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Inclusión y gramática

Por Gustavo Martinelli

Por Redacción

08 de octubre, 2018 - 17:01

Hace unos días, una docente de un colegio de Buenos Aires, recibió a sus alumnos en el regreso de las vacaciones de invierno con la palabra ¡Bienvenides! escrita en el pizarrón.

El mal llamado “lenguaje inclusivo” ha comenzado a invadir las escuelas y colegios. Está sobrevolando nuestra cultura como una moda global que, sin embargo, raya con el mal gusto. Sí, porque pretender usar el lenguaje como una herramienta de lucha política y de reivindicación social es más que una ridiculez: es un sinsentido.

En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales.

El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente".

¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene identidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "ente".

Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”.

Porque, seamos sinceros, a nadie se le ocurre hablar de dentisto, poeto, sindicalisto, pediatro, pianisto, golfisto, arreglisto, funambulisto, proyectisto, turisto, contratisto, paisajisto, taxisto, artisto, periodisto, taxidermisto, telefonisto, masajisto, gasisto, trompetisto, violinisto, maquinisto, electricisto, oculisto, policío del esquino y, sobre todo, ¡machisto! ¿Por qué entonces hablar de todos y todas?

Los lingüistas aseguran que las lenguas se rigen por un principio de economía; el uso sistemático de los dobletes, como miembro y miembra o maestros y maestras, acaba destruyendo esa esencia económica. De hecho resultaría terriblemente agobiante leer oraciones como esta: “El perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer”. De esto emanan genialidades como las que ha sabido acuñar una de las mentes contemporáneas más perfectamente dotadas en tal sentido: la de Nicolás Maduro: “Hoy tenemos millones y 'millonas' de...”; como así también, “veinticinco millones (y millonas, ¿no es cierto?) de libros y libras”. 

Las falsas soluciones, como las que proponen poner en lugar del ‘o’ y el ‘a’, el ‘e’ (alumnes, diputades, compañeres, todes), son aún más absurdas y totalmente inoperativas. Absurdas porque para evitar exclusiones no es necesario torturar el castellano o violar sus reglas. Y totalmente inoperativa,  porque un lenguaje como ese hace prácticamente imposible la comunicación, es un sociolecto o idiolecto que quiere ser impuesto o generalizado mediante la presión estudiantil. Algo así debería ser inaceptable en nuestras escuelas y colegios. Sin embargo ya pueden verse ejército de egresados que bordaron sus buzos (a la manera tradicional) con la palabra EGRESADES 2018. Una atrocidad lingüistica.

El fondo del problema está –va siendo tiempo que lo aceptemos- en que se confunde la gramática con el machismo.

Porque no es lo mismo tener "UN CARGO PÚBLICO" que ser "UNA CARGA PÚBLICA".