|09/04/19 11:34 AM

La virgen y el diablo, por Marisa Perez Alonso

Un seleccionado de fútbol viaja a Tilcara y realiza una prueba de fe futbolística y mística. Tras ser campeón se teje una leyenda en torno a aquella visita

09 de abril, 2019 - 12:19

Hace tiempo, hubo una selección fantasma. Jugaba al fútbol en los potreros del altiplano para adaptarse al calor y a la altura del futuro campeonato mundial. Nadie sabía muy bien por dónde andaban y los que sabían lo callaban. Si un soplido llegaba a oídos de los periodistas, el destino, jugaba con ellos y llegaban cuando los jugadores ya se habían ido. 

Una mañana de enero, esa selección llegó a Jujuy. Y es cosa sabida que, el verano marca con su látigo de fuego en la precordillera andina. Así marcados corrían tras la pelota como parte de una procesión. Y las voces del viento iban despertando lamentos de diablo, para la época en que se desentierra el Carnaval. 

La primera noche en Tilcara inundaba las calles de las comparsas. Había chicha para celebrar las bondades del año, colores y espejos para centellear como las estrellas y mucha algarabía. 

Cada jugador pudo buscar un disfraz y salir a reír, a reír mucho, porque sería la risa parte del entrenamiento. Cada tilcareño salió a enorgullecerse de su selección que llevaba en la boca la fruta del deseo y en los pies el hambre de ganar. El director técnico hizo de cuidador, iba disfrazado de Mandinga. Llevaba la marca del sol y andaba buscando la suerte. Una suerte hermosa que prodigara sus frutos y cuidados como la tierra. Tierra afortunada de piel negra mezclada con el velo de una virgen. 

Corrían, saltaban, buscaban aceptar el peso de la altura, la falta de aire propia la montaña. Bebiéndose los vientos entre charlas. 

–¿Y vos qué harías por ganar el mundial?

–Lo que tenga que hacer. Correr más por día, no tomar ni una gota de chicha, ni mirar a ninguna mujer.

Todos los jugadores soltaron la carcajada incrédula.

–Yo le prometí a mi vieja que volvíamos con el título. 

–¡Usted, Doctor! ¿Qué promete cada día que va a misa?

–¡Nada! ¡No prometo nada! Voy a pedir. Pido por ustedes y por mí. Pido protección. Pido que no se olviden de nosotros allá arriba y en Buenos Aires. Pido que logremos ganar la copa si es su voluntad.

–Pero deberíamos dar a cambio algo, así tenemos la bendición de ganar…

–Yo soy capaz de volver aquí mismo con mi camiseta ganadora y dejarla en la iglesia esa que usted va para pedir que no nos dejen solos. 

–¡Sí, deberíamos venir aquí todos! ¡Todos, eh! Volver con el título y dar las gracias.

Es cosa sabida que cuando andan volando los sueños y el Carnaval, la Virgen se pone de acuerdo con todos los poderes de la tierra y del cielo. Ella quiso hacerles el favor, quiso darles el don y los amparó bajo su manto.

Poderes milenarios estaban en el juego rondando y cantando. Y un destino de ángel saltó desde el potrero, se les enredó en los apuros y en el juego. Silbatos, colores y destellos igual que en Tilcara.  

Se bebieron los vientos, corrieron, saltaron, ganaron y rieron como tenían que reír. Desearon ser los reyes del mundo entero, los elegidos por los dioses y cuando el deseo se les disolvió en las tripas, se olvidaron. Porque humano es olvidar. 

Cada uno se atribuyó el esfuerzo. Cada uno pensó que era propietario del triunfo. Cada uno se enorgulleció tres veces.