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El relato, segunda parte: la negación

20 de agosto, 2018 - 08:09

Superan la capacidad de asombro. La gran cantidad de testimonios, arrepentidos y material probatorio que suma la causa de los cuadernos de la corrupción nos dejan azorados cada día, cuando se conocen las novedades surgidas de Comodoro Py.

Repasemos: están los que pagaron las coimas diciéndolo en los tribunales. Algunos disfrazándolos de aportes voluntarios para las campañas (aún en años no electorales) y otros reconociendo que eran lisa y llanamente coimas para seguir participando en el esquema de obras del Estado.

Pero también están los que cobraron las coimas. Funcionarios, no exactamente de cuarta categoría, que confesaron haber recibido dinero para distintos fines, y no son dichos off the record en ruedas de amigos, son declaraciones en la Justicia hechas y derechas, como imputados o procesados, en algunos casos como testigos, pero siempre bajo juramento y con consecuencias en caso de constituir falsedades.

También están los que transportaron el dinero. Choferes, custodios, “culatas”, valijeros y distintos testigos de toda laya que van reconstruyendo la trama con lugares, horarios, receptores y en algunos casos apuntes de color, como el vestuario que lucían los imputados.

También están apareciendo, con cuentagotas, los destinos de ese dinero sucio. Los millones de dólares invertidos en Estados Unidos por el contador del matrimonio patagónico. Propiedades por decenas, automóviles por centenas y otra gama de lujos varios, son prueba cabal de que hubo mucho más dinero que los ingresos genuinos en muchos de los funcionarios. Jets ejecutivos que solo se ven en el patrimonio de los grandes empresarios pasaron a ser patrimonio habitual de tipos que llegaron a la gestión pública en un Dodge 1500 oxidado.

Paralelamente a eso, se exhibe la segunda parte del relato: una capacidad de negación sin precedentes. Para mucha gente es todo mentira. Para mucha gente es una maniobra del gobierno junto con los “medios hegemónicos” (aman esa frase) para tapar los errores del gobierno y ocultar la corrupción propia.

No sorprende, es típico de un grupo de personas para los cuales la verdad no importa, solo lo que se piensa. Que la materialización de las ideas es una instancia innecesaria: solo vale revestirse de algunos conceptos para volverlos realidad innegable. Así, por ejemplo, les encanto llamar a su gobierno como “modelo productivo de matriz diversificada con inclusión social”. Poco importa que, en realidad, cuando se observan los resultados de la década ganada en economía se verifique que la producción de bienes haya ido siempre a la baja y la de servicios en alza. Poco importa que, en el fondo, se haya vivido solo de la soja y el resto fuera mentira.

Es curioso, además, que luego de revisar como titularon los “medios hegemónicos” durante los días álgidos de estas últimas semanas pudimos verificar los siguiente: mientras en Clarín y La Nación estuvieron presentes todas las dificultades económicas y los desaciertos del gobierno, coexistiendo con las causas de corrupción, en los supuestamente independientes solo se hablaba de los problemas y la crisis económica, relegando la corrupción a un lugar marginal y, en ciertos casos como el de Página 12, bajándole el precio con el mote del affaire de las fotocopias.

A esta altura, no habrá pruebas ni condenas que convenzan a cierto sectore de que hubo corrupción planificada, un enorme y aceitado sistema para enriquecerse con la política. Pero en última instancia se corresponde con la tradición de que es heredera esa corriente política, ni más ni menos que el peronismo. Nadie como este movimiento fue capaz de apropiarse de logros y reclamos que lo preceden, e incluso que fueron impuestos por otros gobiernos. 

Claro, pero una cosa es apropiarse de políticas ajenas, de reivindicaciones ajenas. Otra muy distinta es quedarse con la plata ajena.