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La geopolítica del mar

El fallo de la Corte Interamericana que determinó que Chile no tiene obligación de negociar el acceso soberano al océano Pacífico para Bolivia, es un conflicto que también afecta a nuestro país, por lo que no podemos mantenernos al margen

05 de octubre, 2018 - 11:02

Casi desde siempre, el dominio del mar por parte del hombre, de un pueblo o de una civilización, ha sido tanto el medio como el fin para extender sus dominios. De hecho, la talasocracia, –del griego, thalassa, “mar”, y kratos, “poder”–, es un concepto geopolítico que señala a los estados que extienden sus dominios mediante medios marítimos. El término fue empleado originariamente para la civilización minoica, fundada sobre las costas del mar Egeo.

El ejemplo fue seguido por otros pueblos y civilizaciones, tales como los fenicios, que conformaron no un imperio pero sí un conjunto de ciudades, como las de Tiro, Sidón y Biblos y la colonia norteafricana Cartago, unidas por rutas marítimas. Para un imperio marítimo hubo que esperar al ateniense del siglo V a. C. Pero el mejor de todos fue el fundado por Roma sobre el mar Mediterráneo, al que llegó a llamar su Mare Nostrum.

En la Edad Media surgieron las ciudades-estado marineras, como las repúblicas de Venecia o de Génova sobre el Mediterráneo y las ciudades de la Hansa sobre el mar Báltico y el mar del Norte. Por su parte, en la Edad Moderna se pueden calificar de talasocracias a los Imperios portugués, español y holandés. Y en la Edad Contemporánea se destaca el Imperio Británico, que ejerció el dominio de los mares hasta la Segunda Guerra Mundial.

La británica ha sido considerada la mayor talasocracia global de la historia, siendo reemplazada, en la actualidad, por la de los EE.UU. En su oportunidad, esta hegemonía fue desafiada por la ex Unión Soviética y lo es, en estos momentos, por China. Sin embargo, las capacidades navales y, especialmente, el control que ejercen los medios navales norteamericanos sobre las rutas marítimas globales hacen que este dominio dure y se extiende hasta un futuro previsible. 

Dominio del mar, fuente de poder

Sirva esta extensa introducción para decir, simplemente, que el mar y su dominio es una fuente de poder. Si bien Roma, maestra de todas las estrategias fue quizás la única potencia que supo equilibrar su poder entre los ámbitos marítimos y terrestre, algunas talasocracias fueron un simple collar de perlas sobre ciudades portuarias sin mayor incidencia sobre el interior. Otros poderes como el alemán, el francés, el ruso y ahora el chino, lo fueron fundamentalmente continentales, con poca o sin una muy importante proyección naval.

Salvando las distancias, y aún admitiendo que hay países como Suiza que viven sin problemas su mediterraneidad, hay otros, como Bolivia, que han hecho de ella la causa de todas sus desgracias nacionales. 

Concretamente, tras la denominada Guerra del Pacífico, librada por parte de Bolivia y de su aliado Perú contra Chile, entre 1868 y 1873, a fines del siglo XIX –y que dejó un saldo de casi 30.000 muertos tras varias batallas navales y terrestres y que incluyó la ocupación y el saqueo de Lima por parte de las fuerzas chilenas–, los perdedores debieron ceder territorios sobre el océano Pacífico.

Particularmente, con respecto a Bolivia, con la anexión chilena de su litoral, perdió su única salida soberana al océano Pacífico, quedando relegada a una condición de estado sin litoral y perdiendo igualmente los recursos naturales, como el salitre y el cobre, que se encontraban presentes en el lugar. 

Las negociaciones para la firma de un tratado de paz se prolongaron hasta 1904, por el cual Bolivia reconoció la soberanía chilena sobre su departamento del litoral. Por su parte, Chile se comprometió a permitir el libre tránsito de bienes bolivianos, exentos de impuestos, entre los puertos chilenos y Bolivia, facilitados por la construcción del Ferrocarril Arica-La Paz.

Para compensar esta pérdida, tanto el Paraguay como la Argentina, le permiten a Bolivia determinadas facilidades portuarias sobre la hidrovía Paraguay-Paraná y en el puerto de Rosario. Pero, todo parece ser poco a la hora de compensar lo perdido en aquella guerra y por aquel tratado por parte de Bolivia.

Paralelamente, en la cuestión del litoral hay que señalar que estaba el asunto de la Puna de Atacama, que al finalizar la guerra Chile consideraba como suya esa zona. Este litigio también incluía a la Argentina. El diferendo se resolvió en 1899 mediante un arbitraje por parte de los EE.UU., con una parte menor de la Puna de Atacama que quedaba para Chile y el resto para la Argentina.

En permanente tensión

Sin embargo, el anhelo boliviano por una salida al mar ha sido el punto de origen constante de tensiones diplomáticas entre Chile y Bolivia, pese a los años que han pasado. Y conforman para Bolivia algo muy parecido a nuestro sentimiento por nuestras Islas Malvinas.

Hace unos pocos días se conoció el fallo de la Corte Internacional sobre un pedido presentado por Bolivia para obligar a Chile a iniciar negociaciones. El fallo, favorable al segundo, desestimó por doce votos a favor y tres en contra los argumentos presentados por el primero y dictaminó con una sentencia “inapelable y obligatoria”, que indica que la Corte “no puede concluir que Chile tenga obligación de negociar el pleno acceso soberano” al océano Pacífico para Bolivia.

Con posterioridad al fallo, se conocieron las exageradas expresiones de júbilo del presidente de Chile, Sebastián Piñera, en las que no ahorró conceptos negativos sobre su par de Bolivia, Evo Morales, conformando la típica actitud del ganador que no sabe administrar su propio triunfo. Y que pone dudas, sobre cuál sería su actitud frente a una derrota. 

Por otra parte, nos lo dice la historia y lo refuerza la geopolítica, toda situación de conflicto entre Chile y Bolivia, necesariamente, afecta a nuestro país, por lo que no podemos dejar de interesarnos en ella. 

Por todo ello es que no nos podemos poner contentos, pues como dice una hermosa letra de Paul McCartney: “Si algo no ha terminado bien, es porque no ha terminado, y si no ha terminado, aún es porque no está bien”.