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Paciencia, comienzan las 'especuelecciones'

Desdoblar es la palabra que define al cronograma electoral, pero en realidad especular es la que se esconde en el ánimo de nuestros dirigentes.

03 de febrero, 2019 - 16:58

Al pisar 2019, algunos con entusiasmo y otros con resignación, todos seguramente hemos pensado en las elecciones, en la chance de modificar o ratificar rumbos, para que el 10 de diciembre finalmente tome cuerpo una nueva expresión del poder de la ciudadanía.

Suena solemne, ¿no? Claro, pero pierde solemnidad cuando se mira lo descabellado que suele ser en nuestra Argentina el cronograma electoral. Desdoblar es la palabra que lo define, pero en realidad especular es la que se esconde en el ánimo de nuestros dirigentes.

Lo que debería ser un acto que se consuma en un día, como fue aquel lejano 30 de octubre de 1983 en que recuperamos la democracia, se disgrega en una agenda confusa, inentendible y, en el fondo tramposa. Todos quieren aprovechar la buena imagen de algunos, minimizar lo impresentable de otros, despegarse de los piantavotos, pegarse a los candidatos atractivos, y así el cronograma se parece a un fixture descabellado al que no se anima ni la AFA.

Así, ya en febrero comenzaremos con esta interminable ronda de comicios. La Pampa, con sus PASO, pone en marcha el calendario, y en marzo Neuquén ya tendrá sus generales. Por supuesto como corresponde a una república bananera, no hay una sola ley, sino una trampa a conveniencia de cada caudillo, mandamás o patrón de estancia. La nefasta Ley de Lemas sigue vigente en algunas provincias, y de hecho le dio a Alicia Kirchner el sillón de gobernadora en la última elección. En otras hay voto electrónico, sábanas, boleta única… lo que se dice un verdadero cambalache.

Una de las ventajas del calendario descabellado es, por ejemplo, imposibilitar la supervisión extranjera de su transparencia: imaginen delegaciones viniendo 48 veces a dar fe de su validez. A la decimoquinta ya tendrían un cargo, planes y una jubilación de privilegio; y para las últimas, quien sabe, podrían encabezar alguna lista, ya que estamos. Si se eligieron parlamentarios mercosur para asumir muchos años después todo puede ser.

Por supuesto que tan flexibles como los cronogramas electorales son las constituciones, maleables a gusto del gobernador, que se considerará “proscripto” si están reguladas las reelecciones, y con anuencia de las cortes y sus cortesanos modificarán a su antojo, como el reciente caso de La Rioja.

Pero si observar el desquicio electoral es prueba cabal de la mediocridad política imperante, más grave aún es la devastada cultura política de la población. Seamos francos: hacen todo esto porque los votantes somos unos impresentables en la materia. Mirando la contienda como si fuera un partido de fútbol, perdonamos todo a los “nuestros”, condenamos todo a los “otros”, y no hay razón o prueba que rompa el blindaje. Basta ver la devoción que sigue generando CFK, a pesar de la probada corrupción que infectó a ella y su gobierno, y no se necesitan más pruebas.

Esta dirigencia argentina, toda ella, aprovecha con desparpajo nuestra permisividad e ignorancia. Así, son incapaces de dar una ley electoral transparente y correcta, una ley de financiamiento de los partidos que sería crucial para bajar la corrupción, y ni que hablar entonces de las leyes necesarias para un desarrollo serio. Las relaciones laborales, las estructuras tributarias, el comercio exterior, todo aparece regulado por un corpus jurídico sin pies ni cabeza.

Sectores como el agro, que pese a los prejuicios “progres” es el único realmente dinámico e inversor que nos queda, soportó en diciembre de 2018 una participación del Estado en la renta superior al 60%. Es decir, de cada cien pesos que produce un chacarero, más de 60 se los lleva directamente el fisco, y con los otros 40 debe hacer frente a gastos, costos, insumos, reinversiones y sacar su ganancia.

A la hora de las conclusiones, de buscar a los responsables, está claro que la primera mirada es hacia dentro. Pero luego, y abandonando el tono sarcástico, es necesario señalar algunas cosas sin hipocresía, y venciendo el riesgo de quedar tomando partido.

Un balance real de estos años indica que, más allá de sus malas praxis o no, más allá de sus impericias, Macri no tuvo el poder real para cambiar las cosas, ni el consenso ni las mayorías para que la sigla Cambiemos sea algo más que una declaración de intenciones. Nada se puede cambiar sin la necesaria participación del peronismo, que es el constructor real de esas relaciones que criticamos. Mal que nos pese, las principales leyes que regulan la vida nacional son peronistas, fueron sancionadas por ellos, y hechas a medida de su proyecto político.

Si en Argentina queremos cambiar en serio, será entonces momento de pensar y dar poder real a fuerzas transformadoras. Con votar una, quince o treintaydos veces cada dos años no basta. Las pruebas huelgan.