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El abuso de la geopolítica

Los focos de tensión mundial han sido siempre una tentación de los Estados ‘poderosos’ para intervenir, aunque generalmente tal solución, sea cual fuere, es la menos conveniente

10 de agosto, 2018 - 11:55

Desde un tiempo a esta parte, con el auge de las redes sociales como fuente casi exclusiva de información y con la visión que se transmiten desde los generadores de contenidos como Netflix, no son pocas las personas que buscan explicaciones simplificadas a realidades complejas. 

Concretamente, uno puede escoger una región, un país, especialmente, si hay un conflicto en desarrollo para encontrar un ramillete de teorías conspirativas y, su correlato, la creencia de que tales conflictos son fácilmente solucionables desde organismos supranacionales. Se llamen estos ONU, OEA u OTAN.

Por ejemplo, el doctor en ciencias militares, el ruso Konstantín Sivkov, ha presentado un análisis de los principales focos de tensión mundial. El experto geopolítico nos advierte que las crecientes contradicciones regionales azuzadas por las élites occidentales y transnacionales pueden desencadenar conflictos regionales de magnitud.

Especifica que “las tensiones en torno a Irán podrían derivar en un conflicto abierto que fuera la antesala de la tercera guerra mundial".  Además de Oriente Medio, el especialista destaca que la situación en América del Sur ha quedado fuera del control de EE.UU. Y lo que era ‘el patio trasero de EE.UU', se encuentra bajo la influencia de potencias extracontinentales como China y Rusia.

Sivkov agrega: “A medida que EE.UU. vaya perdiendo terreno en Oriente Medio, aumentará la presión sobre Latinoamérica". A su juicio, un conflicto en la América del Sur podría convertirse en una excelente herramienta en manos de los EE.UU. para retomar el control de su patio trasero.

Llegado a este punto, el especialista nombra a dos conflictos en desarrollo; el que se deduce de la creciente inmigración ilegal, que junto con las drogas –nuevas y viejas– toma por asalto a los EE.UU. desde el Sur y la posibilidad de que Venezuela se convierta en un Estado fallido o, lo que sería peor, en uno agresor de sus vecinos.

El ejemplo de Venezuela

Uno puede o no creerle a Konstantín Sivkov, comprarle o no su teoría conspirativa. Lamentablemente, lo que uno no puede hacer es dejar de reconocer que los problemas señalados por el especialista, efectivamente, existen.

Por otro lado, la prensa seria nos da noticias de que tanto la OEA como varios jefes de Estado de la región –entre ellos, el nuestro– se encuentran interesados en la solución de estos problemas.

Específicamente, ya son varios los documentos de la organización interamericana que han buscado condenar al régimen de Nicolás Maduro y coordinar algún tipo de medida en su contra. Se ha sumado a ello, aunque en forma esporádica, las declaraciones explosivas del explosivo presidente de los EE.UU., Donald Trump. También, la de nuestro propio presidente, Mauricio Macri, las que se han sumado a las de su nobel par colombiano, Iván Duque, de llevar a ese gobierno ante los tribunales de la Corte Penal Internacional. 

En todos los casos nombrados, ya sea en forma explícita o implícita, ha flotado la noción de que la comunidad internacional debe hacer algo concreto  para aliviar el sufrimiento de los venezolanos. Ese algo ha oscilado desde condenas morales y sanciones económicas hasta las mal llamadas “intervenciones humanitarias”.

Aunque hay que reconocer que ha sido la congénita esterilidad de esos organismos internacionales que las han promovido, la que ha evitado, hasta el momento, que alguna de ellas se concrete. 

Estados, abstenerse

Sin embargo, como lo dice nuestro título, se sigue abusando de la Geopolítica. Y se siguen lanzando al aire nociones tan salvadoras como erróneas.

La más peligrosa de ellas, ya la mencionamos, es el concepto de “intervención humanitaria”. La misma se define como la intervención de un Estado o de una coalición de ellos, mediante la fuerza armada, con el objetivo de proporcionar a la población civil protección ante la violación masiva y sistemática de sus DDHH ante situaciones de emergencia derivadas de una guerra civil, de hambrunas o genocidio, entre otras causas.

Palabras más, palabras menos, es lo que intentó, con suerte ya conocida, en Irak, y que se lo sigue haciendo en Afganistán. Se basa en creer que un simple cambio de régimen pude llevar la paz a viejos conflictos.

Cuál es nuestra objeción

Creemos que el caso venezolano, en la hipótesis de que se optara por una intervención humanitaria, presentaría desafíos más serios, aún, que la de los casos nombrados. Para empezar, el régimen de Maduro cuenta, hasta donde sabemos, con el apoyo de poderosas y modernas FF.AA. Las que, deducimos, no permanecerán impasibles antes el empleo de una fuerza armada extranjera que atentara contra su soberanía.

Pero nuestra objeción mayor a este tipo de solución no nace de esta apreciación, sino de nuestra convicción profunda en las doctrinas enunciadas por el argentino Luis María Drago y por el mexicano Gerardo Estrada, que consagraron a nivel internacional el sano principio que indica la obligación de los Estados de abstenerse intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de otro Estado.

Como tal, esta doctrina se opone, por el vértice, a otra: la enunciada por el presidente norteamericano James Monroe. Una que, paradójicamente, estuvo dirigida a detener la intervención de las potencias imperiales europeas sobre las recién independizadas colonias americanas, pero que abrió el camino a la intervención neocolonial de los EE.UU. en la América del Sur.

Con lo dicho, no venimos a convalidar las teorías conspirativas del ruso Konstantín Sivkov. Tampoco creemos en la brujería, pero como ya lo decían nuestras abuelas, que las hay, las hay.

El doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.