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Déficit fiscal y déficit moral

28 de mayo, 2018 - 07:57

Un campesino acostumbraba a decirle a sus hijos cuando eran niños:

-Cuando tengan 12 años les contaré el secreto de la vida.

Cuando el más grande cumplió esa edad le preguntó ansiosamente a su padre cuál era el secreto de la vida. El padre le respondió que se lo iba a decir, pero que no debía revelárselo a sus hermanos.

-El secreto de la vida es este: la vaca no da leche.

-¿Qué decís?- preguntó incrédulo el muchacho.

-Tal cual lo escuchás, hijo. La vaca no da leche, hay que ordeñarla. Tenés que levantarte a las 4 de la mañana, ir al campo, caminar por el corral lleno de excremento, atar la cola y las patas de la vaca, sentarte en el banquito, colocar el balde y hacer los movimientos adecuados.

Ese es el secreto de la vida. La vaca, la cabra o la llama no dan leche. Las ordeñás... o no tenés leche.

Hay una generación que piensa que las vacas DAN leche. Que las cosas son automáticas y gratis: deseo, pido, y obtengo.

La felicidad es el resultado del esfuerzo. La ausencia de esfuerzo genera frustración.

Esta simple historia del educador brasileño Mario Sergio Cortella sirve a la perfección para explicar los dos grandes problemas de la Argentina: su déficit fiscal pero también su déficit moral. El primero es simple: se gasta mucho más de lo que se tiene porque, como ilustra el relato, la mitad de la población vive de vacas que dan leche, sin otra preocupación que mantener ese status tristísimo, esa dependencia que anula la personalidad, la lucha por construirse un futuro.

Este estado de cosas no fue fruto de la generación espontánea, sino prohijado con tesón por un sistema político, el populismo, que tuvo la astucia de generar un país donde, en lugar de derechos y obligaciones, los ciudadanos nos dividimos por la asignación de unas u otras. Así, hay millones de compatriotas que solo tienen derechos y deben ser asistidos por el resto, mientras que otros millones solo tienen obligaciones que cumplir sin chistar, con el fisco, con sus semejantes, con los que solo tienen derechos, so pena de ser considerados fachos, gorilas, antipatrias y varios epítetos más.

Lo más grave es que este orden parece ser aceptado por unos y otros, y lo triste es que pocas salidas se ven ante este panorama que no involucren disolución, violencia y una crisis de terribles saldos.

EL Gobierno aparece maniatado por tratar de mitigar el déficit fiscal sin tocar a los sujetos de derechos, ante la amenaza de no poder contener el estallido social; pero tampoco tiene margen para seguir cargando la mochila de los sujetos de obligaciones, donde no cabe un gramo más. ¿Qué pasaría si un día los obligados tomaran la vía de la rebelión, del estallido social? Es solo una hipótesis, pero inquietante…

Así las cosas, la herencia política de décadas de populismo parece muy difícil de desmontar, siquiera de morigerar, a la vista del saldo del gradualismo, que parece definitivamente ineficaz.

Si alguna vez un brutal ajuste peronista sentó las bases de un breve ciclo de superávits gemelos, base de una enorme construcción de poder, su herencia es este orden de déficits gemelos, de resolución incierta.

¿Debe cambiar el Gobierno sus modos, políticas y metas? Es una posibilidad.

¿Debe cambiar la sociedad y volver a la democracia y la igualdad de oportunidades que alguna vez soñamos, con derechos y obligaciones para todos, dejando la insoportable anomia populista? Será un campo minado, pero parece el único camino posible.