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MICRO RELATOS | Capacho de Fútbol

Lasherino y de Huracán, el autor nos ofrece estos micro relatos que aparecen en su libro de 2010

24 de abril, 2019 - 13:54

Cosas de negros
Los negros, los negros maravillosamente negros, maravillosamente jugadores. Alcanzan sus inefables destrezas el inefable rótulo: jugador. Tanta gambeta ascendente los lleva al cielo, a los negros, a los negros contentos. Ya ídolos, ya deseados por mujeres, ya imitados por niños en todo el mundo, salen a la pista verde a jugar, a jugar, así recibir montones de dinero, por jugar y jugar bien. Han llegado al máximo escalafón, esos negros, el teatro. La hinchada es una paliza boba que los negros esquivan, el arquero es un paquete humano que los negros esquivan, el rumor peyorativo es una nube sin gracia que los negros, agraciados, también esquivan. 
El lenguaje de los doctores del fútbol inscribe en programas diarios tantas definiciones como jugadas se generaron durante el partido. Los inmensos capitales y las propagandas, el mundial y el deportivo del diario, todo lo que usted quiera, pero los negros, de tan jugadores, se vuelven dioses.

Siga siga
Creyendo estar en offside, el delantero se detiene frente al arquero. Una tensión atraviesa el estadio. El arquero duda entre tomar el balón quieto en los pies del delantero, o relajarse porque la jugada está anulada. De común acuerdo, con sólo una mirada, el jugador y el guardameta deciden preguntarle al juez si el contragolpe vale o no. Los dos caminan hasta el árbitro, quien indeciso, duda y se toma el mentón. El balón ha quedado indefenso y solo, cerca del arco. De pronto, el árbitro dice, bueno qué más da, ¡está habilitado!, y empieza a correr con las manos hacia adelante. Los veintidós jugadores amuchados en la orilla, como malón vikingo, salen corriendo hacia la pelota, que espera indiferente ese ridículo.

Seis hombres en el fin de la vida
En avenida Rivadavia, llegando a Plaza Flores, seis hombres detenidos en una vidriera de electrodomésticos, siguen las alternativas de un partido de fútbol en los televisores expuestos para la venta. El partido se juega en simultáneo en las seis pantallas. Van treinta y cinco minutos del segundo tiempo y es cero a cero. El empleado de la casa de electrodomésticos, abatido por la costumbre, el cansancio y las ganas de irse a su casa, baja las persianas de las vidrieras para cerrar el local. Los seis hombres extraños, siguen camino en distintas direcciones. No hay dudas, el fútbol se parece a la vida, sobre todo en sus últimas partes.

Tenis
El tenis jamás logró interesarme. El primero y más fuerte de mis argumentos es el tamaño de la pelota. La variedad de suelos hace posible ver, por ejemplo, una cancha color violeta, y como si esto fuera poco, que baste ver cómo cada vez que la pelotita besa la red, los jugadores, extrañamente, se lamentan.

La derrota (Leo Castillo)
Solo en un partido de fútbol, usted puede leer la vida.
La ansiedad y el nerviosismo cuando está por prenderse la lucecita rosa o celeste, hasta que el capitán se asoma por la boca del túnel y empieza el revoleo, el griterío. El tiempo entonces es ahora. Toda la picardía de los revoltosos, los difíciles de marcar, como niños en los jardines, los inquietos, los delanteros. La adolescencia es el espíritu de la hinchada, que se ilusiona y canta y delira y apoya sus juntas más locas y desfachatadas. Después el dolor de un golpe con mala fe, pararse y seguir, ayudar a un compañero, la vanidad de los comilones, la desesperación de los despejes a cualquier parte, la torpeza, la gloria y la pena, el cambio de camisetas, el saludo a la hinchada, el saludo a ese fervor que no supimos corresponder en nuestra vida, la cabeza gacha a la boca de la manga, agonizantes, que no somos lo que quisimos ser, mientras los sueños se dispersan y descuelgan las banderas.

Botines nuevos
Elvio Saccone fue toda su vida un jugador suplente. Ocho años en la primera de Platense y apenas siete minutos en cancha en un amistoso con Ferro. Elvio tenía los botines nuevos, sin estrenar, los había comprado en el noventa y cinco. De todas formas, lejos de abandonarse, su ilusión se renovaba domingo a domingo, cada vez que el árbitro adicionaba uno, dos o tres minutos, su corazón palpitaba al son de una oportunidad. Elvio Saccone se retiró a los36  años, con los botines nuevos, sin estrenar, que su esposa usa hoy de maceteros y cuyos cordones usó él para ahorcarse, tres meses después del crecimiento de los geranios.

Tampoco fútbol
Tan pobres de espíritu, tan incapaces de energía pasional, tanta razón y tanto misticismo, y tan poco fútbol.

Fútbol de oficina
Con 23 años recién cumplidos, Arbolito López fue dejado libre (elegante manera de echarlo a patadas) por el Club Atlético en el que había jugado al fútbol durante quince años. Más por falta de técnica y habilidad que por voluntad y pasión por los entrenamientos, Arbolito López quedó parado y solo en medio de la vida. Su padre, decepcionado, lo mandó a trabajar sin espamentos. El último trabajo que tuvo fue de administrativo en una productora de seguros. Dicen que se distraía relatando partidos cuando alguien le hablaba mucho por teléfono, que a escondidas, en Internet, buscaba jugadas de Ronaldinho, y que bajo el vidrio del escritorio lucía a viejas glorias. Cada vez que lo mandaban al segundo piso a sacar fotocopias, esquivaba a los demás empleados con aire de gambeta, y que cuando nadie lo veía, payaneaba la abrochadora. Su jefe comenzó a espiarlo pacientemente. Pasaba horas con el mentón apoyado en el escritorio, llevando una pelotita con su dedo índice y medio, usando los lapiceros de arco.
El día que Arbolito López desapareció de la ciudad, su padre descubrió que en la suela de los zapatos, con tiza, Arbolito había dibujado círculos simulando tapones. En la oficina, en algo así como un homenaje, decidieron poner alfombras verdes. 

Corroboración de la práctica
Otros deportes menos atractivos son para mí bocetos, deformaciones de la verdad. Tu juego tendrá veintidós jugadores al aire libre o no será nada.