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Argentina: ¿civilización y/o barbarie?

Lo ocurrido en la reciente Cumbre del G-20, realizada en nuestro país, nos revela que Brasil y la Argentina serán el campo de batalla comercial entre los EE.UU. y China. Ante los acontecimientos, a nosotros nos cabe la responsabilidad de no cometer el error mayúsculo de optar por una de las dos potencias

07 de diciembre, 2018 - 17:26

Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas es un libro escrito por Domingo Faustino Sarmiento, durante su segundo exilio en Chile, para historiar la vida del caudillo federal Facundo Quiroga. Pero es mucho más que eso, pues se trata tanto de un diagnóstico sociológico como de una propuesta política concreta.

Fue escrito en capítulos que iban apareciendo en la sección Folletín del diario chileno El Progreso, y debido a un éxito de público inmediato tuvo que ser reimpreso en 1845. 

Ya desde su título plantea una polémica, dado que tanto podemos tomar el nexo gramatical “o” como una elección dialéctica incompatible entre dos posturas, la de la civilización y la de la barbarie, o bien la “y” como la lógica unión sintética entre dos extremos que pueden armonizarse. De hecho, en su versión original se usa la conjunción “i”. 

Igualmente, el análisis de la reciente cumbre del G-20 podría enmarcarse en una parábola similar respecto de cuál de las realidades representa mejor a la Argentina. ¿La bárbara que vemos diariamente en nuestra calles porteñas, llenas de piquetes y reclamos sociales, o la de la magnífica gala del Teatro Colón con la que se agasajó a los jefes de Estado presentes?
Antes de intentar contestar esta pregunta, pongámonos en situación. 

El Grupo G-20 es uno creado en los años 90, cuando era típica la lógica del “fin de la historia” y las posibilidades de un Nuevo Orden Mundial se veían cercanas y prometedoras. Pero nada de eso ha sucedido. Todo lo contrario.

Los 20 jefes de Estado, los más importantes del Mundo, visitaron Buenos Aires más como competidores recelosos que como los socios de un mismo club.

Para empezar, las potencias de los EE.UU. y China solo acordaron pactar una tregua de 90 días en su guerra comercial en desarrollo.

Por su parte, la otra potencia, que es Rusia, venía de tener severos enfrentamientos con Ucrania.

Canadá y México, presionados por los EE.UU. firmaron un mucho más restrictivo tratado de libre comercio, el NAFTA.

Todo ello, sin mencionar los problemas internos de los presidentes de Francia, con París en llamas; de los EE.UU., con su frontera sur, y del príncipe de Arabia Saudita acusado de asesinar a un periodista en su consulado en Estambul, en Turquía.

La Argentina tenía la difícil tarea de ser el país anfitrión y lo hizo muy bien. Sin embargo, fue poco lo que cosechó para sí misma.

Para empezar, el presidente de Francia enfrió una posible concreción entre nuestro Mercosur y su Unión Europea. Pero lo peor fue el apriete que el presidente de los EE.UU., a través de su vocero, nos hizo al decir que compartimos la calificación de “país depredador” respecto de China.

La gravedad de este último tema merece un párrafo aparte, pues si por un lado, no pueden tomarse a la ligera las insinuaciones directas de los EE.UU. de limitar la presencia china en nuestro país, tampoco podemos, por el otro, dejar de estar atentos a las sutilezas de las decisiones de Beijing, seguramente enmarcadas en el marco de lo indirecto y lo irrestricto.

Pregunta con una respuesta compleja

Sucede que nuestro subcontinente, pero especialmente Brasil y la Argentina, serán en los próximos años el campo de batalla comercial entre las dos potencias. Una para cuidar su denominado “patio trasero” y la otra para garantizar su seguridad alimentaria a través del abastecimiento de granos.

Hasta el momento, probablemente, y en forma inconsciente, la Argentina ha respondido con su tradicional neutralidad, una que se parece mucho la Tercera Posición que predicó el tercer gobierno del General J. D. Perón durante la Guerra Fría: “ni yanquis ni marxistas”. Pero ya es tiempo de que esto se evalúe con la seriedad que corresponde y que se adopte una política de Estado y una estrategia en consonancia.

Con estas consideraciones hechas, volvamos a la pregunta de nuestro título: ¿civilización y/o barbarie?

La propia complejidad de su respuesta nos obliga a apelar a una figura y la de la gala del Teatro Colón durante la última cumbre del G-20 nos viene como anillo al dedo.

En principio, vemos que se realizó, nada más ni nada menos que en el Teatro Colón. Como tal, un magnífico edificio atribuido a la civilización, vale decir a nuestra generación de los 80 y a la que pertenecía Domingo Faustino Sarmiento. Ya que fue diseñado por el arquitecto italiano Francesco Tamburini, contratado por el presidente Julio A. Roca para construir un teatro operístico y que hoy está entre los mejores del mundo.

Ahora bien, los contenidos musicales, especialmente los folclóricos –tales como la zamba pampeana, la chacarera santiagueña, el carnavalito norteño, entre otros– están muy vinculados a la barbarie atribuida a nuestros caudillos, como Facundo Quiroga, un señor feudal de los llanos de La Rioja.

¿Con cuál quedarnos? Pues, sencillamente, con los dos. Con la arquitectura ecléctica del teatro que es la forma y con los ritmos musicales que son la materia de este proyecto de vida en común al que llamamos Argentina.

No proceder de este modo, como pretenden algunos, ya sea para inclinarse hacia un lado o para el otro, al margen de conformar una mutilación de nuestras raíces, la de la supuesta barbarie para optar por una pretendida civilización sin contenido, sería un error mayúsculo.

Ya que las naciones no son otra cosa, en palabras de Ortega y Gasset, que un proyecto sugestivo de vida en común, donde todas las expresiones genuinas de su vida nacional tienen que tener cabida.

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.