14 de febrero, 2018 - 19:56

Las leyendas del Atlético Argentino y el plantel actual jugaron un amistoso benéfico para contribuir con el viaje de los pibes a Barcelona.

 

"De vez en cuando la vida

 
nos besa en la boca 


y a colores se despliega 


como un atlas, 


nos pasea por las calles 


en volandas y nos sentimos en buenas manos; 


se hace de nuestra medida, 


toma nuestro paso 


y saca un conejo de la vieja chistera 


y uno es feliz como un niño 


cuando sale de la escuela". (De vez en cuando la vida, Joan Manuel Serrat).


El mundo se cae de maduro y aquí en San José, nuestro pequeño refugio, la Bombolivia late en emociones. Siento que el fútbol tiene sentido cuando redescubrimos que es un juego, que es un hecho colectivo ante todo y que más allá de Canchas Rayadas o Troyas o Invictus hay una pertenencia que no se mancha. 


El domingo, en el Estadio Mauricio Serra, el patio de la infancia y adolescencia de todos los que participaron hubo un día feliz. 


De esos que uno puede mirar con alivio al cielo, a las estrellas y al sol, cerrar los ojos y besar en la memoria emotiva a los abuelos y a los viejos. Abrazar a tus hijos y decirse simplemente, gracias. Amigarnos con la esencia.


El fútbol es un hecho colectivo hermoso, capaz de trasladarnos al ayer, al presente y al futuro como pasó este domingo en San José. Todos con su granito de arena para que el sueño de los pibes de ir a jugar el torneo en Barcelona sea posible. ¿Cómo privarlos de esa ilusión? ¿Cómo no ayudar a que se haga realidad? 


Hay muchas secuencias de la película del domingo, que iré ordenando. Emociones al palo, risas, anécdotas como agradables sorpresas. La nobleza de Ricardo Dillon, que vino especialmente desde San Juan para estar, como la de Leo Luque, que postergó un día su viaje programado junto a su familia solo para poner en valor ese sentimiento declarado por la Academia. 


La participación de todos los exfutbolistas que se sumaron a la causa. Los que jugaron y los que acompañaron desde la tribuna. El deseo de Luis Iaconetti de ingresar por el túnel pese a sus dificultades físicas, solo para recibir el afecto de la gente y decir presente. El aguante familiar de cada futbolista, con sus postales en ritual de selfies para retratar un momento tan significativo para sus vidas. La hidalguía de los muchachos del plantel dirigido por Pablo Cuello para sumarse gustosamente a la fiesta. El júbilo de los pibes con sus globos azules y blancos al cielo y asumiendo naturalmente que son simiente de tanta historia gloriosa. 


En lo personal, quiero agradecer en su totalidad a la comisión directiva del Atlético Argentino, especialmente al Fede Díaz, a Fabián Rumbo, Mauro Gareca y Gus De Marinis, a cada simpatizante con el que nos saludamos, a Mariela Puebla, a Fermín Sedano y Paulo Arias motores fundamentales de esta acción, quienes me permitieron sumarme a este equipo de un propósito tan altruista. 


Siento que el domingo cerré un capítulo especial de mi vida. Poder unir ese eslabón perdido entre todas las generaciones del Atlético Argentino. Poder celebrarlos y reconocerlos en vivo por tantas tardes de fútbol, por haberme ayudado a ser feliz, por verlos juntos otra vez como en los tiempos inmemoriales.


Gracias, por sumarse, a Oscar Quintana, Raúl Zolorza y Ricardo Dillon. Al Pucho Dabul, Tomasito Maldonado, Macial Maldonado, el Tolo Funes, el Kilo Farina, el Rapidito Morichetti, Fabián Derrigo, Rodolfo Palazetti y su papá Armando, Eladio Oropel, Coli Cornejo, Seba Cloquell, Juan Véliz, Andrés Molina, Darío Fiorentini, Leche Saldaño, Andrés Lamotta, Chefi González, Martín Reig, Oscar Canales, Mauricio García, Roberto Álvarez, Gabriel Sinatra, el Negro Ponce, Emilio á, Carlitos Agüero, Ricardo Molina, Jesús Castro, el Cabezón Rodríguez, Pepo Paratore, Rodrigo Carmona, Gabriel Rosales y Silvio Signorelli. 


Gracias, por ver a tantos Lucero que siguen iluminando el fóbal del barrio. Desde Quique, su hijo Alfredito como a los hermanos Pablo, Mauricio y Evaristo y a los Pollitos que juegan en la Primera actual. 


Ver a Fermín Sedano atajarle un penal a su hijo Lautaro y que el nieto perciba ese algo albiceleste... No es casual que uno quiera pegarse un viaje hasta la niñez donde aun entre pobrezas y grandezas, éramos felices con lo sencillo; una pelota de media o en un potrero. Siento que sí, que fue conectarnos con aquel tiempo de inocencia. Gracias, por permitirlo.

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