo de personas denominadas editores seleccionaban entre miles de noticias diarias aquellas pocas que merecerían la cobertura periodística y que, en consecuencia, serían del conocimiento del gran público.

Llegado este punto, no puede escapársele a nadie el inmenso poder informativo que detentaban estas personas. Pues, como sostiene el propio Orwell en una carta a un sindicalista amigo: “También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias."

Volviendo a China, sabemos que el Estado está poniendo a punto un gran sistema de control político y social. El mismo se inicia con una red inmensa de cámaras de video que vigilan, día y noche, a la masa de los ciudadanos en casi todas sus actividades cotidianas. 

Luego, mediante la tecnología de identificación por reconocimiento facial, no solo pueden ver qué, cuándo y dónde las cosas pasan, sino también quiénes las hacen. 

Las imágenes así obtenidas son almacenadas, clasificadas y valoradas, mediante servidores de supercomputadoras que usan, lo que se empieza a conocerse como inteligencia artificial. Éstas les asignan a cada uno de los ciudadanos un puntaje determinado tanto por sus buenas como por sus malas acciones.

Un ciudadano de una ciudad china que haya sido filmado en diversas conductas antisociales, como por ejemplo, no respetar las normas de tránsito o ensuciar la vía pública, recibirá una tanda de puntos en contra.

El problema, para este ciudadano poco cumplidor podrá surgir, por ejemplo, cuando aplique para un trabajo específico o para cuando, simplemente, quiera comprarse un pasaje aéreo para visitar a su novia.

Un cuidado algoritmo le enviará a la terminal de computadora  del funcionario de turno que el mencionado señor no es elegible para tal trabajo o que es peligroso para realizar un vuelo en avión. 

Muchos dirán que es lógico que esto pase en China, pues no es más que una dictadura. Pero volviendo a nuestras costas y al periodismo, también podríamos multiplicar los ejemplos del uso de esta tecnología hasta el infinito. Es más, es una realidad de la que todos podemos dar testimonio. Por ejemplo, no es casual que si efectuamos una serie de consultas de noticias por Internet, nos comiencen a llegar artículos con ideas muy bien relacionadas con nuestros gustos personales sobre este mismo tema.

Llegado a este punto nos cuestionamos sobre los denominados criterios de verdad periodística. Si éstos en el pasado, como sabemos, estaban regulados por unos pocos editores. Hoy, según hemos explicado, están siendo controlados por procesos basados en algoritmos manejados por supercomputadoras.

Al respecto, es el profético Orwell quien nos alerta advirtiendo que “el objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no solo el futuro, sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas..."

Entonces, ¿a quién creerle? ¿Tenemos forma de preservar nuestra intimidad y nuestra libertad?

Amigo lector, llegado a este punto, creo que tenemos que tener presente que la tecnología es solo una herramienta y que como tal, no es ni buena ni mala. Todo depende del uso que queramos darle. 

Por este motivo, cuando de noticias se trate, hay que saber que en la variedad se encuentra el gusto y que hay que buscar informarse por más de una fuente. 

Respecto de los gobiernos y de sus intentos de controlar nuestras vidas, obviamente que es más difícil nuestra tarea, porque no depende enteramente de nuestra decisión. Pero el hecho de que estemos informados ya nos la facilita. Ya que no hay mejor antídoto contra una tiranía que el de un pueblo educado.  

Emilio Magnaghi es director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.