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Abusos en la UNCuyo: "Nuestras vidas no son las mismas"

El lunes por la noche, alumnas de la Facultad de Ciencias Políticas que denunciaron al profesor Mauro Aguirre y a otros cómplices por abuso sexual, acompañadas por la abogada Viviana Beigel, leyeron públicamente una carta en la que narran la realidad que les tocó vivir

Por Redacción

14 de mayo, 2019 - 12:21

El lunes por la noche, se realizó una conferencia en el aula magna de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo, sobre las denuncias por abuso contra profesores de la institución.

Las estudiantes que denunciaron al profesor Mauro Aguirre y a otros cómplices por abuso sexual, compartieron una carta en la que explican, en primer lugar, todos los inconvenientes y trabas que se les presentaron para denunciar los acosos vividos en la universidad.

La carta que comenzó: "La vida de una mujer después de un abuso, una violación, de la violencia, de la discriminación, del miedo, no es la misma", fue leída por la abogada de las denunciantes, Viviana Beigel.

La carta

La vida de una mujer después de un abuso, una violación, de la violencia, de la discriminación, del miedo, no es la misma.

Nuestras vidas no son las mismas, y ya no somos las mismas pequeñas estudiantes de 18 o 19 años que ingresaron a una agrupación universitaria con la adrenalina de comenzar la vida después de la secundaria, y con la convicción y los ideales de militar por causas, ideas, que creíamos justas.

Nosotras las denunciantes, sin conocernos, nos encontramos desesperadamente en diciembre del año pasado, con la necesidad urgente de destapar los miedos, angustias y horrores que pasamos mientras militamos en AÚN, pero también de todos esos años en los cuales no pudimos hablar.

Algunas de nosotras dejamos la facultad y nuestras carreras, otras hacíamos malabares en los pasillos para evitar encontrarnos con el abusador, con el violador, y con los comentarios denigrantes de algunos militantes de la agrupación. Otras establecimos redes de seguridad para evitar estar solas en la parada del micro, o a la salida de la facultad.

Invertimos horas de nuestro tiempo en psiquiatras y psicólogos durante años. Pero realmente empezamos a sanar en diciembre del año pasado, cuando finalmente pudimos asumir que habíamos sufrido abuso, violación y discriminación. Cuando pudimos contarnos las pesadillas recurrentes, las dificultades para establecer vínculos con el sexo masculino, los problemas que nos generó en nuestro cuerpo, incomodidad, problemas alimenticios. Pudimos contarnos el asco y la vergüenza. Pudimos encontrarnos y entendimos que esto nos cambió la vida rotundamente. Que emocionalmente hemos vivido con inestabilidad, porque teníamos una profunda herida que sólo podía sanar cuando nosotras habláramos.

Nos contuvimos y acompañamos entre nosotras, nos sostuvimos cuando sentimos que no aguantábamos más, que la presión era demasiada, lloramos juntas, y nos alentamos unas a otras para llegar hasta el final.

Desde diciembre hasta hoy hemos pasado por un largo proceso, en el cual hemos debido poner cuerpo y mente a la necesidad de repararnos. Debimos enfrentarnos a la falta de respuestas.

Decidimos iniciar la denuncia correspondiente ante la Consejería de Género de la Universidad. Soportamos que dijeran que era persecución política, que no había un proceso justo para los denunciados, que mentíamos. Soportamos que nos exigieran ir al ámbito penal para creernos.

Escribimos y contamos nuestras historias, recordamos detalles, fechas e hicimos presentaciones ante la justicia penal. Declaramos, una a la vez, durante más de dos horas, repitiendo una y otra vez que siempre dijimos que no, y que no pudimos pedir ayuda, que no pudimos hablar en ese momento, porque teníamos miedo, vergüenza y asco.

El viernes pasado recibimos la noticia de que Mauro Aguirre fue detenido, y que tres personas Mario Codoni, Leandro Fontán y Lucía Fernández fueron imputados como partícipes primarios de los hechos que se le imputan a Aguirre.

Debemos reconocer que no esperábamos que la justicia actuara tan rápido, o que el Consejo Directivo por unanimidad decidiera abrir la investigación sumaria en la Universidad. Debemos reconocer que después de tantos años de silencio habíamos perdido la esperanza de justicia, aunque aún teníamos la necesidad.

Pero hoy hemos vuelto a creer no sólo en nosotras mismas y nuestra capacidad de resiliencia, y de sororidad, sino también en esta universidad y en la justicia, que rápidamente tomó decisiones respecto a la causa.

Una de nuestras motivaciones fundamentales para iniciar las denuncias fue la necesidad de saber que nosotras no seríamos cómplices de que las nuevas estudiantes de 18 años que ingresan a la Universidad pasen nuestro calvario.

El daño para nosotras está hecho, pero nuestra mayor gratificación y reparación es saber que nunca más ninguna de estas personas podrá modificar rotundamente la vida de una joven. Que ninguna estudiante más creerá que para hacer política hay que someter el cuerpo o la mente. Que todas las estudiantes, que las mujeres sabrán que no hay protección mayor que la que nosotras mismas nos estamos dando, que no hay lugar mejor para reparar y sanar que el de nosotras, las mujeres unidas por una sororidad intraspasable, inclaudicable, irrompible, para ayudarnos a romper los silencios, los miedos, las angustias y desesperaciones que nos ha generado el machismo, la misoginia, y el sistema patriarcal en el que estamos inmersas.

Nuestro proceso de reparación continuará, hasta que la herida finalmente cicatrice. Ahora es deber de la justicia penal, de esta Facultad y de esta Universidad garantizar a las que vendrán la seguridad que nosotras a nuestros 18 años no pudimos tener.

Agradecemos profundamente los apoyos obtenidos, y esperamos que aquellos que aún no han manifestado su apoyo finalmente puedan entender el significado de nuestra lucha.