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Fantasías futboleras infantiles, por Oscar Chino Zavala

El querido Chino nos regala un hermoso texto sobre la niñez y nuestra imaginación para inventar los equipos y jugadores

Por Redacción

23 de abril, 2019 - 19:29

De chico ‘inventaba’ campeonatos y los registraba en cuadernos. Los equipos no tenían que tener el nombre de los participantes de la Liga (convocante, difundida, grande…) ni del fútbol profesional, como se denominaba a los torneos de la AFA. 

Por eso estaban Juniors, Llaneros, Macabi, Defensores Argentinos, Universitario, Instituto Kennedy, San Bernardico… También inventaba los jugadores, el goleador era Jacinto Pérez, a quien había hecho puntano, no sé si en honor a ese tremendo goleador que era Medardo Sosa o por mis padres que eran de San Luis. Mis predilectos eran los arqueros, que no podían tener nombres ‘comunes’, mi ataja-penales era Parafioritti. Años después Fontanarrosa escribió un cuento sobre el nombre de los arqueros (“Viste, ¡tenías razón!”, me dijo Perico, de quien hablaré cuando esté por terminar la nota).

Anotaba todos los nombres para las transmisiones donde hacia de relator,comentarista, vestuarista y locutor… lo primero lo inventaba, pero lo segundo lo leía de algún diario o revista para que fuera real. 

¿Quiénes eran los jugadores?… los apellidos de los compañeritos del grado de la escuela República Oriental del Uruguay, también los vecinos, primero la vereda de enfrente, la mía, la otra cuadra… pero me faltaban jugadores (algún sarcástico dirá que todavía… jaja). 

En la misma escuela, cuando escuchaba apellidos los memorizaba e iba a anotarlos al cuadernito, no se salvó pariente, lechero, panadero que colaborara prestando su apellido para mis equipos.

Mi madre a la noche escuchaba en la radio una novela, y un ‘pedazo de locutor’ decía “Angel Face de Ponds”… lo cociné y una delantera formó con Henllel, Feist y Pons… Juro que Deportes en el recuerdo de Tinelli vino como 50 años después.

Eran tres divisiones A, B, y C… y aunque solo transmitíamos la A, quería completar los planteles. La colaboración impensada vino por parte de mi padre: nos trajo una caja con revistas para regocijo de mis hermanos (somos cinco, tres mujeres y dos varones) “acá tienen si quieren escribir o dibujar atrás”.

Eran las listas sábana, las boletas de unas elecciones pasadas. “Papita pa’l loro”. Completé los planteles, aunque cometí la irrespetuosidad de poner al doctor Illia en el arco de Alas Argentinas de pobrísima campaña en la C.
Las camisetas: por reglamento ningún equipo podía tener camiseta igual a otro. 

A ver si me siguen: en el cuaderno Tamborcito de ocho hojas (el cuadriculado) ayudaba para dibujar camisetas, con mangas y cuello en V… entraban 16 por hoja, a cuatro por hilera. Como no se usaban ni escudos ni sponsors no era tarea difícil teniendo los colores suficientes. Primero las lisas, después toda la variedad que dan las verticales a rayas, una colada del rugby por homenaje a Los Pumas, la banda, la franja, la ‘V’, etcétera. Pero quedé extasiado, maravillado cuando dibujé la roja y amarilla a rayas verticales, no solo la TV no era en colores, tampoco los diarios y al fútbol internacional nadie le daba bola, salvo a los grandes de Italia o España. Pensé (pensábamos) que era una creación propia.

Ah… les prometí hablar de Perico. Era el apodo familiar que me habían dado y que detestaba, me ponía recolorado cuando las chicas me llamaban por el sobrenombre. Dos hechos fueron fundamentales para dejarlo, nos mudamos a un nuevo barrio, donde vecinos y amiguitos nuevos me conocerían por mi verdadero nombre, a lo que mi familia accedió, y empezaba el secundario también con compañeritos nuevos… así que abandoné el apodo, como tiempo después los cuadernitos con cuadros, campeonatos y jugadores inventados.

Con los años retomé la estadística con campeonatos verdaderos y jugadores de carne y hueso, pero en ese momento los cuadernos tuvieron otra utilización, rimas forzadas e ingenuas sobre amores no correspondidos, piropos, ilusiones, desencantos…. Más tarde llegarían las poesías, los poemas que intentaban ser canciones de protesta pero sin música. Había que cambiar el sistema de cosas que los adultos nos dejaban; me convertí en otro joven y pelilargo, pero sin drogas ni armas, que proponía amar al prójimo, pero desde la acción directa, y lucir corbata, saco y pelo corto sin culpa, porque no lo sentía como ‘uniforme’ social, sino como la forma la de ganarme el sustento honradamente.

Todas elecciones, artífices de nuestro propio destino… como a la chica que me gustaba a la que no le hablé por timidez, o la novia buena que dejé por bobo, y así en todo, en diferentes decisiones, y ahora que al final de este año llegaré a los 65, estoy desde hace 30 con mi compañera de vida, con tres hijos adolescentes y un nieto, y casi tantos amigos como Roberto Carlos.

Ni insatisfecho, ni conformista, simplemente mi presente. ¿De qué les estaba hablando?… Ah… ¡de la camiseta roja y amarilla a rayas verticales!… 

Alguna vez haciendo zapping apareció un partido del Galatasaray, del Lecche, Valencia jugando con la alternativa o últimamente Boca Unidos de Corrientes, entonces descubrí que el niño que creía desaparecido, solo dormía en algún lugar de mi corazón… vino correteando hasta el cerebro, se acercó a mi oído y me dijo convencido con mucha ingenuidad, pero muy seguro: “Viste, Oscar, qué bonita camiseta. Esa camiseta la inventamos nosotros”.