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Como con Cristina o Macri, también en Mendoza nos venden pan y circo

11 de marzo, 2019 - 07:18

El último discurso que el presidente Mauricio Macri vertió en la apertura del período ordinario de sesiones del Congreso de la Nación tuvo un casi unánime reproche de diferentes sectores, más allá de una oposición que hoy quiere hacer a río revuelto ganancia de candidatos.

Una de las cuestiones que más se resaltó de lo expresado por el primer mandatario es la precariedad absoluta de millones de argentinos. Familias enteras que son sus hijos subsisten en la pobreza absoluta, en precarios habitáculos a los que no se les puede decir casas, sin sanitarios, ni agua potable.

Seres que deambulan en la más profunda de las desesperanzas de vida. Con un Estado ausente y donde la Asignación Universal por Hijo, con el aumento del anuncio presidencial, muestra dos señales: una frazada corta que no cubre tanta miseria y que la única respuesta desde el Estado es nuevamente el asistencialismo.

Una importante porción de esos pobres habita la provincia de Mendoza. Pobreza que es permanentemente alimentada por gente que expulsa el delicado momento económico, financiero, productivo y laboral.

Todo un complejo panorama donde, como ya se sabe por una serie de informes de entidades empresarias e industriales, las inversiones están paralizadas, del mismo modo que hay una importante capacidad ociosa y un deteriorado mercado del trabajo.

A pesar de todo esto, y cuando el difícil momento dicta que haya señales de mesura y coherencia, la capital de la provincia hace una ampulosa y explosiva gala de acontecimientos que no hablan precisamente de austeridad política.

Más de 60.000 personas presenciaron al “trap argentino del momento” y días más tarde otras miles daban rienda suelta a la diversión entre cervezas y diferentes bandas, con la puesta en valor, reinauguración o como se la quiera llamar de la remozada avenida Arístides Villanueva, y al mismo tiempo mostrando la remodelación de la minúscula plazoleta Vergara.

Se sabe que los miles de mendocinos que fueron al espectáculo de Paulo Londra no pagaron nada. Entonces los análisis de cuentas hay que mirarlos hacia la administración de Rodolfo Suarez para averiguar lo que costó el recital del artista, a sabiendas de que debe ser una cifra con una importante cantidad de ceros.

La actuación de Paulo Londra debe haber representado un importante gasto para la comuna capitalina.

Seguramente no faltará quien justifique ese costo ante el delirio de 60.000 mil almas. La misma justificación para lo hecho sobre la arteria top capitalina y el arrastre de personas que eso conlleva.

Nadie puede negar que esta indisimulada cara es parte de la campaña política y entonces es más que preocupante. Porque tenemos políticos que producen esto para tener saltando a votantes, alimentando la embriaguez colectiva que la separa de lo que realmente está ocurriendo a su alrededor.

Esto último es ese sayo que le cabe a la gente. La misma que debería exigir más respeto y coherencia de su clase política, además de dejar en claro que no es parte de ese espectáculo que en cada elección se los envuelve con las luminarias de San Política electoral.

El intendente Suarez, hoy precandidato a la gobernación con flojas mediciones que empujan a toda costa el aparato del Gobierno y las intendencias radichas, no sale del redil capitalino.

Pareciera que sus prioridades pasan por la cifra que se le abonó a Paulo Londra y la megafiesta de la Arístides. No de mejorar el estándar de vida en servicios de agua y cloacas para populosos barrios como La Favorita, Infanta o San Martín.

De dar un gesto de austeridad dosificando fondos de campaña y salir a recorrer la provincia para darle la cara a los hacedores del importante abanico productivo con el que cuenta Mendoza, tratando de interiorizarse de su realidad, cómo viven y producen al mismo tiempo.

El ciudadano que sabe que son tiempos de mucha tempestad económica y que, por lo visto, los vientos huracanados de inflación, devaluación y precarización no se aquietarán, debería comenzar a hacer lo que no hizo hasta hora: exigir a su dirigencia sensatez y mucho respeto.

Ese ciudadano tiene que ser consciente de una vez por todas de que gran parte de todo lo que ha venido sucediendo en el país en general, y en Mendoza en particular, tiene sus responsabilidades. Que ha llegado el momento de hacerse cargo pensando sabiamente en su voto. Para que esa dirigencia política termine de emitir señales que se alejan de la solución de los problemas y están más cerca del sectario pan y circo que conlleva cada elección.