03 de diciembre, 2018 - 08:20

Mientras las vallas que dominaron la ciudad de Buenos Aires van desapareciendo y las calles retoman un ritmo normal, un gesto de alivio debe recorrer las caras de los miembros del Gobierno, tan notorio como el de preocupación de los opositores.

Los buenos resultados de la Cumbre del G20 significan un soplo de aire fresco para la alicaída figura de Mauricio Macri, luego de un semestre de acelerado desgaste. Y los buenos resultados pueden verse por el terreno de lo tangible, pero tal vez más aún desde lo intangible.

En el primero de los terrenos, los acuerdos signados en Buenos Aires aseguran un flujo interesante de inversiones, especialmente por los 37 acuerdos signados con China. Ellos van desde la venta de arándanos y de cerezas –relevante para algunas economías regionales si se considera, por ejemplo, que Chile le vende cerezas por mil millones de dólares anuales– hasta los temas energéticos, unos 3.500 millones de dólares directos en plantas solares, eólicas y térmicas.

Otro de los avances con el gigante asiático pasa por el proyecto más ambicioso que encara aquel país, el OBOR (One Belt One Road), conocido como la nueva ruta de la seda, en el cual Chile ya obtuvo la membresía, pero para Argentina, por ahora, habrá que conformarse con el status menor de aliado estratégico.

Si pensamos en Mendoza, los convenios con CRRC, la empresa ferroviaria de aquel país, comprometen 1.100 millones de dólares para la reconstrucción total de los más de mil kilómetros de vías del ferrocarril San Martín, que unen a Buenos Aires con Mendoza.

También hubo avances en la árida relación con Estados Unidos. Además de los gestos ampulosos y las caras de Trump, la cumbre dejó los acuerdos con la OPIC (Overseas Private Investment Corporation), la agencia norteamericana de asistencia a empresas que invierten en el exterior. Desde ahí sale la empresa que invertirá en el proyecto de PPP para transformar la Ruta 7 en una autopista que una Buenos Aires con Mendoza, en reemplazo del lugar que ocupó Cartellone en el proyecto original. Un dato no menor es que, si esa agencia tenía anualmente 23 mil millones de presupuesto, este año en el Congreso norteamericano se ha votado una ampliación a 60 mil, y parte de ello se destina a frenar el avance chino en territorios tan sensibles como el sudamericano.

Pero más que un repaso sobre los acuerdos comerciales, el documento final –que sí se produjo, con las restricciones del caso- y los apoyos cosechados para el financiamiento externos de esta etapa de nuestro país, interesa, como decíamos, detenernos en los beneficios intangibles.

Robamos el concepto al básquetbol, donde además de lo que aportan los jugadores en la planilla –rebotes, puntos, tapas, asistencias- cuentan lo intangible, eso que un jugador aporta al equipo más allá de los números, un terreno donde Manu Ginóbili fue rey, y tiene que ver con el ánimo, el temperamento, el contagio.

La cumbre le sirvió a Macri para recuperar la confianza, para restañar heridas con algunas capas de la sociedad. Sabido es que a los argentinos nos gusta que nos soben el lomo. La primera pregunta obligada para cada extranjero, una vez en confianza, es “cómo nos ves a los argentinos”, esperando que nos colmen de halagos, y esta experiencia nos dejó pipones.

Se había roto la confianza en que algo pudiera venir de afuera para contribuir a subsanar las enormes carencias que tiene Argentina para producir: infraestructura, energía, comunicaciones. Ahora algo de ella se ha restablecido.

De todos modos, vale referirse a las inclementes oportunidades perdidas que se acumulan en nuestra historia. Como bien se señaló, en tiempos en que el mundo estaba más abierto, más demandante de acuerdos, nosotros estábamos cerrados, el atraso nos vinculaba a las dictaduras de Venezuela, Irán, Angola, mientras Chile, por ejemplo, tejía acuerdos a diestra y siniestra.

Como bien señaló Marcos Novaro, “ese mundo al que hemos vuelto es bastante inhóspito, mucho más de lo que lo fue unos años atrás, cuando nos empecinábamos en ignorarlo”. Argentina está pidiendo apertura en un escenario internacional que se cierra, que pone trabas.

Por último, el gran triunfo de Macri en la Cumbre lo pone en la escena internacional en un lugar meritorio. Mientras se vive una guerra comercial que prometía una escalada, de la Argentina las potencias se van con una tregua. Luego de Buenos Aires la tensión se ha enfriado, Trump y Xi Jinping sellaron un acuerdo con promesas de un intercambio más justo. Y en ese terreno esta vez no la miramos de afuera.