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El debate del aborto y la corrupción golpean con saña a la Argentina

13 de agosto, 2018 - 07:15

La salud, la economía, la vida institucional y política han dejado al país en el piso. Desde allí se nota cómo la caprichosa realidad divide y acerca a la gente. Contradicciones que acondicionan crecer como país y como sociedad.

El debate del aborto dejó en claro la irreconciliable manera de sentir a la nación que tienen los ciudadanos, que con colores celestes y verdes construyeron el propio muro de Berlín argentino. Allí, donde el que lo cruce se le va la vida sin ningún tipo de contemplación. Las consecuencias de lo decidido por el Congreso de la Nación repercuten con dureza en todos los sectores, actividades y rincones de la geografía argentina. Nadie entra en razón en eso del sano disenso, sobre todo, cuando el disenso no es ideológico sino del modo de transitar la vida. El concepto de la vida.

Médicos y estudiantes, en sí, habitantes de todos los estratos sociales, políticos, religiosos y económicos se han distanciado a muerte con el tema del aborto. La división que ha quedado no permite tan siquiera una rendija para, por lo menos, hablar. Una consecuencia no esperada y uno no sabe, si fue buscada. Porque de ser así, definitivamente, algún poder le ha convenido que finalmente se instalen dos argentinas. Entre ellas un árbitro vestido de intolerancia, con grandes dotes de violencia. Lo que muestra que estamos en un grave momento de nuestra historia de país, sin precedentes.

Después de esto se puede comenzar a interpretar que se haya robado al país como se hizo en los últimos 12 años. La intolerancia es generadora de ceguera y es lo que le ha pasado a esa Argentina que permitió todo y de todos.

Mientras aparecen más pruebas de la fenomenal estafa y comienza la justicia a juzgar a los primeros responsables, se multiplican los intolerantes que ponen en duda todo lo que se hizo con la nación y sus millonarios fondos.

Hay quienes todavía consideran que esto es invento ocasional de algún político opositor y de la prensa. Esta última, con una tarea inconmensurable por responsable y comprometida profesionalmente con el país.

Se debería decir entonces, que esos incrédulos, no son tan incrédulos y que, por el contrario, buscan intencionalmente sembrar dudas, llevando agua a su sectario molino político y alimentando aún más esa división que hoy, inadmisiblemente muestra el país.

Muy pocos en el país exteriorizaron su beneplácito que, finalmente, Amado Boudou haya sido juzgado y sentenciado con pena efectiva en la cárcel por uno de los cientos de hechos de corrupción que sucedieron en la Nación.

Por primera vez en la historia de la Argentina un vicepresidente iba preso por haber robado. Todos actuaron como si nada. Boudou fue condenado solo por una causa, habrá que ver qué sucede con el tema The Old Fund, donde Boudou con su socio José María Núñez Carmona y el testaferro Alejandro Vandenbroele, se llevaron más de $5,5 millones por un supuesto estudio de estado de deuda de la provincia de Formosa, donde habría existido en el retorno $2,2 millones para el gobernador de ese estado Gildo Insfrán.

¡Es inconcebible!, se está hablando de un vicepresidente, de un gobernador, de altos funcionarios y se toma con cierta naturalidad. Pareciera ser que la consciencia generalizada de la gente está aturdida por tantos golpes o adormecida por esa desidia que perforó el corazón ciudadano el robo impune de los que gobernaron y tantos desaciertos económicos de los que gobiernan.

Alguna vez expresó Miguel Unamuno, “deberíamos ser padres de nuestro futuro en lugar de los descendientes de nuestro pasado”. Pareciera ser que venimos siendo descendientes de tantos fracasos, desencuentros y errores de los que no pusimos límites o finales.

Recibimos inmerecidos legados y en vez de concluirlos, los colocamos en la mochila de la historia. El más pesado de todos es la corrupción. Ahora, también caemos en la cuenta que la intolerancia, con añejo antecedente, sobrevive con nuestro propio proceder ciudadano. El aborto mostró esto último sin anestesia.

Muy bueno sería que echemos mano a ser padres de nuestro futuro de país. Para ello las instituciones y la sensatez de todos deben acompañar ese nuevo tiempo.

La Justicia debe concluir de una vez por todas, el gran círculo jurídico de procesamientos y juzgamientos de lo mucho que aquí sucedió. Con todo lo que  cueste, lo debe hacer sin dilación alguna. Mientras el resto del Estado comience a ubicar a la Nación en un camino diferente donde sus ciudadanos sean honorables. No como ahora, donde en importante mayoría, son sinvergüenzas a ambos lados del mostrador con empresarios que pagan y políticos que reciben. Y donde no existe el más mínimo interés de aceptación de posturas y pensamientos del que se tiene al lado. Demostrativo que el aborto y la corrupción no son cuestiones que llegaron por generación espontánea. Más bien, parte de ese glosario de descendencia que debería terminar aquí y ahora.