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Malvinas: la necesidad de una estrategia

El contexto mundial ha cambiado desde 1982, y la realidad nos indica que son varias las cosas que podemos ir haciendo para recuperar nuestras Islas definitivamente

05 de abril, 2019 - 12:56

Blas de Lezo y Olavarrieta fue un almirante español, conocido como Medio Hombre por las numerosas mutilaciones y heridas de guerra que lucía en su cuerpo. Solía decir que todo español debía orinar mirando a Londres. Claro, varias de esas heridas le fueron infligidas en la defensa de Cartagena de Indias durante el asedio británico de 1741.

Me pregunto si nosotros, los argentinos, no deberíamos hacer lo mismo. De hecho tenemos una larga historia bélica con su Majestad británica. Una que comienza temprano, en el siglo XIX con las Invasiones Inglesas de 1806 y 7, antes de ser independientes; sigue con la captura de nuestras Islas Malvinas en 1833, con los bloqueos anglo-franceses de 1845 y 1850 y culmina en el siglo XX con la Gesta de Malvinas de 1982.

Un compañero de armas inglés me decía con su típica flema que argentinos y británicos habíamos tenido guerras en todos los siglos y que quedaba por verse las del XXI. Me pedía, con sorna, que no lo hiciéramos en invierno, como en 1982, para poder pelear tranquilos en verano.

Sea como sea, no cabe duda de que tenemos un problema. Y cuando uno tiene entre manos uno que puede terminar violentamente, es que debe apelar a la estrategia, precisamente para que no se le vaya de las manos. 

Concretamente, la Estrategia es la ciencia práctica que regula los conflictos. Arquitectónicamente depende de la política y reina sobre las tácticas y las técnicas. 

Al igual que la política, exige la presencia de un conductor, de un líder y es regulada por la virtud de la prudencia. Una que antes de tomar una decisión debe analizar las circunstancias que rodean a las mismas.
Hoy esto se llama, genéricamente, contexto, algo que debe ser analizado en profundidad y en extenso.

Por ejemplo, el intento fallido de recuperación decidido por el proceso militar en 1982 debe ser calificado de inoportuno, por cuanto el simple hecho de haber esperado solo unos meses, a la Argentina todo le hubiera resultado mucho más fácil. Y es que la Royal Navy estaba decidida a jubilar a sus portaaviones y el haber elegido recuperarlas en vísperas del invierno, también, nos significó una desventaja adicional.

Mutatis mutandis, han pasado casi cuatro décadas de aquella ocasión y las circunstancias y el contexto, han vuelto a cambiar. Veamos. 

Para empezar, el poderío militar británico, especialmente el naval, no ha dejado de reducirse. Seguramente por razones ajenas a nosotros, pero se ha reducido. Por ejemplo, ya no tienen portaaviones dignos de ese nombre, es más, el que tienen está lleno de problemas técnicos.

Para seguir, y que es mucho más importante, hay hechos políticos que se vienen sucediendo y que nos favorecen enormemente.

El más importante de ellos es el desarrollo del denominado Brexit. Una sucesión de decisiones desafortunadas que colocan a la Gran Bretaña frente, no solo a la ruptura con Europa, sino también a su propia integración nacional ante los reclamos independentistas de Escocia y la posible unión de las dos Irlandas. 

No resulta exagerado recordar que las rivalidades a las que hacemos referencia son varias veces centenarias y que se encuentran entre las causas que produjeron la famosa Guerra de los 100 Años, cuando súbditos ingleses, los Plantagenet, les debía obediencia al rey de Francia. 

Al margen de las consecuencias imprevisibles de estas convulsiones está el hecho objetivo de que al abandonar la Gran Bretaña la UE, ésta dejará de prestarle su apoyo para el comercio y la defensa de sus territorios de ultramar, como conocen ellos a nuestras Islas Malvinas.

Otro tema no menor es el hecho de que hace unos pocos meses atrás, la Corte Internacional de Justicia le solicitó a la Gran Bretaña restituir el Archipiélago de Chagos a Mauricio, un país soberano insular ubicado en el Océano Índico. Esto, por entender que la pretendida cláusula británica de la autodeterminación no podía aplicarse con una población trasplantada. 

Las similitudes con nuestras Islas Malvinas son notorias y muy útiles, ya que el tema de la autodeterminación de los kelpers es su caballito de batalla.

Todo lo dicho hasta aquí no significa que mañana montemos una gran flota para salir a recuperar, en forma definitiva, a nuestra ‘Hermanita Perdida’.

Significa que, en base a estas circunstancias favorables, tenemos que desarrollar una estrategia acorde que nos permita la obtención de nuestro objetivo –Malvinas– con un mínimo esfuerzo –sin guerra– mediante la diplomacia.Como lo primero en la intención es lo postrero en la ejecución, debemos adoptar una estrategia que nos lo permita conseguir. 

Al efecto, son varias las cosas que podemos ir haciendo. A saber:

Primero: seguir ganando la batalla moral, insistiendo en todos los foros internacionales, especialmente en los regionales, sobre nuestros derechos soberanos sobre Malvinas. 

Segundo: reforzar la batalla psicológica, ofreciendo a los kelpers ventajas (como educativas y sanitarias) de su proximidad a la Argentina. 

Tercero: restablecer el componente físico de disponer de un poder militar creíble, ya que nadie está dispuesto a negociar con un débil. 

Por supuesto que si hiciéramos todo esto, lo que no es poco, nada nos garantiza que su Majestad decida sentarse a negociar la soberanía de sus Territorios de Ultramar. Pero estaríamos creando las condiciones favorables para que esto, eventualmente sucediera, ya que como tiene de lema un amigo mío: “Traición es perder, pudiendo ganar”.