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Latinoamérica: (Des)equilibrio regional

El año 2019 está llegando a su fin. En consecuencia, nos ha dejado una América Latina convulsionada por una ola de protestas que pone en evidencia el gran malestar social, más allá de los tintes ideológicos. Si bien los detonantes han sido diferentes en cada país, sin dudas podemos visualizar dos elementos comunes: el paupérrimo desempeño de la economía regional de los últimos años y la pérdida de confianza hacia los gobernantes

07 de diciembre, 2019 - 11:35

En lo que respecta al descontento general, es innegable la creciente desigualdad y pobreza  en toda la región, siendo puntera a nivel mundial. La concentración de la riqueza sigue siendo para unos pocos, arrastrando tras de sí una gran diferencia de clases.

El crecimiento en América Latina y el Caribe se ha desacelerado de 1,0 por ciento en 2018 a 0,2 por ciento en 2019. Los factores a destacar son "el lento crecimiento mundial, los precios moderados de las materias primas y los flujos de capital volátiles”.

En Bolivia, el intento de fraude electoral por parte de Evo Morales devino en su renuncia “sugerida” por las Fuerzas Armadas, donde el ojo de la tormenta gira en torno a si fue Golpe de Estado o no.  Los fantasmas del pasado dictatorial retornan a la región, en medio de una carente alternancia de liderazgos por parte de la izquierda.

Mientras que nuestro vecino chileno, tuvo como factor movilizador los aumentos de tarifas de transporte público. La exitosa convocatoria fue en gran parte de la población joven, con diversidad de  demandas sociales. En respuesta, el Presidente Sebastián Piñera primeramente declaró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”.

Por otra parte, en Colombia, el conflicto surge por el interés gubernamental de realizar un impopular paquete de reformas, donde claramente se refleja la falta de compromiso del gobierno en pos de la equidad. Lo mismo sucedió en Ecuador con las “medidas austeras” que proponía el FMI, las cuales fueron finalmente removidas por el presidente.

Sin bien estos casos han sido los más resonantes, no podemos dejar de mencionar el caso de Haití, que tenido menor mediatización. Los levantamientos se han producido en un contexto social marcado por la corrupción, la desigualdad,  inflación y devaluación. Además, la crisis de Venezuela impactó negativamente en la isla, debido al recorte de programa de ayudas llamado Petrocaribe. Este acuerdo, le facilitaba hasta 60.000 barriles de crudo en condiciones más favorables que las del mercado. El primer país latinoamericano en independizarse, que abrió camino al resto de sus pares, hoy se encuentra con un incendio difícil de apagar dadas la carencia de instituciones sólidas. Algo similar a lo que sucede con el gobierno populista de Nicaragua.

 El malestar generalizado con los mandatarios latinoamericanos, tanto de izquierda como de derecha, también se ha hecho evidente en las derrotas sufridas por el oficialismo en las recientes elecciones de El Salvador y Argentina. Perú, por su parte, vivió la disolución del Congreso como consecuencia de la corrupción y la polarización política. La vuelta de la derecha en Uruguay hace que se equilibre regionalmente con su par Bolsonaro en Brasil, el cual toma nota del riesgo de realizar medidas económicas que devengan en protestas.

Si bien podríamos analizar extensamente el conflicto particular de cada país, es complejo preveer los resultados a futuro. No podemos negar que la consecuencia más inmediata que podemos considerar es que se ha dado marcha atrás de las propuestas más perjudiciales como eliminación de subsidios o aumento de precios. Sin embargo, las causas son mucho más profundas y arrastran años de una relación deteriorada entre la sociedad  y gobiernos que no supieron contentar  sus demandas.

Se ha despertado la auto percepción del poder por parte de los pueblos. Y es por eso que la conciencia popular es el motor que llevará a una transformación regional en un futuro cercano.