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La geopolítica de las uniones comerciales

Con el tratado mercantil del Mercosur con la UE la Argentina podría hacer las reformas del sistema productivo y reforzar los lazos diplomáticos y políticos con el Viejo Continente para mejorar y reforzar las débiles instituciones y resistir los tironeos de EE.UU. y China

12 de julio, 2019 - 12:14

Hoy la ciencia moderna no solo tiene en claro lo que sabe. Lo que es más importante, sabe lo que no sabe, porque no hay nada peor que no saber lo que no se sabe.

Por ejemplo, nos es fácil conocer y conceptualizar lo que está en proporción con nuestros sentidos. Percibimos bien los metros, los kilómetros, los minutos, los días, pero nos cuesta apreciar los años luz del mundo cósmico. Ni qué decir de los nanómetros del mundo cuántico.

En ese sentido, los humanos parecemos estar limitados por varios factores, probablemente el más importante entre ellos sea el lapso de nuestra vida, largo o corto, según se mire y con qué se referencie.

Nos dicen que la negociaciones para integrar al Mercado Común del Sur (Mercosur) con la Unión Europea llevan 20 años. Y otros, anuncian que para su implementación plena faltan no menos de otros siete, lo que nos da la cuenta de 27, cuando una generación humana es de solo 25 años. Nos preguntamos entonces, no sobre el tiempo cronológico, sino sobre su kairós o tiempo oportunidad.

¿Es oportuno hoy el acuerdo Mercosur - Unión Europea? Veamos.

Si empezamos por la UE, vemos que la misma comienza a gestarse en la primavera de 1951, cuando se firma en París el tratado que institucionaliza a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, concretando una unión aduanera parcial, principalmente entre Alemania y Francia y secundariamente con Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. 

Posteriormente, con sucesivos tratados, entre los que se destacan los de Maastricht en 1992 y el de Lisboa en el 2007, la UE se configura en una comunidad política sui géneris que propicia la integración y la gobernanza en común de los 28 Estados europeos que la integran.

Por su parte, el Mercosur nace en noviembre de 1985, cuando los presidentes de la Argentina, Raúl Alfonsín, y del Brasil, José Sarney, suscriben la Declaración de Foz de Iguazú.

En lo concreto, el Mercosur incluyó inicialmente a la Argentina, al Brasil, a Paraguay –momentáneamente suspendido– y al Uruguay. En fases posteriores incorporó a Venezuela –actualmente suspendida– y a Bolivia, en proceso de adhesión. Oficialmente, también contiene a Chile, a Colombia, al Ecuador, al Perú, a Guyana y a Surinam que integran el bloque como ‘Estados asociados’.

Como vemos a simple vista, Mercosur/UE son dos procesos muy distintos y con resultados muy disímiles, pero que no dejan de evolucionar, respectivamente.

En ese sentido, no son pocos los especialistas que descreen de los beneficios de una unión política tan estrecha como la que plantea la UE, en la que priman las decisiones centralizadas y las burocracias internacionales.

Por lo menos así lo entienden los seguidores del Brexit y que negocian para abandonar, como sea y lo antes posible, a la UE. Pero que no están solos, ya que la misma música se escucha en Italia y en Bulgaria y comienza a ser tocada en Francia. 

Por su parte, si bien el nivel de centralización burocrática alcanzado por el Mercosur es mucho menor al de la UE, no son pocas las voces disidentes. Entre ellas se destaca la de la economista Iris Speroni, quien aconseja, directamente, que debemos abandonar al Mercosur.

“Ha llegado el momento de irnos del Mercosur. Pagamos aranceles altísimos no para proteger a la industria argentina, que ya casi no existe, sino para proteger a la brasileña. Nos suben artificialmente los costos y no participamos en ningún beneficio. Para peor, el acuerdo –a diferencia del europeo–, no nos ha dado a cambio la exclusividad en ningún rubro. Si Brasil no compra nuestra maquinaria agrícola, nosotros no tenemos por qué comprar sus horribles y caros automóviles”, nos dice Speroni desde su columna en el diario La Prensa.

Llegado a este punto debemos volver al tema del tiempo y al de sus diferentes magnitudes, ya que las realidades, aún las geopolíticas que cambian lentamente, también cambian. Por lo tanto, lo que era dado por cierto hace 20 años, bien puede no serlo hoy.

Concretamente, hace 20 años, tras la caída del Muro de Berlín, los EE.UU. se alzaban como la única hiperpotencia y se imponían como el faro de los ideales a seguir: la democracia liberal y las teorías del libre mercado. 

El ‘Fin de la Historia’ anunciado por F. Fukuyama duró poco. Lo anunciaron los ataques terroristas del 11S, pero lo terminó de certificar la cada vez menos incipiente guerra comercial entre Oriente (liderado por China) y Occidente (liderado por nadie).

Es en este contexto geopolítico es que se producen varios fenómenos que merecen ser mencionados:

1º: los EE.UU. han dejado de ser una única superpotencia, ya que se encuentra siendo desafiada por China, Rusia y sus aliados.

2º: como consecuencia de lo anterior, los EE.UU. han decidido pivotear su centro de gravedad geopolítico del Océano Atlántico al Pacífico, a los efectos de enfrentar las amenazas que asoman por el oriente. 

3º: paralelamente, los EE.UU. apelan al proteccionismo para proteger su economía, sus ventajas tecnológicas y militares frente a los desafíos sinorusos. 

Por su parte, los elementos no afectados en forma directa en esta confrontación. Vale decir y por orden de importancia: Europa, India, Oceanía, América del Sur y África, se ven obligados a reformular sus respectivos sistemas de alianzas.

Mientras tanto, China persigue una agresiva política de penetración y de cooptación de recursos mediante la reedición de la mítica Ruta de la Seda. Una que no sólo es geográfica, ya que se proyecta al ciberespacio, con la tecnología 5G y la inteligencia artificial, sino también al espacio exterior con bases planificadas a ser instaladas en la Luna. 

Esto pone a la Argentina frente a los cuernos de un dilema respecto de con quién y cómo integrarnos. Uno en el que nos faltan todos los datos para resolvernos correctamente.

Algunos, como el empresario agropecuario Gustavo Grobocopatel, quieren que lo hagamos rápido, sin importar que haya sectores de nuestra economía que deban desaparecer. Otros, más prudentes, como nuestros productores vitivinícolas de Fecovita, quieren avanzar más despacio, paso a paso.

Tal vez el ejemplo de Australia nos pueda ser de utilidad. Un país/continente, también sentado sobre dos sillas: la de su origen en el marco de la cultura occidental y la de su ubicación geográfica en el sur de Asia, que resolvió que mantendrá sus pautas culturales y seguirá comerciando con el gigante chino y con sus socios regionales.

Igualmente, la Argentina, con este tratado comercial con la UE, podría comenzar por hacer las tan ansiadas y esperadas reformas en su sistema productivo. A la par de reforzar sus lazos diplomáticos y políticos con el Viejo Continente como una forma de mejorar y reforzar sus débiles instituciones a los efectos de encontrarse mejor parada para resistir los tirones geopolíticos de los EE.UU. y de China. 

Sabemos que no será fácil. Ni las necesarias adecuaciones comerciales ni las maniobras políticas para lograrlo. Solo nos resta recordar una famosa letra de los Beatles y que viene al caso: “Todos estará bien al final. Y si no está bien es que no es el final”.

Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.