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Cuestión de fe

06 de agosto, 2018 - 07:30

La Argentina se sacude como un animal enfermo. No parece haber medicinas para esta peste que se ha instalado en su cuerpo, y tal vez más profundamente en su alma, y rechaza los tratamientos creyendo aun estúpidamente en su destino de grandeza, su “condena” al éxito, aspiraciones todas que la realidad niega con fiereza.

No importan las pruebas, las confesiones, las evidencias. El bien y el mal se han convertido en una cuestión de fe. Si creo en vos todo lo que hagas, hasta lo más abyecto, se convertirá en virtud. Si no creo, entonces no habrá bondad que te redima, no habrá acierto que sea considerado. La verdad no es relevante, los valores tampoco: solo los míos (los que piensan como yo) valen la pena, merecen mi abrazo y mi condescendencia. Perón lo resumió en el origen: “Para los amigos todo, para los enemigos ni justicia”. No hay vacunas ni antídotos para esa enfermedad. Al menos por ahora.

Lo que se esconde, en realidad, detrás de todo esto, es tan viejo como el mundo: el fin justifica los medios. La Argentina ha pagado con vidas, innumerable cantidad de vidas, la vigencia de ese concepto. Pero curiosamente, mientras gran parte del mundo civilizado ha superado con creces esa instancia, aquí siguen firmes, y peor aún, reivindicados.

La situación habla de una enorme derrota cultural, que no arrancó en 2015, o en 2001, sino que viene desde mucho tiempo antes. Tal vez cuando se logró convencer a esta sociedad de que por el mero hecho de existir tiene derecho a reclamar todo sin entregar nada a cambio.

Cuando se logró que olvide algo que era constitutivo: nada se logra sin esfuerzo, sin estudio, sin sacrificio. El país de la movilidad social ascendente lo fue porque también tenía educación, ética; porque de padres a hijos se transmitía la idea de superación.

La enfermedad asoló Europa a principios del siglo pasado, pero la superaron. Sigue asolando vastos lugares de Sudamérica, donde es recibida alegremente. Se llama populismo y algunos no pueden vivir sin ella. Así nos va.