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Presupuesto 2019: el alto precio de no tener poder

24 de septiembre, 2018 - 07:26

PLa cosa se resumiría así: cuando se tiene mucho poder, se puede hacer lo que se quiere. En cambio, cuando ese poder real es escaso, entonces se termina haciendo lo que quieren los demás, con el gesto de que se están llevando adelante ideas propias. Ese, más o menos, es el escenario del Presupuesto del año que viene.

Por más que el proyecto lo haya elaborado el ministro Nicolás Dujovne y su equipo. Por más que lo haya enviado al Congreso Nacional el Gobierno de Cambiemos. Por más que esté garantizada la presencia y aprobación de los bloques que representan al oficialismo, el Presupuesto parece a la medida de la oposición.

¿Por qué? Suena raro si todo lo antedicho es cierto. Parece un improcedente juego de palabras, pero tiene mucho de realidad, y desnuda un acto casi teatral de simulaciones, exigencias y posturas “para la gilada”. Lo cierto es que, en un escenario donde la necesidad de bajar el déficit es acuciante, el único que termina ajustando es el Gobierno Nacional. Por la necesidad de contar con esa herramienta, máxime a la hora de exhibirla como un trofeo fruto del consenso y la convivencia política civilizada ante los examinadores que nos miran de afuera, Cambiemos encara el sacrificio de hacerse cargo de todo.

Aunque para ser justos, Macri no estará solo en el esfuerzo. Por razones obvias también obliga a María Eugenia Vidal y a Horacio Rodríguez Larreta al ajuste, que no pueden decirle que no y se deberán bancar, por ejemplo, hacerse cargo de los subsidios al transporte, entre otras cosas. Gobernadores e intendentes de otros lugares, en cambio, podrán seguir con su fiesta y su simulacro.

Algunos han llegado a decir, jugando con la ironía, que Macri envió un presupuesto peronista, donde asume todo el esfuerzo y no obliga a nada, y algo de eso hay. Es el precio de no tener mayorías y poder real, de estar obligado a negociar, pero con mínima capacidad de imponer. Distan mucho los tiempos de escribanía y aprobación automática, donde los presupuestos salían en cinco minutos sin que nadie se entere.

Cuando se ven algunos números de la economía real se entiende más claro de qué se trata. Por ejemplo, mientras a nivel nacional la planta se ha reducido en 30 mil agentes, en provincias y municipios la diferencia es de 40 mil, pero no en reducción sino en aumento. Muchos gobernadores e intendentes siguen gobernando con números de opulencia, sabiendo que, en todo caso, hasta por cuestiones culturales, la culpa siempre sigue siendo de los de arriba.

Hay otro indicador que marca con absoluta precisión qué pasa con las provincias, sobre todo con algunas que viven una verdadera fiesta con dinero de arriba, pero a la hora de la aprobación, sus votos pesan toneladas y deciden, y sirven además para mantener ese estado de cosas. Es el dato de cuanto generan de sus recursos.

Por supuesto, la Formosa de Gildo Insfrán encabeza el ranking con comodidad: solo produce el 9% de lo que necesita. Dicho de otro modo, de cada cien pesos que utiliza Formosa, 91 le son girados por la Nación. No le va en zaga La Rioja: la provincia donde todavía dan fueros al senil y multicondenado Carlos Menem sólo produce el 10% de sus recursos. Completa el podio Santiago del Estero, el feudo de los Zamora, con sólo el 12% de financiamiento propio.

Del otro lado de la lista está, en primer lugar y por mucho, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que produce el 77% de su presupuesto, seguida por Neuquén con el 67%. Si preguntan por Mendoza, está en el sexto lugar con el 47% de recursos propios, y un 53% provistos por la Nación. San Juan genera el 30%, y el “otro país”, San Luis, un escaso 21%, estando entre los peores, pese a la imagen que pretende dar el gobierno de los Rodríguez Saa.

Por supuesto que el equilibrio no sería que cada una produzca el total, ya que la Nación es la principal recaudadora. El promedio nacional da 31%, y el estudio corrió por cuenta del Instituto Argentino de Análisis Fiscal IARAF) que lidera Nadin Argañaraz.

Varias conclusiones pueden tomarse de lo antedicho, pero hay una que salta a la luz de inmendiato. Gran parte de los problemas económicos de la Argentina son políticos. La conformación de la representación, con feudos anquilosados, de un atraso ancestral y modelos sociales anacrónicos, terminan siendo fuente de fracaso económico.

Así, hacer un presupuesto obliga más a respetar esos anacronismos que a plantear herramientas para una sociedad moderna y en cambios. Seguimos presos del pasado, y si no está claro, miren el Presupuesto.