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La moderación a cuentagotas

04 de noviembre, 2019 - 12:16

La habilidad central de la fórmula Fernández-Fernández pareció radicar en su capacidad de sintetizar las dos demandas sociales capaces de sumar de ambos lados de la grieta: convocar al kirchnerismo duro y fiel que conforma la masa crítica de apoyos incondicionales a Cristina, enamorados del discurso duro, de enfrentamiento, de desbordes totalitarios a diestra y siniestra, pero también sumar a ese plafón los sectores moderados, el peronismo institucional, y cierta clase media que se ve representada por su figura de profesor universitario –dato que se encargó de remarcar permanentemente- que vive en un barrio aspiracional como Puerto Madero, que puede identificar deseos y ambiciones de una clase media y media alta para quienes su compañera de fórmula es altamente refractaria.

Pero lo desconcertante de Alberto es que, más allá de esa imagen que sedujo al electorado y le otorgó un triunfo en primera vuelta consagrándolo presidente electo, parece elegir en cada aparición cualquiera de los dos ropajes de esa síntesis: si en algún momento aparece el moderado, el dialoguista, en otros deja salir el setentismo resentido y casi arcaico que le sienta bien al lado duro, pero no a su perfil.

Fue alarmante lo de la semana que terminó, con su discurso sobre 'Cultura, política y capitalismo tardío' en la Universidad de Tres de Febrero. “Los medios de comunicación son un mecanismo de control social. Los dibujitos animados son un medio de control social. Nos inyectan un montón de datos que nosotros ni nos damos cuenta que nos están inyectando”.

La visión de Fernández se corresponde con aquella línea de estudios marxistas sobre la cultura, en tiempos de la guerra fría, que dio lugar al popular libro Cómo leer al pato Donald, de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, que ve en los medios de comunicación y en la cultura de masas una herramienta de dominación cultural.

Esa visión es amada por los autoritarios, que construyen sus redes de producción discursiva a imagen y semejanza, y paren sus 6,7,8s como herramientas de combate ideológico, sosteniendo que en ese terreno se construye la victoria. De ahí a la demonización de la información, el periodismo y la libre circulación de ideas hay un solo paso.

Pero lo grave de la estrategia pendular de Fernández es que da alas a sectores que directamente quieren arrasar con el disenso, con la posibilidad de pensar distinto y decirlo. Sobraron pruebas esta misma semana, y encienden las alarmas.

Avanzó Zaffaroni con su idea de una aplicación fáctica de una nueva ley de medios. Llama la atención viniendo de un jurista. "Hay que promover una pluralización fáctica de los medios. Lo que afecta la libertad de expresión es el monopolio, no hay democracia plural y real que funcione con un discurso único, eso es propio de un totalitarismo, de un autoritarismo".

EL exsupremo instala la idea de un monopolio, un cuco que maneja las cabezas como, según Alberto, lo hacen los dibujitos de la Warner. Tal vez ignora que de los cuatro o cinco grupos mediáticos principales una amplia mayoría son adherentes incondicionales a sus líderes políticos.

Nada dice, eso sí, de democratizar la salud, por ejemplo, cuando una gran cantidad de clínicas y sanatorios están bajo el mando de sindicalistas millonarios y retacean servicios a sus propios afiliados y clientes de sus obras sociales.

En la agencia Telam, por ejemplo, la caza de brujas ya ha comenzado, y parece seguir caminos similares en el CONICET.

Alberto muestra para algunos una cara dialoguista y de amplitud. Para otros, enamorados de los ’70 y sus anacronismos, alienta un retorno a esos parámetros que no excluyen la violencia.

Es difícil imaginar cómo compensará a unos y otros en el ejercicio del poder, cómo será el reparto de cargos, poderes y fondos públicos.

Poner en su lugar a los desbocados será un gesto de firmeza que aún no ha mostrado. Así, tuvimos hasta un Fernando Esteche pidiendo que se abran las cárceles, o a Hebe de Bonafini señalando a los votantes opositores como el cáncer de la Argentina.

La Warner produjo el Guasón que destroza las taquillas de todos los cines del mundo. Tal vez se reconcilie cuando proponga a otro de los célebres villanos nacidos en la saga de Batman: 'Harry dos caras'.