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De buques famosos, revoluciones e investigaciones

Las semejanzas entre el hundimiento del ARA San Juan y submarino ruso K-141 Kursk son sorprendentes y parecen calcadas. En ambos casos, las armadas buscaron minimizar lo ocurrido. “Se trata de un problema de comunicaciones”, dijeron los voceros por lo que los deudos de los tripulantes se sintieron engañados y solo informados por una prensa sensacionalista

29 de abril, 2018 - 10:21

El Potemkin fue un acorazado ruso que se construyó para la Flota del Mar Negro de la Armada Imperial Rusa. El buque se hizo famoso cuando sus marineros se amotinaron y dispararon la Revolución Rusa de 1905. Por ello, a este motín se lo consideró como el primer paso hacia la Revolución Rusa de 1917 y se convirtió en un símbolo revolucionario gracias a la famosa película muda El acorazado Potemkin, dirigida por el célebre director Serguéi Eisenstein.

Después, la armada rusa recuperó el buque y lo renombró Panteleimón. En 1909 el acorazado hundió accidentalmente un submarino ruso y en 1911 encalló y resultó gravemente dañado. 

Por su parte, el K-141 Kursk, también ruso, era el submarino nuclear más poderoso de la Marina rusa. El 12 de agosto de 2000, tras una serie de explosiones en su sala de torpedos, se hundió en el Mar de Barents, matando a toda su tripulación de 118 hombres.

El submarino siniestrado fue rápidamente encontrado, pero demandó más de dos años su reflotamiento. A la par de que una comisión, al efecto, elevara un informe con las causas de su hundimiento.

El vicealmirante de la Marina, Valery Ryazantsev, concluyó que un deficiente adiestramiento de la tripulación del Kursk, un pobre mantenimiento y un mal manejo del incidente por parte del capitán fueron las causas principales del hundimiento. 

Las semejanzas entre el hundimiento de nuestro ARA San Juan y el ruso K-141 Kursk son sorprendentes, parecen calcadas. En los dos casos, inicialmente ambas armadas buscaron minimizar lo ocurrido: "Se trata de un problema de comunicaciones", dijeron sus respectivos voceros. También, pronto los deudos de los tripulantes se sintieron engañados y solo informados por una prensa sensacionalista.  

Como si esto fuera poco, inicialmente, los deudos de los tripulantes rusos solo recibieron míseras indemnizaciones. Pero, las que fueron subiendo al ritmo de la recriminaciones públicas y de las revelaciones periodísticas respecto de las negligencias que habían contribuido a la tragedia.

El caso más paradigmático se produjo cuando Nadezhda Tylik, la madre del teniente submarinista Sergei Tylik, fue compulsivamente calmada, mediante la inyección de un potente sedativo, durante un tenso diálogo con el presidente Vladimir Putin. 

Más adelante, con estos datos presentes, la conducción política-militar del Estado ruso tomó la decisión no solo de que esto no volviera ocurrir con otro submarino de su gran flota, sino también de que lsus Fuerzas Armadas serían refundadas en principios de eficiencia y de eficacia para ponerla en lo más alto de sus parámetros históricos, a los efectos de apoyar las más serias decisiones de su política exterior. 

Llegado a este punto, con ambos ejemplos a la vista, creo que bien podemos extraer enseñanzas para nuestra Comisión Bicameral que investiga las causas de la desaparición del ARA San Juan y de la cual formo parte en carácter de asesor.

La primera enseñanza que se desprende es que los desastres ocurren. No está allí el problema, sino en qué es lo que hacemos a partir de que ellos ocurren. En ese sentido, los ejemplos nos muestran dos caminos posibles: el de la negación que nos lleva a la repetición de hechos similares o la toma de conciencia que rompa la inercia de la decadencia y que permita solucionar las causas de fondo que originaron el incidente catastrófico.

La segunda enseñanza, que es la que me toca más de cerca, es que para recorrer el segundo de los caminos posibles fue importante, en el caso ruso del Kursk, el relevante rol jugado en las reformas posteriores por la comisión investigadora, la que nos deja varias enseñanzas derivadas. A saber:

1º) Que su finalidad es técnica y se encuentra más allá de las divisiones políticas. En ese sentido, los señores legisladores que la integran deberán comprender que por encima de sus legítimos intereses partidarios, se encuentra su lealtad a la Nación. Una que espera la respuesta a varias preguntas, aún sin respuestas y que -entre otras cosas- no permiten cerrar el necesario ciclo del duelo.

2º) Que los rusos no desdeñaron el uso de la ayuda privada y extranjera, ya que su submarino fue recuperado con el concurso de dos empresas holandesas, la Smit International y la Mammoet, a un costo estimado de US$ 65 millones.

3º) Que al margen de la decisiva tarea de clarificar las causas de un hundimiento, también, es muy importante hacerse cargo –de la mejor manera posible– de los deudos de los tripulantes. 

Para terminar, solo me resta hacer votos para que nuestra Comisión Bicameral sepa aprovechar las lecciones que nos deja la rica historia naval rusa. Y que, en definitiva, la tragedia y el drama que envuelve a la desaparición del ARA San Juan sirvan de tierra fértil para una mejor Armada, unas Fuerzas Aéreas más eficientes y un poder político más consciente de sus graves responsabilidades.