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Las paradojas del '#MeToo' y del '#NiUnaMenos'

17 de diciembre, 2018 - 13:01

La hábil presentación de lo políticamente correcto bien puede tener resultados desalentadores para sus impulsores.

Como lo venimos viendo, se ha logrado imponer a la mayoría de la sociedad la prevalencia, por sobre sus derechos, los de las minorías.

Esto es especialmente evidente en un colectivo, no nombrado, pero vigente. El de las mujeres jóvenes.

Casi a diario asistimos a debates y presentaciones sobre la ingente cantidad de acosos que ellas deben soportar. Con el consiguiente riesgo para su integridad física y psicológica.

En función de evitar tales consecuencias, se podrían proponer las siguientes medidas:

1º) Para que no sean acosadas, solo podrán abandonar la seguridad de sus hogares acompañadas por un varón de la familia. Sea este su padre, hermano o hijo varón.

2º) Para evitar el daño que producen las miradas lascivas de los hombres, fuera de sus hogares, las mujeres deberán vestir adecuadamente y sus cabezas estar cubiertas por un velo.

3º) A menos que sean parientes cercanos (esposos, padres, hermanos, hijos) se les prohibirá a las mujeres estar juntos con un hombre en la misma habitación, automóvil y otros lugares aislados.

4º) En consecuencia, la coeducación será prohibida, como solía ser en la mayoría de los países durante la mayor parte de la historia de la humanidad.

5º) Los médicos varones tendrán prohibido el tratamiento de pacientes femeninas, y viceversa. Lo mismo a los maestros varones se les debe prohibir enseñar a estudiantes femeninas.

6º) Para evitar distracciones, hombres y mujeres serán segregados en templos, restaurantes y demás paseos públicos.

7º) Para que no visiten lugares donde puedan ser acosadas, las mujeres tendrán prohibido manejar solas, sin la compañía de un hombre de su familia.

8º) Para evitar que sean acosadas por parte de jefes, colegas o subordinados no se les permitirá trabajar.

9º) Especialmente, les estará prohibido a las mujeres de participar de programas de radio, TV, películas, obras de teatro en las que deban interactuar con contrapartes masculinos.

Llegado a este punto, algún ilustrado me podrá decir que ese mundo ya existe y que es el de los países musulmanes observantes de la Sharia. Así es. Pues, hacia esos extremos vamos. Ya que, pronto, ningún hombre estará dispuesto a perderlo todo por la simple denuncia de una compañera de trabajo. Y estas medidas se irán adoptando progresivamente. Como ya está sucediendo, entre los militares, por ejemplo.

Por otro lado, la incapacidad del Estado por proveerles seguridad a cada una de las mujeres acosadas. De paso, incentivará este rol por parte de los varones de su familia, los que asumirán su defensa, tal como lo fue en casi toda la historia de la humanidad.

Para terminar, hay que recordar que en este sentido, que fue la Cristiandad la civilización que supo manejar mejor la dialéctica de los sexos mediante la figura del caballero y de la dama.

Me temo que si no hacemos esfuerzos por rescatar estos valores perdidos, pronto seremos, de hecho, sociedades segregadas, en los cuales la maravillosa integración entre hombres y mujeres será cada vez más difícil.