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Mi lista de regalos para los Reyes Magos

31 de diciembre, 2018 - 13:32

Casi todos creemos saber qué es un pesebre navideño. Probablemente, algunos de nosotros habremos mantenido la tradición de construir una réplica del mismo en nuestros hogares por estos días.

Pero más allá de lo que pueda significar para nosotros, no habremos reparado, casi seguramente, en su compleja historia. En pocas palabras, se trata de una familia judía que da a luz a quien sería el primero de los cristianos. Como si esto fuera poco, llegan, luego, tres Reyes Magos de Oriente. Los que bien podrían ser un babilónico (Irak), un persa (Irán) y hasta un integrante del Reino de Saba (Etiopía).

En función de esa historia, existe otra tradición que seguiremos al menos los que creemos en ellas. La de regalarles presentes a nuestros hijos pequeños, tal como esos Reyes Magos buscaron homenajear al recién nacido en el pesebre de Belén. Con la  mirra, el perfume que se regala a un hombre; el oro, con el que se rinde tributo a un rey, y  el  incienso, que se le ofrenda a un Dios...

Mutatis mutandi,  cuando nuestros niños descubren que los regalos han sido comprados por sus padres, tras una breve desilusión siguen pidiendo regalos para la misma fecha. Nosotros, también, queremos mantener esa tradición, aunque ya no seamos niños. Porque los magos han existido siempre. Y si los Antiguos creían en ellos ¿por qué no nosotros?.

Así que procedemos a elevarles nuestra listas de regalos, a saber:

El incienso de las nuevas autoridades que serán elegidas en el curso de este año de 2019, para que ellas tengan la fuerza de abandonar toda forma de gatopardismo y que cambien las cosas en serio para que podamos ser un país en serio, de una buena vez y para siempre.

Para que sean un gobierno popular, que no es lo mismo que populista. También nacional, porque tendrán que estar al servicio de la Nación y no de una facción. Además, y, por sobre todo, uno humanista, porque al margen de que respeten a todas las culturas respetables, deberán reconocer de que formamos parte de una Civilización que tiene su historia y sus valores que la distinguen.

Para que gobiernen para todos los argentinos, al margen de las grietas ficticias entre las derechas y las izquierdas.  Por otro lado, también, quiero que lo hagan para toda la geografía del país. Ni para los porteños ni para alguna provincia en particular. Que sea, en pocas palabras, federal.

El oro de disponer de fuerzas armadas en serio, para que ellas nos devuelvan nuestro orgullo nacional. Concretamente, será menester que les den una misión trascendente y las dejen adiestrarse y equiparse para poder cumplirla.

Para que ellas re-adquieran las capacidades militares acordes con una  necesaria disuasión y con una lógica paridad regional, a fin de que sigan siendo un instrumento apto para nuestra política exterior. 

Y, finalmente, que el Gobierno no tengan recelos para emplearlas en tareas de apoyo a la comunidad y que les dejen manejar esas operaciones. También en tareas vinculadas con la seguridad de los argentinos, ya que son una excelente herramienta para volver a ocupar los espacios perdidos en manos del crimen organizado, especialmente del narcotráfico.

La mirra, para que nos perfume a todos. Necesitamos una fragancia que nos cubra, tanto a los hombres como a las mujeres, ya que gozamos de la misma dignidad humana. Aunque sepa admitir que nuestros roles en nuestra sociedad, a lo largo de la historia, no han sido iguales.

Asistimos, hoy, a una epidemia de denuncias sobre acosos sexuales hacia ellas, un hecho que merece ser condenado, pero también entendido.

En el pasado, y a lo largo de casi toda la historia humana, la protección de las mujeres, tanto contra el abuso como contra una violación, era una responsabilidad de los varones de la familia. Solo muy recientemente, esa tarea, quedó confinada a las fuerzas policiales que equiparon a todos los Estados modernos una vez que se consolidaron hace unos 300 años.

No es casual que la caída en la eficiencia represiva de estos cuerpos, en años recientes, frente a actores no estatales como la delincuencia común, pero también frente al terrorismo y al narcotráfico, nos haya llevado a que las prácticas generalizadas de acoso y de abuso, pasen sin prevención ni castigo alguno.

Consecuentemente, como contrapartida, los hombres deberemos retomar una actitud caballeresca de respeto y de protección para con nuestras mujeres y su prole. Y ellas deberán aceptarlo y disfrutarlo. Todo ello, pese al desmayo y al enojo de las feministas.

Seguramente podríamos alargar esta lista ad infinitum, pero como lo dijo el Negro Fontanarrosa: “Te prometí la Luna, pero te empecinaste en que te comprara un par de zapatos”. Que así sea.