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En la política como en la guerra

27 de mayo, 2019 - 13:03

Siempre se ha hecho una analogía entre la política y la guerra. De hecho, para uno de sus profetas, el prusiano Carl von Clausewitz, la segunda era la continuación de la primera por medios violentos.

Salvando las distancias que nos separan de esta definición, podemos tomar de la analogía de los niveles de conducción que regulan a los fenómenos bélicos y que se pueden aplicar a la política.

Para ponerlo en forma sencilla, el combate es el reino de la táctica, mientras que la estrategia es todo lo que lo precede y le sigue una vez que ésta se ha producido.

Le corresponde a la estrategia crear las condiciones propicias para la batalla, electoral en este caso, así como explotar a posteriori sus resultados.

Un famoso aforismo militar sostiene que la batalla se gana en los preparativos. O en otras palabras, la ganan quienes se preparan mejor.

Los preparativos estratégicos se conceptualizan en una maniobra, en una cronología de hechos que se desenvuelven sobre un espacio dado. Se materializa en sucesivas posiciones relativas ventajosas que nos acercan o que nos alejan de nuestros objetivos intermedios y del final.

La historia de la guerra nos enseña que las maniobras indirectas, vale decir las que no se dirigen en forma directa hacia el objetivo principal, son las que más éxito prometen, ya que inducen a la duda y al error a nuestros adversarios.

Ello le permite al conductor de la maniobra a obtener y mantener la iniciativa, obligando a sus adversarios a reaccionar a sus nuestros movimientos.

Este marco conceptual nos permite sostener que la maniobra electoral diseñada por CFK es tanto indirecta como estratégica.

Si tendrá éxito o no, no lo podemos anticipar. Sí, se puede afirmar que la misma le permite obtener por el momento la iniciativa, lo que obliga a sus contrapartes a adoptar maniobras que puedan contrarrestarlas.

Finalmente, saliendo de la estrategia y volviendo a la política, valga recordar que si la finalidad de la primera es ganar guerras y conflictos, la de la segunda es la prosecución del bien común. Algo que parece estar ausente, sin excepción, en todos los candidatos.

Por eso vale la pena recordar que, como lo sostiene el viejo refrán español, “Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos, / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos”.