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Malvinas: se abren nuevas oportunidades

Conquistar la mente y los corazones de los isleños para que acepten la presencia argentina no sería suficiente. Se necesita algo fundamental como una política de Estado sobre este tema que trascienda las sucesivas administraciones del país y que les sirva de sostén. A eso hay que sumarle una Cancillería informada y eficaz en la defensa de nuestros intereses y Fuerzas Armadas con capacidad de disuasión creíble para hacer respetar esos derechos

01 de marzo, 2019 - 15:03

“Britannia rules the waves… (ya no más)”. El genial escritor inglés, Joseph Conrad, le hace decir a uno de sus personajes de su novela Nostromo: “Hay algo siempre irresponsable en la rapacidad de las apasionadas, bien intencionadas razas del Sur, que no es obstáculo para el oscuro idealismo de las del Norte, que ante el menor incentivo sueñan con nada inferior a la conquista de la tierra.” 

En función de ello, una constante de la política exterior del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ese es su nombre completo y formal. Ha sido y es colocar a la razón y a la ley de su lado. Es más, han hecho de ello su vanagloria y su orgulloso lema: “Britannia rules the waves… (Gran Bretaña gobierna las olas…)”.

Sin embargo, cuando uno se informa y mira las cosas con más detenimiento, se comprueba que no todo lo que reluce es oro. Y la política exterior británica está entre ellas. Verdaderos maestros de la decadencia, los ocupantes del Foreign Office, han sabido dosificar lentamente cada palmo de terreno entregado de su viejo imperio. 

Comenzaron con la independencia de la India en 1947 y siguieron con la misma receta con la entrega de Hong Kong en 1997. Lamentablemente, el caso argentino, que gira en torno a la cuestión Malvinas y a otras dependencia conexas, les presenta algunas dificultades. 

Las dificultades están relacionadas con la compleja historia del conflicto -que incluye una guerra- y en la mala calidad jurídica del reclamo británico. Ellas las han llevado a estos verdaderos maestros de la diplomacia global a esmerarse, más que en otros escenarios. 

Lamentablemente para ellos, el tiempo les corre en contra. Ya que como reza una vieja ley metapolítica: “El tiempo vence siempre al espacio”.

Para empezar, existe la famosa Resolución 2.065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 16 de diciembre de 1965. La misma reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre el Reino Unido y la Argentina en torno a las Islas Malvinas. De igual manera, admitió que el caso se encuadra en una situación colonial, que debe ser resuelta teniendo en consideración lo expresado en la resolución 1.514, cuyo objetivo es el de eliminar toda forma de colonialismo. La resolución invita a las partes a resolver sin demora la disputa de soberanía teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas.

Para seguir, hay que evaluar que la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, una vez que el Brexit se concrete, también habrá de beneficiarnos. Por cuanto, ese organismo multilateral regional dejará de apoyar en lo que la Gran Bretaña señala como sus “territorios de ultramar”.

De paso, en un artículo aparecido en el periódico de las islas, el Penguin News, se reconoce que el Brexit le traerá grandes dificultades financieras y logística a los isleños. Ya que los llevaría a perder varias ventajas, tales como aranceles diferenciales en productos pesqueros y cárnicos. 

Pero como si esto fuera poco –que no lo es–, hace pocos días atrás, un fallo de la Corte Internacional de Justicia, le ordenó a la Gran Bretaña que renunciara al control de las islas Chagos en el Océano Índico. Ya que sostuvo que había obligado a su población a abandonarla en la década de 1970, para dar paso a una base aérea de los EE.UU.

La historia nos cuenta que la Gran Bretaña separó el archipiélago de su territorio de la isla colonial de Mauricio en 1965, tres años antes de otorgarle la independencia a Mauricio.

El presidente del alto tribunal, Abdulqawi Yusuf, dijo que Gran Bretaña está “obligada a poner fin a la administración de las islas Chagos lo más rápido posible".

Por su parte, el primer ministro de Mauricio, Pravind Jugnauth, dijo: “Es un momento histórico para Mauricio y toda su gente, incluidos los chagosianos que fueron expulsados de su país de origen, sin saberlo, e impedidos de regresar durante el último medio siglo".

Llegado a este punto, desconocemos si la Gran Bretaña obedecerá el fallo o no. Ya que el mismo no es vinculante ni obligatorio para las partes. Pero no deja de tener un gran peso moral para ambas. 

El tiempo vence al espacio

Como vemos, el tiempo va consolidando la posición jurídica argentina que es, de por sí, muy fuerte. Entonces es lícito preguntarse: ¿qué nos falta para que las islas vuelvan a ser nuestras?

Desde un principio, nuestra posición se ha basado en la existencia de un conflicto bilateral por la soberanía de las Islas Malvinas, otras islas cercanas y sus aguas adyacentes entre la República Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Por su parte, la Gran Bretaña sostiene que existe un tercer actor: la población local. Una que recientemente, mediante un referéndum, expresó su voluntad de formar parte de un territorio británico de ultramar.

La postura argentina ha negado siempre la existencia de este tercer actor. Agregando que las resoluciones de la ONU sólo la obligan a tener en cuenta sus intereses. Esta postura ha asumido, a priori, que los intereses de los isleños estarán siempre del lado de la Gran Bretaña. 

No podemos esperar que la Gran Bretaña acepte su error y se siente a negociar la soberanía, dejando de pensar –algún día– en la autodeterminación de los kelpers. Pero ¿qué sucedería si en vez de esperar esto, pudiéramos influir en la actitud de ellos?

En esta línea, algunos han llegado a la exageración de considerar como traición a la Patria cualquier contacto con ellos y la intención de querer modificarla. Llegando a extremos ridículos como el del fetichismo de considerar un acto de aceptación de soberanía británica, el simple trámite administrativo de hacerse sellar el pasaporte por parte de las autoridades isleñas.

Sin embargo, no pareciera haber otro camino que este: conquistar la mente y los corazones de los isleños. En principio para que acepten la presencia argentina, sea ésta laboral o bajo la forma de servicios que puedan prestarse en las islas o en el continente. Y finalmente, en un status que vaya reconociendo los derechos soberanos argentinos en forma progresiva.

Por supuesto, que la historia de los conflictos y de la Gran Bretaña nos enseñan que esto, aunque se lograra, no sería –por sí mismo– suficiente, ya que faltaría otra cosa fundamental. Como por ejemplo, una política de Estado sobre el tema que trascienda a las sucesivas administraciones argentinas y que les sirva de sostén.

En el escudo de la República de Chile se lee el lema: “Por la razón o la fuerza”, lo que traducido en términos elegantes de las RRII, implica acompañar a la legitimidad de un reclamo justo con la fortalezas propias de un Estado. Un estado que debería reconocer que al margen de la legitimidad de nuestros derechos, también lo es el mantener una presencia efectiva que materialice esos derechos, para lo cual es ineludible disponer de una Cancillería informada y eficaz en la defensa de nuestros intereses, además de Fuerzas Armadas con una capacidad de disuasión creíble para hacer respetar esos mismos derechos, ya que es la combinación de ambas cuestiones, la diplomática y la militar, la necesaria herramienta de apoyo de esa política de Estado, uno que respeta y que se hace respetar, solo así conseguiremos el objetivo nacional de recuperar a estas hermanitas perdidas, que son nuestras Islas Malvinas. 

Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.