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A 50 años de la hazaña de Nicolino Locche

Por Redacción

10 de diciembre, 2018 - 21:59

Fue el 12 de diciembre de 1968 cuando millones de personas y especialmente miles de mendocinos, se levantaron  muy temprano por la mañana y prendieron la radio con un sólo motivo: un gran evento boxístico.

En todas las casas, bares y vehículos se sintió al unísono la voz del recordado relator Osvaldo Caffarelli para transmitir una pelea memorable.

Quien peleaba era un mendocino llamado Nicolino Locche por el título mundial de los welter junior o superligero de la AMB. Su contrincante era el campeón de esa categoría, el hawaiano nacionalizado japonés Paul Takeshi Fujii.

 

El país vivió espectante los momentos previos a la pelea. Todo Mendoza quedó paralizado. Las calles se encontraban desiertas, solamente circulaban algunos micros y trolebuses. 

¡Que noche, Locche!

Mientras tanto... en el lejano Japón, Nicolino, luego de dormirse una hermosa siesta, salió del vestuario del estadio Kuramae Kokugikan en Tokyo para subir al ring acompañado de su entrenador, don Paco Bermúdez y su mánager, Tito Lecture, junto a Aguilar. 

El cuyano, muy tranquilo y confiado, estaba seguro que sería el campeón mundial ese día. Todo estaba listo para comenzar la pelea en aquel lugar lleno de espectadores japoneses y puñado de argentinos que alentaban tibiamente a Nico. Todo estaba listo para empezar.

La leyenda del Intocable crecía aquel día a medida que pasaban los rounds y Nicolino, con esa parsimonia y su constante jab de izquierda y el cross de derecha, como los golpes ascendentes al plexo, fue demoliendo la figura del nipón, que lanzaba golpes desesperadamente y sólo encontraba el aire. Locche ya había dado el paso atrás o con un quiebre de cintura lo dejaba desairado.

Los ojos inflamados del campeón se fueron cerrando poco apoco frente al asombro de los orientales. En el décimo asalto, Nicolino le dijo a Bermúdez : “No sale, don Paco, no sale”.

Él fue el primero en darse cuenta y estalló en lágrimas: Nicolino Locche era el nuevo campeón del mundo.

Knockout para Mendoza 

Fue inolvidable para los mendocinos; los gritos, el canto, los llantos de felicidad y la euforia que se vivió fue única. Los corazones se estremecieron y el grito de “Ni- co-li-no”, “Ni-co-li-no” se hizo fuerte, hasta enronquecer muchas gargantas. La fiesta recién comenzaba y transcurrirían varios días para que finalizara.

Interminables caravanas de autos y motocicletas recorrieron el centro de la ciudad, mientras hacían sonar sus bocinas. Todos coreaban el nombre del campeón mundial. A su paso, los peatones recostados sobre el borde de las aceras; saludaban agitando sus manos. Incluso desfilaron camiones cargados de entusiastas.

Mendoza vivió una jornada de inenarrable júbilo. El sensacional y concluyente triunfo de Locche produjo en el público una alegría incontenible, sin límites. Fue algo maravilloso, increíble, pocas veces visto.

Desde hora temprana se advertía la ansiedad en los rostros de los caminantes. En todas partes se comentaban las posibilidades de Nico y se aguardaba con impaciencia la iniciación del trascendental combate. Después llegaron desde lejos a algunos sectores de la avenida San Martín los brincos y saltos de muchos adolescentes.

Ocurría que el Intocable estaba ganando por amplitud la pelea y cuando Fujii, no quiso salir a pelear; la gente saltó de alegría, muchos se abrazaban de alegría. En ese instante la explosión de júbilo pareció la erupción de un volcán. Se advirtieron entonces lágrimas en muchos ojos.

El 12 de diciembre fue un día que será recordado eternamente, porque en esa jornada, en un país muy lejano, un mendocino llamado Nicolino Locche se consagró como el mejor del mundo.

Toda Mendoza hizo un alto durante aquella mañana para vivar el nombre de Nico.