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Madres dedicadas

19 de octubre, 2018 - 18:28

En términos generales, en la naturaleza, los animales evolucionados son extremadamente dedicados al cuidado y crianza de sus hijos. 

Habitualmente, pero no en sentido absoluto, las hembras son las responsables del cuidado intensivo de los cachorros y, sobre todo, este comportamiento se observa de manera muy notoria en los mamíferos, que no dudan en exponer su vida para defender a su prole. 

Nuestras mascotas son un claro ejemplo del excelente comportamiento materno que en escasas ocasiones suele verse perturbado por factores externos. En el caso particularmente de las perras, de las que nos referiremos en este artículo, su comportamiento es el resultado de múltiples factores donde el componente instintivo es la variable más poderosa pero que conforme al desarrollo social y emocional normal permitirá que la perra desarrolle el denominado comportamiento materno normal. Este comportamiento se define como en conjunto de cuidados con que la madre se ocupa de sus crías.

Es el período posterior al parto y se caracteriza por una serie de importantes modificaciones comportamentales que en muchos casos resulta desconocida por sus dueños.

Instinto maternal

Se conoce que el comportamiento y las diferentes conductas que la madre desarrolla en este período son actos instintivos. 

El instinto que resulta ser un comportamiento genéticamente programado y es desencadenado por la influencia de las hormonas, regula y conduce a desarrollar esta conducta tan necesaria para la sobrevivencia de los cachorros.

Si bien la mayoría de los científicos considera al instinto como el motor más poderoso que mueve la maquinaria del quehacer materno en las perras, su aprendizaje y sociabilización no son menos importantes en este período.

El concepto de otorgarle todo el crédito solo al instinto es cuestionado por algunas corrientes biológicas que considera que el aprendizaje temprano, la sociabilización correcta y la experiencia perfecciona y modela la conducta de la madre sin dejar de lado el incuestionable determinismo de las hormonas.

Es decir que si bien el instinto trabaja silenciosamente, una perra que fue criada en soledad, sin un buen tiempo de contacto con su madre y hermanos en las etapas tempranas del desarrollo y que no haya desarrollado una buena integración social con su especie, tienen más probabilidades de no desarrollar un comportamiento maternal correcto o prolijo. 

Esta teoría también sostiene que una experiencia malograda de un parto dificultoso o con algunas bajas en sus crías por responsabilidad de una mala performance de la madre, generará una instancia dolorosa de aprendizaje que fortalecerá sus capacidades para afrontar un nuevo parto. 

Los animales muy humanizados, aquellos en los que notamos que se sienten más cómodos con las personas que con los demás perros, contarán con desventajas a la hora de la maternidad, ya que los aspectos de la crianza pueden influir negativamente en las perras parturientas inexpertas. 

Algunas perras inexpertas o humanizadas experimentan desconcierto en el momento del parto y en ocasiones buscan o miran al dueño implorando ayuda, ya que parece que no supieran que hacer. 

En estos casos, la pronta asistencia del propietario que induce a la perra a actuar, rompiendo la placenta y acercándosela a la boca está desarrollando un acto de enseñanza de cómo tiene que actuar. 

Sabemos por experiencia que en la mayoría de los casos esta asistencia indica a la perra de cómo debe seguir actuando y en la mayoría de los casos termina el parto haciendo su trabajo. 

Esta situación marca la necesidad de entender que aún en estos momentos los animales pueden aprender cuál es el rol que deben desarrollar. 

Esto se ha estudiado más detenidamente en los monos donde la colaboración de las hembras experimentadas y más allegadas a la parturienta y hasta su misma madre ayuda a la hembra primeriza en su trabajo.

Esta conducta de colaboración y el trabajo de nodriza también se ha observado en lobos y permite sostener que no todo se trata de instinto más allá de que este existe y trabaja como una fuerza silenciosa y omnipresente. 

Una perra que ha sido testigo de una parto de alguna hembra de su grupo social estará mejor preparada para actuar cuando le toque hacerlo.

Agitación e inquietud

Antes de un parto inminente, la perra muestra agitación marcada e inquietud, suele excavar la tierra o desordenar cuchas y camas en pos de acondicionar el cubil para el parto.

Las más humanizadas pueden acudir al dueño, temblando y solicitado contención. Este comportamiento es un claro ejemplo de una alteración de la conducta normal que responde a una serie de factores que han desvirtuado el normal desenvolvimiento de su conducta materna.

Comportamiento protector

Una vez que se ha consumado el alumbramiento, la perra puede mostrarse hostil hacia algunos o todos los miembros de la jauría canina e inclusive algo desconfiada e incluso agresiva con la familia humana.

Esta conducta es muy primitiva y responde a la necesidad de defender la lechigada de posibles daños y está mediada por las hormonas. 
La conducta puede volverse más tranquila y confiada, según pasen los días, pero siempre está sujeta y relacionada a la personalidad de la hembra.

Juegos y educación

Una vez que los cachorros alcanzan la madurez suficiente del sistema nervioso y logran desplazarse fuera del cubil, la madre jugará, los estimulará para que conozcan el entorno e intervendrá mostrado los dientes o gruñendo cuando estos traspasen ciertos límites.

Paulatinamente la interacción aumenta hasta que luego del destete sobreviene el desmadre que es donde la madre empezará a mostrar cierto fastidio con la solicitud y reclamos de los cachorros, independizándose cada vez más de ellos. 

Este periodo es clave para la madurez y la convivencia social de los cachorros y no debe apresurarse la separación, ya que las enseñanzas de la madre son la base para alcanzar un animal equilibrado en la etapa adulta.