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Pobreza, lo que más crece en Mendoza y el país

Inflación, devaluación, recesión y presión fiscal es la dantesca escenografía de un teatro donde la obra está argumentada en la improvisación de dos gobiernos –el anterior y el actual– que no quisieron o no supieron construir un país con crecimiento lineal de todos y para todos.

01 de abril, 2019 - 07:17

Duro cayeron en el rostro humano de la Nación los informes que dieron el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

Para la UCA, el país pasó de tener 26,6% de pobres al 31,3% de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza. Esto significa que a los 10.773.000 de pobres detectados en el 2017, se han agregado 1.903.500 durante el difícil 2018.

Mucho más fuerte y profundo es lo que delata el INDEC, que el año 2018 arrojó un imparable aumento de la pobreza del 32%. Lo cierto, y por los datos fidedignos de ambos organismos, es que hoy la nación incorporó 3 millones de ciudadanos que le dicen al mundo que en esta nación hay 13 millones de pobres.

Las condiciones de vida de esas personas que integran la República Argentina de los más de 44 millones de habitantes son inadmisibles e incomprensibles. Porque estamos hablando de un país que produce y exporta alimentos. La tierra que fue sede de acontecimientos políticos, diplomáticos y financieros, como la Cumbre del G 20 o la del Banco Interamericano de Desarrollo.

En ambos, presidentes, diplomáticos y banqueros de las naciones más ricas del mundo se maravillaron de la Argentina. Todos al unísono se fueron con la imagen de que este país es habitable y confortable para quienes en él viven. Una grosera distorsión ocultada intencionalmente por quienes no han pasado del discurso para solucionar los problemas estructurales que aquí subsisten de hace tiempo, entre ellos el más grave, la pobreza.

Inflación, devaluación, recesión y presión fiscal es la dantesca escenografía de un teatro donde la obra está argumentada en la improvisación de dos gobiernos –el anterior y el actual– que no quisieron o no supieron construir un país con crecimiento lineal de todos y para todos.

Pareciera ser que para quienes conducen los destinos políticos de la nación y la administran, planificar el bienestar de los verdaderos hacedores de la Argentina no está en sus máximos objetivos políticos de estado.

Así lo han demostrado y las consecuencias son dolorosamente letales.

El actual Gobierno, que en boca de su Presidente inició la gestión expresando con contundencia que se terminaría con la pobreza, solo mostró inoperancia cuando debía responder en forma rápida a las economías regionales. Sitios geográficos del país donde la inversión y la creación de fuentes de trabajo van de la mano. Por consiguiente y de efecto inmediato, el crecimiento.

Nada de lo que se debería haber hecho se concretó. Los males de una vergonzosa e improvisada política económica y financiera sirvieron para que crezca la especulación y se engorden arcas bancarias y de financistas, a los únicos que les fue muy bien en el estado de precario país de estos tiempos.

La brecha de pobres se agranda cuando se van desprendiendo cada vez más personas que alguna vez integraron la clase media. Hoy, ellos, los nuevos pobres, intentan sobrevivir en zonas marginales donde sobresale el olor nauseabundo que acuna a sus hijos entre corroídas chatarras de improvisados habitáculos. Lejos de ser una vivienda digna, sin agua potable, sin cloacas y con la más grande de las desesperanzas que se acompasa con el dolor de estómago por el hambre.

Esa imagen no es de remotas tierras, esa imagen es argentina y es también mendocina. Tierra cuyana que en desocupación y pobreza supera la media nacional. Terruño donde la marginalidad alcanza a casi 300 mil mendocinos.

La sostenida y por momentos desbordante demanda que tiene el Banco De Alimentos no permite que se pueda ignorar cómo creció la pobreza y las inmensas necesidades alimentarias que ello conlleva.

Solo basta recorrer merenderos, comedores comunitarios e improvisados saloncitos sociales para ver que tenemos en esta provincia personas desocupadas y familias enteras que buscan un plato de comida o una taza de leche caliente para sus hijos.

Para todos, la única comida del día y la dolorosa señal que el futuro intelectual y educativo de sus hijos está seriamente comprometido, porque los mismos padecen desde ya, una inevitable desnutrición infantil.

Tanto para el observatorio de la UCA como para el INDEC, estos datos son alarmantes, no registrados desde hace una década. Una clara demostración de que hemos retrocedido como país en medio de naciones de la región, por caso Chile, cuyo crecimiento es sostenido a punto tal que ya es considerada como potencia económica de Sudamérica.

Mientras, Argentina solo puede mostrar un único crecimiento: la pobreza y el imparable número de personas que hacia ella se dirigen.