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La geopolítica de las represas

Alguna vez hubo temor en nuestro país de que en un eventual conflicto con Brasil, éste abriera las compuertas de Itaipú para inundar ciudades ribereñas. Ahora, el peligro está representado por el cambio climático y sus consecuencias

14 de febrero, 2019 - 21:06

La Historia está llena de ejemplos en los cuales condiciones climáticas extremas cambiaron el curso de grandes batallas. Como ocurrió, por ejemplo, con la destrucción de la Armada Invencible por una tempestad a fines del siglo XVI. O como, también, sucedió varias veces con las sucesivas invasiones a Rusia a cargo de Napoleón, primero, y de Hitler, después. 

Tampoco han sido pocas las ocasiones en las cuales la mano del hombre provocó estas condiciones. Como por ejemplo, la Operación “Chastise” (Castigo) que consistió en un ataque aéreo llevado a cabo por los aliados contra las represas de la Cuenca de Ruhr, durante la Segunda Guerra Mundial, destinado a causar estragos en el sistema económico-productivo alemán.

En esta ocasión, la destrucción con bombas especiales de las represas de Mönhe y Eder arrojaron unos 330.000 metros cúbicos de agua que arrasaron unas 114 fábricas de armamento, varios pueblos y ciudades. Como resultado, unos 64 km2 fueron inundados, se destruyeron 25 puentes y se dañó a toda la red fluvial de transporte. Simultáneamente, se afectó a la agricultura local con la eliminación de una gran proporción de animales domésticos y campos de pastoreo y labranza. Además, murieron unas 2.000 personas. 

Nosotros, los argentinos, tenemos nuestra Cuenca del Ruhr que es la del Plata, y también tenemos la espada de Damocles, que es la represa brasileña de Itaipú, como explicaremos. 

Para empezar, podemos decir que la Cuenca del Plata tiene 3.200.000 km². Está conformada por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, los que desembocan en el estuario del Río de la Plata y de allí, en el Océano Atlántico. 

En la misma existen numerosas represas hidroeléctricas en funcionamiento, principalmente en la cuenca del río Paraná. En territorio uruguayo, sobre el río Negro oriental se ubican Rincón del Bonete, Rincón de Baygorria y Paso del Palmar. En tanto, en el río Uruguay, en la frontera entre Uruguay y la Argentina, se encuentra la represa de Salto Grande. 

También en nuestro país se encuentra el embalse de Cabra Corral, en Saladillo, provincia de Salta, y en la provincia de Corrientes, en la frontera con Paraguay, se ubica la represa de Yacyretá, sobre el río Paraná. Aguas arriba de este curso, en la frontera del Paraguay con el Brasil se emplaza la mayor del mundo: Itaipú. Otras represas en territorio brasileño son Paranoa, Dourada, Furnas, Isla Soltera y Jupiá.

El río Iguazú, por su parte, cuenta con varias represas, todas ellas en territorio brasileño: Bento Munhoz da Rocha Neto, Ney Aminthas de Barros Brag, Salto Caxias, Salto Santiago, Salto Osório y Foz de Areia.

Particularmente nos interesa a nosotros la represa de Itaipú, ya que el margen de ostentar el título de ser “la mayor productora de energía del planeta”, es una que nos afecta en forma directa a nosotros, los argentinos. Veamos.

La represa de Itaipú, dada su ubicación y complejidad, fue el resultado de intensas negociaciones entre Brasil y Paraguay durante la década del 1960. Concretamente, el 22 de junio de 1966, los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países firmaron el ‘Acta de Iguazú’, una declaración destinada al uso conjunto de los recursos hídricos comunes en el trecho del río Paraná que va desde los Saltos del Guairá hasta la desembocadura del río Iguazú.

Por su parte, la Argentina no estuvo ajena a estas negociaciones, ya que firmó, el 19 de octubre de 1979, el ‘Acuerdo Tripartito’ con Brasil y con Paraguay para el aprovechamiento del mismo río aguas abajo, vale decir, desde los Saltos del Guairá hasta el estuario del Río de la Plata.

