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La Batalla del Pilar y la misteriosa muerte de Francisco Laprida

17 de septiembre, 2018 - 12:38

En unos días se conmemorarán 189 años de la batalla del Pilar, una de las primeras confrontaciones que se produjeron entre unitarios y federales en nuestra provincia.

Aquella batalla causó muchas víctimas entre ambos bandos: entre ellas se encontraba una importante personalidad política de aquel tiempo. Hablamos del doctor Francisco Narciso de Laprida, quien como presidente del Congreso realizado en Tucumán el 9 de julio de 1816  estuvo a cargo de la declaración de nuestra Independencia.

Hoy, en aquel lugar, existe un barrio que lleva su nombre y una plazoleta con un busto de Laprida que recuerda esta triste matanza.

Caos político e institucional

Como consecuencia del movimiento que hicieron las tropas unitarias, acantonadas en Barriales el 10 de agosto de 1829, encabezadas por el coronel Juan Cornelio Moyano, ese año se realizó un tratado. Con esta sublevación, se exigió la renuncia del gobernador Corvalán y en su lugar fue designado el general Rudecindo Alvarado.

En medio de su gobierno, hubo un levantamiento militar al mando del general federal José Félix Aldao y el caudillo Villafañe, quien era el segundo de Facundo Quiroga.

Los insurgentes entraron a Mendoza y luego de realizar varios movimientos tomaron posición en la localidad de Barriales, a varios kilómetros de la ciudad. Mientras tanto, en las calles mendocinas corrían ciertos rumores de la llegada de Aldao y sus tropas. El choque entre unitarios y federales era inminente y se produciría en muy poco tiempo.

Un sanjuanino en Mendoza

En aquel tiempo, don Francisco de Laprida partió hacia Mendoza perseguido por razones políticas. En este viaje lo acompañaba su esposa, que se encontraba muy enferma, y sus hijos menores.

Al llegar a la ciudad mendocina, el brillante político, periodista y abogado realizó distintas actividades vinculadas a su profesión, pero su impulsivo carácter lo llevó a regresar a San Juan que por ese entonces estaba convulsionada socialmente. Allí, con su amigo José Rudecindo Rojo, fundó El Amigo del Orden, periódico que fue prohibido porque -según decía el oficialismo- agredía al gobierno de Echegaray.

Sin embargo, el ex presidente del Congreso de Tucumán editó otros dos periódicos, llamados El Solitario y El Repetidor. Por estas publicaciones fue apresado en julio de 1829 y estuvo recluido y engrillado en una cárcel. Tras pagar una fianza al gobernador de San Juan, Laprida salió y regresó a Mendoza.

Al llegar, pudo ver la difícil situación política y militar en que se encontraba la provincia y no dudó en enrolarse como cabo de infantería en el batallón de El Orden.

La batalla inevitable

El 22 de setiembre, el gobernador Alvarado fue amenazado por las fuerzas federales de Aldao, que se encontraban muy cerca de la capital. Las tropas unitarias, al mando de Zuluaga, salieron al encuentro y se concentraron en un lugar llamado 'del Pilar'.

Por la mañana, ambas fuerzas se desplegaron en guerrilla y se iniciaron varias escaramuzas con pérdidas en ambos bandos. Pero el vicario foráneo de Mendoza intentó realizar una tregua durante la batalla. Por la tarde parecía que la situación podía llegar a un acuerdo, pero desde el campo federal se dispararon varias piezas de artillería a las tropas unitarias y se reanudó el combate. Estas últimas se dispersaron y los federales atacaron con furia, acuchillando a todo unitario que se les cruzara en el camino. 

El cabo Laprida

En ese instante, el cabo Francisco de Laprida vio a un teniente desconocido, llamado Domingo Sarmiento. El reconocido abogado le dijo al prócer que tratara de escapar de ese combate, que era muy joven, pero aquel intrépido teniente no le hizo caso.

Más tarde, Sarmiento describió estos hechos: "Yo salí del campo del Pilar después de haber visto morir a mi lado al ayudante Estrella y haber ultimado, uno de los nuestros, a un soldado enemigo que me cerraba el paso mientras bregábamos con la lanza y el sable con que yo había logrado herirlo. Salí por entre los enemigos, por una serie de peripecias y de escenas singulares, entrando en espacios de calle en que nosotros éramos los vencedores, para pasar a otro en que íbamos prisioneros".

"Más allá, los hermanos Rosas, de partidos contrarios, se disputaban un caballo; adelante me junté con Joaquín Villanueva, que fue luego lanceado, reuniéndome con José María, su hermano, que fue degollado tres días después, y todos estos cambios de situación se hacían al andar del caballo, porque el vértigo de vencedores y vencidos que ocupábamos en grupo de media legua en una calle, apartaba la idea de salvarse por la fuga", escribió.

Los federales del general Aldao habían doblegado a las tropas de Zuloaga y se llevaron la victoria.

Un misterio sin resolver 

Laprida y los dispersos unitarios comenzaron a retirarse a todo galope en dirección al Este, más precisamente a San Francisco del Monte, mientras eran perseguidos por una montonera que había enviado el general Aldao.

Al llegar a un callejón, los perseguidores los rodearon y apuntaron con sus lanzas. Los jinetes unitarios trataron de bajarse de los caballos, pero vieron que su suerte estaba echada. Don Francisco, en ese instante, supo que era su fin. Uno de los colorados atravesó su pecho con una lanza y al caer al suelo, los otros bárbaros se abalanzaron sobre él y lo degollaron.

Su cuerpo desapareció, aunque algunos creyeron reconocerlo por el delicado monograma de su camisa.

Pero lo cierto es que hasta hoy la muerte de Laprida es un verdadero misterio, ya que nunca se supo el lugar preciso donde fue asesinado y lo que realmente sucedió con sus restos. Lo único que se conoce es que murió en aquella sangrienta batalla, la batalla del Pilar.