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Lo que debemos recordar de la gesta de Malvinas

La de las Islas posiblemente sea una de las pocas causas nacionales que nos quedan, ya que ni en el fútbol ni en la política podemos ponernos de acuerdo. Por eso es hora de reconocer a los veteranos y honrar a los muertos por la Patria, además de volver a tener Fuerzas Armadas dignas de ese nombre. Solo así demostraremos haber aprendido de los errores para no volver a cometerlos

05 de abril, 2019 - 13:01

Tal como sucede con todo gran acontecimiento, casi todos nosotros recordamos qué estábamos haciendo aquel 2 de abril de 1982.  Sabemos que de la sorpresa, pronto dimos paso a la euforia. Habíamos recuperado a nuestra hermanita perdida, las Islas Malvinas, nos decíamos. 

Luego, con el transcurrir de los días y de las acciones, aprendimos a esperar, con ansiedad, los famosos comunicados del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. Que tal o cual fragata inglesa había sido hundida, que nuestras tropas luchaban cuerpo a cuerpo…

Hasta aquel fatídico 14 de junio, en el cual un escueto parte le puso punto final a aquellos 74 días de gloria para iniciar los del infortunio. 

Luego de esa fatídica fecha, alentados por los propios mandos del proceso militar, casi todos los argentinos iniciamos la denominada desmalvinización. La euforia dio paso a la indignación. Del “estamos ganando” pasamos, sin solución de continuidad, a “los chicos de la guerra”...

Con el tiempo, muchos de nosotros comenzamos a interrogar a aquellos que habían participado y que querían hablar. Los que no eran, precisamente, muchos. También empezamos a leer cuanto libro del tema caía en nuestras manos. Recuerdo especialmente el de un comandante inglés, Julian Thompson, titulado No picnic. Un título que lo resume todo. 

Con los años nuestro juicio se fue informando y se fue, en consecuencia, matizando. No cabían dudas respecto de que el general Leopoldo Galtieri y quienes lo acompañaron en la decisión había cometido errores de juicio gravísimos. Pero, nos enteramos de que Margaret Thatcher, también había tenido su agenda oculta. Y que, por ejemplo, el hundimiento del crucero ARA General Belgrano fue hecho con toda alevosía para cortar las negociaciones de paz en curso. 

Se batieron como leones

Como dicen los franceses, “en la guerre comme la guerre”. No hay que quejarse. Pero la verdad es que si en lo estratégico dejamos mucho que desear, en lo táctico se peleó mucho y bien.

No solo las tropas especialistas de nuestros pilotos de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval, sino también los comandos y la artillería antiaérea, entre otros, pero especialmente nuestra infantería, que defendió las alturas que rodeaban a Puerto Argentino, en aquellos tiempos compuestas por jóvenes soldados de 18 años que se batieron tras una larga espera como leones.

Aguantaron a pie firme los asaltos nocturnos del inglés, quien siempre operó en superioridad numérica lanzados luego de días de preparación de intensos fuegos navales y de ataques aéreos. Y que solo cesaron de combatir cuando sus posiciones habían sido sobrepasadas y no tenía ningún sentido táctico seguir resistiendo.

Pronto, las Fuerzas Armadas del mundo comenzaron a extraer las lecciones del que fuera posiblemente el último conflicto convencional y simétrico de las últimas décadas. Términos como “Exocet” o “ataques a baja altura” se volvieron un lugar común. 

Lamentablemente, por estas tierras se aprovechó la derrota para culpar a los derrotados. Se los ocultó y se los segregó. Fue una excusa perfecta usada, incluso, por algunos políticos y periodistas venales para desarmar al mal denominado partido militar. 

Es tiempo de la reconciliación

Consecuentemente, mientras les bajamos la consideración a los militares, también les bajábamos el presupuesto a la Defensa. Los bajos sueldos, el pobre equipamiento, la irrelevancia institucional pasaron a ser su triste realidad cotidiana.

Pero estoy convencido de que hemos cruzado la línea de lo razonable y que es tiempo de emprender el regreso de la reconciliación, ya que no hay FF.AA. de la tierra, por poderosas que hayan sido o que sean, que no hayan saboreado el gusto amargo de la derrota. Desde las legiones romanas del pasado hasta el poderoso US Army de hoy.

En primer lugar, porque Malvinas probablemente sea una de las pocas causas nacionales que aún nos quedan, ya que ni en el fútbol nos ponemos de acuerdo, que si Messi o Maradona, solemos discutir. Ni qué hablar de la política. Las grietas entre nosotros parecen esparcirse y profundizarse cada día más. 

En segundo lugar, porque necesitamos Fuerzas Armadas dignas de ese nombre, no para pelear a nadie, sino simplemente para disuadir a quienes quieran pelearnos, que motivos no habrá de faltarle a alguno, como nos enseña la historia.

Solo así habremos hecho lo que los pueblos viejos y sabios del mundo han practicado por milenios, aprender de sus errores. Vale decir en pocas palabras: acoger a los veteranos y erigir  monumentos en honor de los muertos por la Patria y lo más importante, sacar lecciones de nuestros errores para nunca más volver a cometerlos.

Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.