Este acuerdo estableció los niveles del río y las variaciones permitidas para los diferentes emprendimientos hidroeléctricos para los tres países, dado que en aquella época había temor en la Argentina de que en un eventual conflicto con Brasil se abriesen las compuertas de Itaipú, inundando sus ciudades ribereñas ubicadas aguas abajo de la presa.

Traemos esto a colación porque, más allá de cualquier actitud paranoica, en una entrevista brindada a un portal online, el diputado federal Jair Bolsonaro Jr., hijo del actual presidente de Brasil, dijo que la usina eléctrica de Itaipú es un arma para inundar Argentina. “Brasil construyó Itaipú no sólo para obtener energía, sino también con intenciones bélicas contra Argentina.

El rompimiento de las compuertas de la usina serviría para inundar una buena parte del país vecino”, aseguró el legislador.

Pero, más allá de cualquier teoría conspirativa, es nuestra Secretaría Nacional de Emergencias (SEN) la que advierte, ya con las inundaciones del 2014, que las lluvias en Brasil engrosan el volumen del Paraná provocando que Itaipú deba prever la posibilidad de comenzar a liberar agua de su embalse para proteger la represa. La misma puede liberar 13.200 metros cúbicos de agua por segundo, cantidad que puede ir aumentando hasta llegar a liberar a unos 33.000 metros cúbicos por segundo. Lo que produce, como es obvio, inundaciones y evacuaciones aguas abajo en territorio argentino.

Llegado a este punto, es bueno recordar lo que decíamos en aquella oportunidad. Ya que la Argentina supo tener su plan para evitar las consecuencias de una posible rotura de la represa brasileña de Itaipú, cual era el Proyecto Hidroeléctrico Corpus Christi, una central hidroeléctrica proyectada para estar ubicada sobre el río Paraná, entre la Argentina y el Paraguay.

El proyecto fue originalmente planteado durante la década de 1960. Pero su suspensión fue acordada en el marco de las negociaciones entre el presidente Raúl Alfonsín, de la Argentina, y José Sarney, de Brasil, en la Declaración de Foz de Iguazú, conocida como la “piedra basal del Mercosur”.

Posteriormente, fue rechazado en un plebiscito celebrado por la población de la provincia de Misiones en el año 1996. No fue casual la presión que ejercieron organismos ambientalistas, tales como Greenpeace y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, para que el proyecto quedara en la nada.

Por su parte, organizaciones que apoyaron el proyecto hidroeléctrico de Corpus afirmarían, posteriormente, que durante la campaña se exageraron los informes sobre el daño ambiental que causaría la represa. Sostuvieron, también, que se presentaron exclusivamente datos sobre el proyecto en su ubicación en Itacuá, soslayando las ubicaciones en Itacurubí y Pindoí, mucho menos dañinas para el medio ambiente.

Sea como sea, cualquiera fuera su emplazamiento, el proyecto de Corpus Christi debe ser continuado por los siguientes motivos esgrimidos en su momento. Tales como:
1º) Por la generación de energía eléctrica a bajo costo;
2º) Por el mejoramiento de la navegabilidad del río Paraná;
3º) Por el aprovechamiento turístico de la zona.

Ahora, nosotros le agregamos, en función de las crecientes consecuencias del cambio climático, entre las que se encuentran un régimen de lluvias en la Cuenca del Río Paraná, la necesidad de construir esas represas como un reaseguro por cualquier desborde de Itaipú y que pueda inundar poblaciones argentinas aguas abajo. 

De no hacerlo, ya no solo sería desaprovechar una excelente fuente de energía abundante y limpia, la que nos hace bastante falta, dada nuestra crisis energética, sino también, de paso, un negligente abandono de nuestras responsabilidades y de hacer lo que necesario hacer para evitar catástrofes que ya son previsibles.