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Los códigos de la mentira

Diego Armando Maradona renunció a su cargo como entrenador de Gimnasia y Esgrima La Plata. Los motivos de su desvinculación, el pedido de sus jugadores y porqué perdió los códigos con la gente tripera y aprovechó la oportunidad para escapar

21 de noviembre, 2019 - 17:55

El pueblo platense jamás se imaginó que el desenlace de Diego Armando Maradona como director técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata iba a ser tan pronto.

Lo que empezó como un amor incondicional entre el entrenador y sus hinchas terminó siendo un golpe durísimo para ambas partes, especialmente para los simpatizantes, que pasaron de la ilusión al desencanto. De amarlo a odiarlo, creyendo que los abandonó.

De aquel día que se puso a llorar cuando pisó por primera vez el campo de juego del Bosque al 19 de noviembre cuando presentó su renuncia, pasaron dos meses y 10 días. En todo ese tiempo, los hinchas revolucionaron la ciudad de las diagonales. Y le demostraron su amor incondicional. Algunos se lo tatuaron en la piel con la camiseta de Gimnasia. Otros, ahorraron plata para hacerse socios. Reventaron las taquillas. En las esquinas más tradicionales de La Plata se observaron imágenes de él con los colores triperos. Ante estas muestras de cariño, Maradona les soltó la mano a los hinchas en el momento que más los necesitaba. ¿Cuál fue el motivo? Su lealtad hacia el presidente que le abrió las puertas del club. El próximo sábado habrá elecciones en la institución y el mandamás actual, Gabriel Pellegrino, no se presentará. Por ende, el técnico, fiel a su estilo, se irá con él.

En los últimos días, se reunieron los dos candidatos al sillón tripero, Salvador Robustelli (Convergencia Gimnasista) y Mariano Cowen (Gimnasia Grande) con el actual mandamás en busca de una unidad y no hubo acuerdo para ir en una lista única. De esta manera, Pellegrino y Maradona dejarán sus cargos. Pero ¿Cuál de las dos partes pensó en los jugadores, cuando hoy el equipo tripero se encuentra en la última posición de la tabla del descenso? No era el momento indicado para cambiar de entrenador y mucho menos, alborotar una ciudad que estaba ilusionada con lograr el objetivo final: quedarse un año más en la máxima categoría.

Cuando asumió Maradona como entrenador lo primero que le manifestó al capitán Lucas Licht fue: “Ustedes me están ayudando, yo los voy a ayudar a ustedes”. Con su renuncia, pensó más en lo político que en lo futbolístico. Al final, la ayuda no existió porque los resultados no lo acompañaron. Él fue contratado para sacar al equipo adelante.

La renuncia de Diego es un golpe muy duro para todos los triperos porque el hombre pasó por alto toda la demostración de los hinchas. Fue una gran contradicción de su parte entre lo que dijo e hizo, porque hace unos días sostuvo que lo iban a tener que sacar con gendarmería y ahora dejó su cargo por la lealtad hacia el presidente que, en varias oportunidades, le insistió para que siga en el cargo.

Más allá de los códigos a los que se aferra, el compromiso era con la gente y con los futbolistas. El lunes pasado los jugadores les insistieron para que no se vaya, a pesar de que al equipo no le aportó grandes soluciones. Desde lo numérico, cosechó 9 puntos sobre 24, y no lo pudo sacar de la zona de descenso, partiendo de la base que le restan tres compromisos para el final del año y contra rivales directo en la pelea por no descender: Arsenal, Banfield y Central Córdoba.

En la última charla con los futbolistas. Lucas Licht, principal referente del plantel, le pidió que no los dejara "en banda"; las palabras del capitán resultaron un sacudón para el DT, quien dio un discurso bastante ambiguo ante los jugadores, aunque después decidió dar un paso al costado.

Con su llegada, Maradona había logrado armonía, felicidad en sus simpatizantes y esperanza de poder sacar el equipo adelante por lo que representa como el mejor jugador de todos los tiempos y máximo referente del fútbol mundial. Con su salida, ya no le queda nada al hincha. Se esfumo la expectativa de quedarse en primera.

Para él, sus ochos partidos en el banco de suplentes fue un paso muy grande en su carrera como entrenador. Consiguió volver al fútbol argentino que no le abría las puertas desde el 1995 (pasaron 24 años). Se lo veía muy

feliz en el campo de juego. Cuando se rumoreaba de que no iba a presenciar los entrenamientos, sólo faltó a dos por cuestiones personales.

No hay dudas de la lealtad de Maradona hacia su presidente Pellegrino. Y la lealtad siempre es para aplaudir, más de un hombre como él que se maneja bajo sus convicciones y que vive tomando posición por lo que cree. Pero en este caso, dejó de lado el compromiso que había asumido con el equipo (especialmente con los futbolistas), con su ayudante de campo (Sebastián Méndez) y con los hinchas que colmaron el Bosque cada vez que jugaba de local. Esa vez, perdió los códigos con la gente tripera que movió cielo y tierra para verlo. Y también dejó tirado a los futbolistas que le tendieron la mano para su llegada. Y que lo necesitan más que nunca.

Sí la situación del equipo hubiese sido otra, el gesto de Maradona con el hombre que lo llevó a dirigir y confió en él sería respetado. Pero en este caso, si se hubiera quedado no era traición, más si la persona que te llevó te insiste con que te quedes.

Cada cual atiende su juego y lo de Pellegrino también fue una rosca política de la cual Maradona debió apartarse. El compromiso de Maradona con los futbolistas debió ser más fuerte. Y también con él mismo, porque llevó a cabo un buen trabajo que lo posicionó como entrenador como nunca en su carrera, más allá de los resultados.

El entrenador aprovechó la oportunidad para renunciar, escudado en los códigos. Ninguno estuvo a la altura: el Lobo no supo retenerlo y Diego no completó el proyecto futbolístico.

La Plata no será la misma sin el Diego. Maradona y sus supuestos códigos. Los tuvo con Pellegrino. Pero no los tuvo con la gente de Gimnasia. Y menos con los jugadores.