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Mendoza en tiempo real: mejoró su seguridad pero profundizó la violencia ciudadana

El caldo de cultivo de la violencia es un gran resentimiento generalizado por las profundas desigualdades y la inmensa pobreza a las que son sometidas cientos de familias en la Mendoza real.

13 de mayo, 2019 - 07:12

Las evaluaciones políticas de los últimos tiempos hablan de todo lo hecho sobre una inseguridad que hizo –¿sigue haciendo?– estragos en la sociedad mendocina. Pero nada se dice del estado beligerante y sostenido que se ha instalado en la Mendoza de hoy. Que se dispara en cualquier momento, en cualquier sitio y con niveles que muchas veces llegan hasta la muerte violenta de personas.

Nadie puede negar el avance técnico en móviles y elementos con los que se ha dotado a la Policía provincial. Del mismo modo la capacitación que se está dando sistemáticamente a su personal, vital complemento de la importante transformación jurídica que en materia penal y contravencional ha tenido este Estado cuyano.

Un todo que hasta ahora se les había negado a los mendocinos, que vieron crecer desorientados e impotentes esa impune inseguridad que caló hondo en sus existencias quitándoles bienes materiales y la vida de sus seres queridos. Ahí donde el narcotráfico se instaló con impune agresión.

El nuevo proceso jurídico y policial comenzó a dar lentamente sus frutos. Mientras, en forma sostenida el avance de la violencia ciudadana en todos los estratos de la sociedad mendocina no parece detenerse y que alguien lo pueda detener, incluso con la entrada en vigencia de un riguroso Código Contravencional.

Esa violencia ciudadana tiene su mayor potencial en las clases más vulnerables de la comunidad. El caldo de cultivo es ese gran resentimiento generalizado por las profundas desigualdades y la inmensa pobreza a las que son sometidas cientos de familias. Sitios donde no llega la educación, posibilidades de superación y dignas viviendas, con servicios esenciales que todo ser humano merece.

La violencia ciudadana tiene dantescos flancos predilectos: niños, ancianos y mujeres, aunque en el estado de situación en la que se mece, esa violencia ya no tiene distingos de edades y sexos. Va de la mano del alcohol y de la droga. También de los vicios que se constituyen el último reservorio de la desesperanza que se enquistan desde la cuna en ese mundo creciente de pobres.

No se nota la existencia de un programa o proyecto para revertir este tipo de violencia. Porque debería existir primero un programa o proyecto para comenzar a disminuir esa pobreza que acaparó a un alto porcentaje de ciudadanos.

Se muestra, lamentablemente, poco interés en políticas de estado a largo alcance donde concluya elevar la consciencia humana de esos seres en los que el valor de la vida no existe.

Pareciera ser que adecuada vivienda, acompañamiento social con múltiples actividades e innegable educación no son esos elementos de esas políticas de estado, que deberían surgir de una importante base laboral y productiva que enfoca frontalmente el problema.

Parece que solo hay una solución: fortalecer los elementos tecnológicos de la represión policial. Una condición válida para contrarrestar esas mafias que también crecieron y que se escudan con la multiplicidad de asentamientos de pobres e indigentes.

No es una tarea fácil, pero tampoco se trata de meter a todos en una misma bolsa. Sobre todo si se mira que esos pobres crecieron al son de las inadmisibles equivocaciones de políticas que solo miraron la macro economía y no el bienestar generalizado de los ciudadanos.

Evidentemente es más fácil fortalecer la fuerza policial y las medidas contravencionales que iniciar ese largo camino de incluir y recuperar gente.

La provincia se dirige partida hacia los tiempos que vienen. Con un sector de su población que está segura con una Policía capacitada y un Poder Judicial fortalecido. Otro, en cambio, se debate en forma sectaria y sin inclusión alguna. Envuelto en una violencia ciudadana que no se justifica pero que se explica de dónde viene y por qué se produce. Allí donde el hambre, las postergaciones sociales, el vocabulario precario, el insulto, el alcohol, la droga, el maltrato infantil y las vejaciones hacen fuertes erupciones en cada villa.

Pero cuidado, porque viene produciendo ecos crecientes e indisimulados en esa Mendoza real.