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Cayó el stock de vinos y resurgió el fantasma de 2018

La tentación a resistir será una suba de precios tal que no puedan absorber los consumidores.

04 de febrero, 2021 - 08:52

Como estaba previsto, los stocks de vinos argentinos cayeron por debajo de sus niveles de los últimos años posicionando el indicador en 2,9 meses, según el último parte del Instituto Nacional de Vitivinicultura, INV. Esto para una existencia de 3.245.911 hectolitros para todo el país lo cual oficialmente puede ser una buena noticia aunque inquietante respecto a la manera en que podrían responder los mercados.

A pesar de haber venido recibiendo críticas por la demora en la publicación datos, el organismo rector del vino nacional ofreció las cifras que han sido consideradas como bastante realistas por buena parte de la industria.

Más allá de que desde el mismo INV los datos son importantes para el sector, comparando lo que ocurrió en 2017 y en 2018, cuando los volúmenes cayeron generando excedentes de más de 7 meses de stock, algunos temen que la historia se pueda repetir ante una escalada de precios que el consumidor no pueda pagar.

 

 

Este nivel es lo que influirá ciertamente en los precios más allá de que la presente cosecha sea un millón de quintales más o menos comparando lo que sucedió en 2020. Porque el stock, se sabe, es lo que determina que los compradores estén ansiosos de comprar y que los vendedores exijan algo que no sea razonable por su producción.

Estirando la mirada ahora no se puede evitar lo que pueda ocurrir para junio de 2022 con el temor de que se repita lo que ocurrió en 2018 cuando el consumo en el mercado interior y las exportaciones se vieron seriamente afectados por los altos precios planteados.

Evidentemente cuando los precios son buenos todos miran con entusiasmo la rentabilidad que se supone repercutirá en una mejor redistribución en la cadena vitivinícola, sobre todo para el sector primario que viene siendo muy castigado en los últimos años. Pero todo eso tiene un límite que está dado por los competidores internacionales y nacionales que fijarán la pauta que en definitiva será el consumidor final quien decidirá.

 

 

La experiencia demuestra que habrá que poner sobre la mesa de negociación un ingreso lo más razonable posible y sostenible en el tiempo y no un ida y vuelta con varios años de mala rentabilidad, nula o negativa y que por la desesperación traten de recuperar todo en un solo año. Porque el consumidor a eso no lo entiende y tampoco tiene la obligación en entenderlo.

Por lo pronto será un año muy complejo, con una vendimia 2021 en marcha. Se deberá estar muy atentos respecto a cuál será la reacción de los mercados. Primero porque nadie lo sabe, aunque sí se presume que tanto los mercados del mosto y del vino a granel se verán afectados, por la menor existencia de materia prima. Y los de granel, porque si bien tienen algún nivel de varietales que tienen un mejor rango de estabilidad también serán afectados por los precios.

A todo esto se suma el mercado interior argentino debido a que se desconoce la fortaleza que tendrá el bolsillo del consumidor como tampoco las condiciones que enfrentará en 2021 la industria vitivinícola. Obviamente, cuando los precios aumentan los volúmenes de despachos tienden a caer.

 

 

Debido a todo esto es que se presentan muchas incógnitas para una situación donde los stock son muy bajos y cuyo corolario es que quien tiene mercados tiene la obligación de mantener la existencia de vinos. 

Y en este punto es vital analizar la manera en la que se ha venido manejando la industria, que se ha mantenido más sobre los parámetros financieros que los productivos. Porque era más fácil tener el dinero a una tasa de interés entre un 80% o un 70% que tener stock en manos de un productor enfrentando condiciones demasiado complicadas. Considerando la cantidad de meses en los que se les pagaba a los elaboradores y a los productores.

Dicho esto se podría afirmar que esta visión financiera ha llevado a la industria a estos vaivenes donde el productor cobró muy poco, en muchas cuotas, logrando que los viñedos no sean bien mantenidos y en consecuencia la producción haya caído considerablemente. Amén de la deshidratación que sufrieron las uvas producto de la crisis hídrica y las olas de calor. 

 

 

Hoy viene la vuelta. Eso es lo que llaman los analistas la naturalidad de los mercados que debería marcar la lógica del futuro basados en la premisa de que los industriales tendrían que tener stock para sostener el equilibrio del mercado. Sobre todo cuando quedó demostrado que el stock 0 es muy convenientemente en términos financieros pero esa visión es de muy corto plazo y peligrosa. Más aún cuando hoy vemos menos viñedos, menor producción y precios difíciles de absorber por parte del consumidor.

En este difícil escenario resulta casi imposible predecir lo que ocurrirá en 2022 debido que será especialmente complejo replicar el desempeño que sucedió 2020, cuando España estaba necesitada de vinos y hoy esa situación no tal. En el caso del mosto la realidad es similar porque actualmente está muy fuerte el país ibérico vendiéndole a Sudáfrica.

Por lo pronto habrá que aguardar lo que ocurra en la cosecha y observar la forma en la que reaccionen los mercados en los primeros 4 o 5 meses del año para tener una tendencia. 

 

 

Sin embargo ya los vendedores de vino a granel están admitiendo que se perderán varios mercados debido a que Argentina los ganó porque vendía a precios muy bajos. Algo parecido a lo que ocurrió en el mercado interior cuando se vendió a precios muy por debajo a los de la cerveza. 

Por ello se espera que no se repita la experiencia de 2018 cuando llegaron a sobrar 300 millones de litros luego del quiebre producido en el consumo.