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Los que ignoraron la muerte de niños por desnutrición

24 de noviembre, 2019 - 13:12

Mientras desde el púlpito de la Jefatura de Gabinete de Ministros Jorge Milton Capitanich arengaba al país a primeras horas de las mañana de todos los días, al mismo tiempo que se dedicaba a denostar e insultar a todo periodista, sin el más mínimo recato de su circunstancial investidura y desde donde lo hacía, en su tierra comenzaban a morir niños en el más absoluto desamparo y desidia. Morían de hambre.

Las espeluznantes cifras de esos años indicaban que entre 2010 y 2014 murieron en Chaco alrededor de 2.000 chicos por el hambre y las enfermedades. Las segunda, consecuencia directa de la primera.

Pibes que junto a sus familias sobrevivían en la más indignante de las condiciones. La tarea de la vil desnutrición desembocaba en meningitis o tuberculosis, por lo que el final de cada niño era cuestión de días.

Lo de Chaco solo fue el dantesco ejemplo nacional de lo que ocurría en muchas zonas de la Argentina.

Era en pleno gobierno del segundo mandato de Cristina Fernández. Tiempo en el que el vicepresidente Amado Boudou habitaba con impunidad todo ese escenario complejo de corrupción que vivía la Nación.

El mismo personaje que hoy, con pestilente desparpajo, asegura que Mauricio Macri "se robó el país junto a sus amigos" (sic).

Ante esa dolorosa imagen de pibes muriendo de hambre, nadie escuchó al multifacético y exitoso conductor televisivo Marcelo Tinelli tan siquiera esbozar una expresión de preocupación.

Sus programas cosechan en abundancia inmensas cifras millonarias, entreteniendo noche a noche a una comunidad que, incomprensiblemente, se aturde con sus luminarias para no mirar el país real en el que vive.

Algo parecido a lo sucedido, por estos años, con un gobierno que se va el próximo 10 de diciembre.

El mismo Tinelli, cansado de ganar mucho dinero, se acordó del país que habitan él y sus privilegiados hijos, se calza la actitud de preocupación y empieza a descubrir esa Argentina que hace casi 20 años no le otorga a sus habitantes un digno vivir.

Debería tener un poco de decoro ante los millones de argentinos que viven por debajo de la línea de la pobreza. Respeto, también, por esas instituciones o familias solidarias que durante todos estos años han extendido sus brazos solidarios para mitigar el hambre y la miseria de quienes la padecen.

Como en el caso de la golpeada Mendoza, con la titánica obra del Banco de Alimentos.

¿Qué pueden decir Tinelli y el entorno del presidente electo para comenzar a sacar del fango oscuro de la pobreza a tanta gente? ¿Por qué Fernández no convoca a quienes trabajan con los pobres, aquellos que instalan en sus barrios merenderos y comedores comunitarios y a las instituciones que les facilitan la ayuda solidaria alimentaria que da gran parte de la comunidad.

¿Por qué Fernández no se asesora con quienes integran el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) o de UNICEF Argentina? Ambas entidades que tienen técnicos y voluntarios avezados en profundos y responsables trabajos en todo lugar donde hay inseguridad alimentaria, pobreza y exclusión.

La administración de Néstor y Cristina Kirchner dejaron una pobreza en ebullición. La administración de Mauricio Macri deja un gigantesco halo de pobreza, alimentado con lo mucho que heredó y lo mucho que la multiplicó.

La gran pregunta que se debería hacer el país es qué pasará con el presidente electo Alberto Fernández. 

Interrogante que se llena de preocupación cuando uno lo ve rodeado de un entorno que se rasga las investiduras descaradamente, ante los pobres del país.

Los que dicen que tendrán la tarea de apagar el hambre, cuando ignoraron la muerte de miles de niños argentinos en el "exitoso" gobierno de los que hoy procesados pueblan las cárceles del país o vuelven al gobierno de la nación.