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Litio que me hiciste mal...

Deberíamos dejar de lado el modelo colonial de permitir la explotación y exportación de litio sin ningún proceso industrial y buscar  la posibilidad de desarrollar toda una gama de productos. Así lo hacen con sus minerales los países que buscan disponer de una ventaja estratégica

07 de diciembre, 2019 - 08:22

Los convulsionados sucesos políticos en la vecina Bolivia han puesto sobre el tapete varios temas. Pero hay uno que es de nuestro interés, cual es la posibilidad de que entre las motivaciones del golpe de Estado se haya encontrado la posibilidad de grupos, tanto locales como extranjeros, de hacerse con el negocio de la explotación del litio. 

Pero, ¿qué es el litio?

Para saberlo, en este artículo vamos a tener que realizar un pequeño paseo por varias ciencias.

Empecemos por la Química y la Merceología

El litio es un elemento químico que se presenta, en su forma pura, como un metal blando, de color blanco plata. Se lo emplea, especialmente, en aleaciones conductoras del calor y en la fabricación de baterías eléctricas.

Específicamente, el cloruro y el bromuro de litio tienen una elevada higroscopicidad, por lo que tiene propiedades secantes. El estearato de litio es un lubricante de propósito general en aplicaciones a alta temperatura, mientras que el hidróxido de litio se usa en las naves espaciales y submarinos para depurar el aire extrayendo el dióxido de carbono. 

Puro, es componente común de las aleaciones de aluminio, cadmio, cobre y manganeso empleadas en la construcción aeronáutica y se lo utiliza en la fabricación de cerámicas y lentes. 

Y como si todo esto fuera poco, también, tiene aplicaciones nucleares y es el componente principal en la fabricación de baterías recargables de alto poder y larga duración. 

Sigamos por la geografía

Argentina, Bolivia, Chile y Perú tienen el 85% de las reservas de litio del planeta.

Se ubican en un triángulo geográfico conformado por el Salar de Uyuni en Bolivia, el del Hombre Muerto en Argentina y el de Atacama en Chile, el que se encuentra disperso en una pequeña proporción en ciertas rocas volcánicas y sales naturales, pero nunca libre, dada su gran reactividad. 

Pasemos a la Historia

Se puede afirmar que durante las décadas de los años 40 y 50 se produjo el surgimiento de la industria minera argentina gracias al estímulo de esa actividad a través del Fondo de Fomento Minero, creado durante el primer mandato de Juan Domingo Perón.

El 11 de octubre de 1945, por ejemplo, tuvo lugar la primera colada de arrabio argentino en los Altos Hornos de Zapla, en la localidad de Palpalá, provincia de Jujuy, merced a la acción del general Manuel Savio, marcando el nacimiento de la siderurgia argentina y generando las condiciones para el desarrollo de la industria pesada.

En 1958, durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi, es intervenida la mayor empresa minera –Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio– tras un conflicto de once meses de duración que culminó cuando los obreros fueron puestos bajo jurisdicción militar.

La producción total anual de minerales metalíferos descendió de alrededor de 293.000 toneladas anuales a poco más de 153.000 toneladas.

Entre 2007 y 2013, la inversión extranjera directa orientada a la minería creció a una tasa anual del 47%. Mientras que en el 2003 la minería generaba 79.000 puestos de trabajo, directos e indirectos, en 2013 llegaba al medio millón.

En el caso de las exportaciones de minerales, que en 2003 equivalieron a 2.900 millones de pesos, en 2013 crecieron a 23.059 millones de pesos.

Pero, de acuerdo al INDEC, durante 2016 el PIB del sector de explotación de minas y canteras se redujo un -5,3%.

Por su parte, las ventas externas de oro, plata, minerales de plata y piedras preciosas cayeron un 8%  y los puestos de trabajo registrados sufrieron una caída de 4%. 

No podemos obviar a la política

Como sabemos, la Constitución de la Nación Argentina reformada en 1994, estableció que: “Corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio”.

Pero, la realidad indica que, como las provincias mineras son las más pobres del país, no tienen capacidad propia para explotar por sí mismas los recursos mineros y deben concesionar su explotación a empresas privadas, normalmente extranjeras.

Esta asimetría no sólo favorece el manejo de la minería a través de una política de Estado, ya que también facilita oscuros entramados de corrupción a nivel provincial, como ha sido denunciado.

Por otro lado, la explotación de la minería metalífera a cielo abierto en gran escala, especialmente del oro, la plata y el cobre, ha sido duramente cuestionada y tiene gran resistencia por parte de los pobladores de las zonas afectadas, como es el caso de Mendoza, por ser considerada altamente contaminante.

Final para el sentido común

Desde tiempos inmemoriales, el descubrimiento y el aprovechamiento de los distintos minerales les permitieron a los pueblos que supieron hacerlo disponer de una clara ventaja estratégica.

Por ejemplo, las espadas de bronce fueron derrotadas por las de hierro tan pronto como aparecieron, sólo para ser, a su vez, vencidas éstas por las de acero. 

Milenios más tarde, el dominio del ciclo del uranio les permitió a unos pocos Estados imponer, brutalmente, su voluntad a la masa de los que carecían de esta tecnología. 

Hoy, parece ser que esa dominación irá de la mano de los que controlen el ciclo del litio y el otras “tierras raras” que permitirán, entre otras cosas, el cambio de sus respectivos sistemas de transporte basados en los contaminantes combustibles sólidos a los eficientes y limpios sistemas eléctricos alimentados por baterías de litio.

Ante este panorama, la respuesta es simple. Optamos por el modelo colonial de permitir su extracción y exportación sin ningún tipo de proceso industrial o, por el contrario, lo aprovechamos para el desarrollo de toda una gama de productos industriales. 

Supimos hacerlo en el pasado cuando construimos Altos Hornos Zapla en Jujuy para aprovechar el hierro del Mutún boliviano.

Solo se trata de hacerlo de nuevo.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.