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Otro 8 de marzo, nuevos desafíos

08 de marzo, 2019 - 08:54

Cuando un reclamo social es satisfecho, muchas veces ocurre que el arco de solidaridades que los sostenía poco a poco se desintegra. Las personas que estaban detrás de la consigna se desvinculan unas de otras. El objetivo está de alguna manera cumplido y ya no hay un objetivo concreto que enlace voluntades dispersas.

Distinto es el caso de un movimiento social, atravesado por múltiples reclamos, personas de origen muy diverso, con demandas tanto históricas como nuevas. Ese es el caso de los colectivos de mujeres que hace décadas en nuestro país y el mundo bregan por la igualdad de derechos. Logramos avances importantes en concientización, debates inéditos como la interrupción voluntaria del embarazo, la necesidad de implementar de forma obligatoria la Ley de Educación Sexual Integral, programas nacionales, provinciales y locales que tienen como eje la temática de género, leyes importantes, entre ellas la Ley Brisa y la Ley Micaela, que van conformando un marco legal que brinda mayor protección a nuestras mujeres, jóvenes y niñas.

¿Y ahora qué? Atención: huelga decir que ninguno de estos objetivos está satisfecho completamente, para nada. Sin embargo no tengo dudas que la correlación de fuerzas ha cambiado y que es momento de reinventarse, de sumar nuevas metas que garanticen el acceso de la mujer a ámbitos que hasta ahora le han sido -por acción u omisión- sistemáticamente negados.

No alcanza con que cada vez más mujeres ocupen cargos importantes en el Estado o en el sector privado. Es importante, sí. Pero es hora de que discutamos políticas que favorezcan la capacitación y el ingreso de las mujeres en las industrias clave del siglo XXI: comunicaciones, informática, investigación e ingeniería, entre otras áreas.

Las áreas que ya están definiendo nuestro modo de vida, de relacionarnos con los demás, que están modificando radicalmente el mercado laboral, necesitan imperiosamente del aporte de mujeres que, por otro lado, serán el principal estímulo para que otras sigan sus pasos.

Es una cuestión que trasciende la demanda de igualdad de derechos: no podemos darnos el lujo, como país, de pasar por alto el impacto positivo que tendría en toda la sociedad contar con cada vez más mujeres capacitadas y con trabajos de calidad.

La actualidad que nos toca transitar, nos marca en gran medida nuestra agenda inmediata: cuáles son las urgencias que tenemos que atender y cuánto nos falta para que en toda la Argentina una joven pueda caminar tranquila por la calle sin miedo, sin darse vuelta a cada momento para comprobar que nadie la sigue. Cada noticia de un femicidio es un golpe durísimo para cada una de las personas que aspiramos a construir otra sociedad. Mientras sigan existiendo como materialización de la violencia de género en su máxima expresión no dejaremos de sostener políticas públicas que busquen erradicar para siempre estas prácticas sociales aberrantes.

No pretendo aquí desdibujar ni unificar los reclamos que hoy se levantan en manifestaciones de todo el país. De hecho, estoy convencida que uno de los atributos más fuertes de los colectivos de mujeres -y todos los que los apoyan- es su diversidad, y consecuentemente, la sabiduría para administrar inteligentemente sus diferencias.

Deseo proponer una línea de acción, abrir y democratizar la discusión, escuchar propuestas de todos los sectores para avanzar, más juntas y unidas que nunca, haciendo de este colectivo un doble movimiento de emancipación y de acompañamiento. Tenemos que aprovechar de la mejor manera el espacio que hemos ganado, sin dar un paso atrás ni bajar ninguna bandera. El futuro les pertenece a quienes, con tenacidad, paciencia y profundo respeto por el prójimo, luchan por sus ideales.